12.- Emociones Cambiantes.

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Entraron al apartamento y dejaron las cosas en la cocina, Armando estaba callado, serio, y fue ahí que Betty se percató de su cambio de ánimo. Mientras Armando ordenaba algunas de las cosas sobre el mostrador de la cocina con algo de brusquedad, Betty lo abrazó por la espalda, deslizando sus manos por debajo de sus brazos para acariciar su pecho y reposo su mejilla sobre su espalda.

Armando de inmediato bajó a tierra, fue como desconectar de golpe su mente de su molestia y reconectarla con cada célula de su cuerpo que ella estaba tocando. Dejó las manos sobre el mostrador y bajo su cabeza cerrando sus ojos, suspiró mientras sentía como los dedos de Betty se movían dando pequeñas caricias sobre su pecho, volvió a inhalar más profundamente, lo que hizo sentir a Betty más apretada a él, sus manos más estrechas sobre él.

Empezó a respirar más acompasadamente sintiendo su abrazo; fue una sensación inexplicable de relajación y paz, recordó sentirse hace a penas tres días en la muerte misma, leyendo el dolor de Betty en las páginas de su diario, sintiéndose como la peor basura, creyendo que la había perdido, volviendo a la esperanza al leer que aún sentía algo por él, volviendo a la tormenta de pensar que se la llevarían lejos de él… ese día fue un tormento capaz de sacar sus propias lágrimas, se recordó a sí mismo conteniendolas sin éxito en El Almirante Padilla. Y ahora ella está ahí, como una visión del cielo, como la presencia de un ángel que todo lo cambiaba. Sonrió para sí mismo sintiéndose verdaderamente afortunado, en ese momento ella le habló.

-Hice algo que lo molestara…? – “Y todavía tiene la dulzura de no darse cuenta de lo feliz que me hace!” pensó Armando limpiando sus propios ojos con una mano por debajo de sus propias gafas.

-Mi Betty, usted jamás… usted me rescata de este mundo! – Le contestó dándose la vuelta y tomando su rostro con ambas manos para verle la cara. – No se preocupe, pasó algo allá abajo que me descompuso, solo fue una molestia, pero… ya estoy aquí con usted otra vez…

-Pensé que había dicho algo malo, tal vez… - se excusó Betty bajando la mirada con las gafas torcidas.

-No Betty, al contrario… - le contesto quitándole las gafas. – usted tiene una capacidad que desconoce de hacer que todo mejore. – Se la quedó viendo, y posando su mano en su cuello y el pulgar sobre la base de su mandíbula, subió su rostro para besarla.

Fue un beso suave, lento, donde sus labios solo se deslizaban, inhalando su aliento en suaves roces sintiendo la dulzura y suavidad de los labios de ella, atrapando uno y otro deleitándose en su carnosidad. Abrazo su cintura para sentirla más cerca de él, mientras ella lo abrazó por su cuello acariciando la base de sus cabellos.

Cada vez que la besaba es como si no se hubiese dado cuenta nunca cuánto lo necesitaba, cuanto la necesitaba así tan cerca, porque la sensación era aún más deliciosa que su propio anhelo, sólo tenerla así entre sus brazos significaba una satisfacción enorme, agradecido de que el sufrimiento de su ausencia se desvanezca en ese beso, en esas caricias, en ese contacto.

Y sin embargo, ahí estaba el deseo latente, dos cosas que no parecían haber ido de la mano en su vida, y con ella significaban lo mismo, paz con desespero, calma con anhelo. Todas las mismas células que se llenaron de amor hacia un minuto, estaban siendo invadidas de la adrenalina del deseo, deseo de poseerla, deseo de sentir su piel desnuda sobre la de él,  deseo de que jamás se separara de él. “No, Armando, ¿qué te pasa?” – se preguntó en su mente. “apenas acabas de entrar por la puerta y ya quieres dedesvestirla sobre tu cama?”. Decidió pues volver a tomar su rostro entre sus manos y terminar ese beso contra su voluntad dando una succión final a su labio. Betty exhaló su aliento contra su rostro y Armando tuvo que contenerse de no volver a empezar. Le dio una sonrisa, le colocó las gafas y continuó diciéndole con dulzura.

Finalmente JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora