59. Comida y vino

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- ¿Qué crees que quiero? - se alejó un paso de ella y chasqueó con los dedos en ambas manos, suavemente. Las ropas largas negras, su melena lisa brillante, los ojos rojos y un par de largos cuernos la saludaron con elegancia. Rose intentó retirarse tras las sábanas, pegó un alarido y lo miró con terror en los ojos -. No te preocupes, matar humanos es demasiado aburrido. - La miró con una pequeña sonrisa -. Sin embargo, he de avisarte que para una bruja con tanto potencial, has caído bastante bajo, ¿no crees? Manipulación, pociones de amor...cero respeto por la vida ajena - habló, moviendo las manos en gestos delicados y calmados, como si tratara de no asustarla más.


- Y-yo sólo... n-no quería hacerle daño a nadie - Intentó defenderse, llorando.

- Pues lo has hecho, siendo consciente de ello - contestó sin más, sentándose en el borde de la cama y ofreciéndole su mano de dedos largos. Ya no había cuernos a la vista y el aura se había reducido hasta parecer humano. Le hacía gracia que ella misma afirmase que le había hecho daño a alguien. Rose miró con horror la mano y negó rápidamente.


- N-no porfavor...- Lloró desesperada -.¡P-prometo que ya no haré más tonterías así!


- Por supuesto que no las harás. - La miró con cierta altivez, pero con calma -. Y te prometo dejarte en paz, por un precio.- La adolescente se calmó un poco y se limpió las lágrimas, esperando escuchar su oferta -. Sabes, inicialmente venía aquí para acabar contigo...pero creo que mantendré tu magia bajo llave hasta que demuestres que te la mereces de verdad. - El demonio alzó una ceja, mirándola con paciencia -. Aunque me temo que con tu personalidad, te llevará trabajo. - Sonrió, socarrón.

- ¿Q-qué propones...? - preguntó con temor.


- ¿Yo? Quedarme con tu magia, mantenerla a buen recaudo y tú...tendrás que averiguar por tu cuenta cómo ganártela. Además, te aviso de que no hay atajos que valgan, me aseguraré de que no uses trucos sucios para acceder a ella. - Sonrió, levantándose despacio para sujetarla con cuidado de un brazo.

- ¿M-mi magia? - lo miró abriendo los ojos como platos, como si fuese la primera vez que lo escuchaba -. ¡P-pero sin mi magia, ya no podré ser una bruja! - se quejó.


- Para ser una y buena, tienes que aprender a vivir sin ella. No es tu aire, no la necesitas...madura, Rose - le reprochó.

- P-pero... ¿podré recuperarla luego? - le miró, aún con miedo.

- ¿Tu me escuchas cuando hablo? - gruñó suavemente, perdiendo la paciencia -. Si te la ganas, te la devolveré, pero primero tengo que quitártela - anunció, acariciando levemente el otro brazo de la muchacha. Sin saber que decir, la joven asintió sin encontrar otra solución, apretó los labios mientras intentaba tragarse las lágrimas.

El demonio suspiró cansado. Tenía que ser paciente. Acarició las mejillas con los pulgares antes de inclinarse y besar sus labios, intentando provocarla para que reaccionase a él y distraerla. Rose había abierto los ojos, sorprendida. El shock no le dejó comprender lo que estaba pasando, pero contestó el beso a los pocos segundos, abandonada a sus brazos.

Drake podría haberle separado los labios y mandíbula a la fuerza como había hecho otras veces, pero no era lo mismo si la víctima se ofrecía por voluntad propia. De esa forma la energía salía mucho más limpia y duraba intacta muchísimo más tiempo. Si realmente quería ser justo en su trato, tendría que cuidar bien de aquella magia...aunque ¿sinceramente? Creía firmemente que la muchacha era incapaz. Demasiado ególatra, egoísta. Era una chiquilla sin bondad.


El poder de la magia oscura provenía de varias fuentes del Inframundo, al contrario que la magia blanca. Existían un puñado de demonios como él que se hacían cargo de castigar a aquellos incapaces de honrar al demonio del cual tomaban prestado su poder. Y ¿Sinceramente? Vestirse con la ayuda de un hechizo no honraba a nadie. ¿Hacer el mal? Habría servido de más.

Por suerte para él, se había cargado a unos cuantos de aquellos jueces y verdugos que se alimentaban de energía de las formas más crueles.

Se acordó unos instantes de Dahaka mientras absorbía la magia de aquella bruja y la guardaba cerca de su pecho...para ser más exactos, en su interior en forma de esfera de luz con un tinte algo...verde. El Don estaba algo corrupto, pero mejoraría si la bruja hacía lo propio para recuperarla.

Sus labios se detuvieron tras un último beso superficial antes de separarse.

- Hecho - avisó en un susurro -. Que conste que te acordarás de esto, pero no de mi. Si tratas de hacer memoria y traerme a tu mente, probablemente acabes con una migraña interesante. Sólo sabrás quién soy cuando me veas y serás muy consciente de cómo te he quitado la magia y por qué, así como te acordarás en todo momento de nuestro trato para recuperarla. - sonrió -. ¿Queda todo claro o tienes alguna pregunta?

NIGHTDALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora