30. Sospechosos

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- Puede que estén en vuestra ciudad, pero han huido dejando un rastro de muertes. Es mi deber cazarlos de inmediato. - Fulminó con la mirada a la chica -. Si queréis pruebas, preguntadles qué saben de Tania. - Se dio la vuelta y salió del gimnasio cerrando la puerta con tanta fuerza, que una de las lanzas en la pared cayó al suelo.

- J-joder...qué guapo y qué humos se gasta - rumió la chica. Cuando Rhyss la miró con mala cara, se quejó con un gritito -. ¿QUÉ? ¡ES GUAPO!

- Me da igual que te parezca guapo, ha venido a trabajar así que ayúdale y controla tu bragueta...

Vyr lo miró un instante y al medio segundo se había guardado dos puños americanos para salir tras el cazador. El chandal era negro, como las botas militares así que no llamaba demasiado la atención, menos aún en mitad de la noche.

- ¡Abel! - lo llamó, a la carrera.


El cazador avanzaba con paso rápido por las calles oscuras de Nightdale, no se detuvo al escuchar la chica yendo tras él. Vyr puso los ojos en blanco un segundo y sonrió al siguiente, adoptando una pose de carrera para embestirlo si hacía falta. Quizá le hiciese una llave, o no, pero necesitaba pararlo sí o sí.

- ¡Tú, don ojitos! - El moreno bufó al oír aquello y se detuvo para mirarla con mala cara -. Ey, tranquilo ,¿vale? Jesús, qué genio...¿Quieres ir a beber algo? Yo invito - ofreció con una sonrisa -. Me gustaría que me contases qué pasó.....no creo que la puerta del gimnasio tenga la culpa a pesar de que casi te la cargas... - se cruzó de brazos, esa vez parecía preocupada -...podría llevarte a ver a los lobos si me lo cuentas - probó a hacer chantaje. El cazador había estado a punto de negarse hasta que había oído su última propuesta.

- ¿Vas a protegerlos? - preguntó.

- A ver...depende. Me gustaría tener una palabra con ellos, según lo que me cuentes...por que les daré una paliza como me entere de algo gordo - alzó una ceja -. Necesito saber qué hicieron - rumió -. A fin de cuentas ya sabía que los perseguían y los tengo vigilados. Pero quiero saber por qué.

Abel suspiró resignado.

- Vamos entonces.

- Vale...¿Cómo llevas eso de ir a bares de demonios? - preguntó, casi con miedo de que se pusiera quisquilloso con ella por eso, como hacía Rhyss.

Abel alzó una ceja sorprendido, pero luego negó para sí mismo, sonriendo.

- Quienes te describieron como una cría, claramente nunca te han visto con sus propios ojos.


- ¿Puedes sacarles un par de dientes por mí? ¿Un ojo quizá? - sonrió coqueta mientras lo guiaba a la zona oscura del pueblo, un callejón que no parecía tener salida pero cuya puerta se mimetizaba muy bien con el cemento. Le dio dos patadas seguidas y una después. Al poco un tipo con cara de perro, (literal) les abrió la puerta y tembló al ver a la chica. No era la entrada principal del local, pero a ella le gustaba entrar fuerte.

- ¡V-vaya! P-pasa...pasa...- con una sonrisa boba se encogió tras la puerta, acojonado. En un rótulo hecho trizas se podía aún leer ' La Sanguijuela Borracha'. El antro era acogedor, oscuro, tenía alguna decoración de neón aleatoria y unas mesas que parecían restos de otras mesas de madera. Un puzzle de trastos que, de forma complicada y basta, lograban dar cohesión y comodidad al ambiente. Podrían haber llamado Frankestein al bar y todos le habrían encontrado más sentido.

- ¡Marco, invita a mi amigo a una cerveza! - gritó, dando un manotazo en la barra para asustar a un tipo hispano que parecía una rata. Ése caso también era literal. Tenía bigotes de rata y movía la nariz como una, a parte de tener aquellos ojillos negros como guisantes, inquisitivos.El moreno miró con diversión el local y se apoyó en la barra, mirando a su alrededor.- Vaya lugares eliges para venir a pasar el rato - apreció.

- ¿Qué puedo decir? Me adoran y la cerveza es la mejor - ella se encogió de hombros -. Te sorprendería lo solícitos y amables que son cuando les libras de la auténtica chusma problemática. En el fondo son como tú y como yo, unos marginados...y a veces escupen buena información, ¿verdad, Marco?

- Tampoco nos queda otra - contestó mientras rellenaba dos jarras de cristal heladas delante de ellos.

- Pues vamos a hablar a un rincón - dijo con un poco más de seriedad, llevando las bebidas sin esfuerzo -. Que no nos molesten.

- Oído, Cazadora.

Abel la siguió, aparentemente tranquilo. Se sentó frente a ella y dio un largo trago a su cerveza.Vyr carraspeó un poco y lo imitó.

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