55. Tortitas

0 0 0
                                    

Matras dio un suspiro y se acercó con las galletas a la cama mientras estudiaba la habitación con una sonrisa.

- ¿Te gusta o qué? - preguntó Owen -. Puedes ponerte en el ordenador si quieres - susurró, abrazado a la almohada

- Es bonito. - Sonrió y se sentó a su lado en la cama, cogiendo una galleta.

- ¿Qué le diremos a tu padre? - preguntó tras unos minutos de silencio -. Ya sabe lo tuyo, ahora no sé si toca disculparse o...- Owen se arrimó a él para arrebatarle la galleta y lo miró, quizá demasiado cerca para lo incómodo que se había sentido en el nido.

- ¿No te molesta que huela tanto a mi en el cuarto? - alzó una ceja, extrañado e ignorando totalmente su pregunta. No tenía ganas de afrontar el hecho de que su padre...supiese cosas. Pero tampoco sabía si quería conocer la respuesta a su pregunta -. Lo huelo todo. Menos mal que está limpio.


- ¿Debería molestarme? - preguntó con una ligera sonrisa. Owen se mordió el labio, confuso. Él tampoco sabía lo que debía contestar así que le miró un poco fastidiado y le quitó una miga de la comisura de la boca.

- Todo esto es demasiado...irreal ¿Qué se supone que le tengo que decir a mi padre? Hola, papá, me han salvado la vida y nada, que me he transformado y me he metido en la cama de alguien a quien apenas conozco - bufó, acalorado con la vergüenza -. Con que mi madre no se entere de que de repente corro y brinco como un cervatillo...todo bien...

Matras tosió, se sonrojó al escuchar lo último y luego aclaró la garganta, pretendiendo estar interesado en los libros de la estantería.

- Si tu padre sabe que eres un lobo, no tiene sentido ocultarle nada - dijo con calma -. Pero en cuanto a tu madre... no lo sé.

Matras podía leer todo tipo de títulos, pero había una balda que estaba llena de cosas soeces con etiquetas de no aptos para menores de edad, dejando entrever que allí las revistas porno no se escondían bajo la cama, si no que eran plato de buen gusto.


- Lo que me ha sorprendido es ver sus ojos...son como los míos, ¿verdad? Es rarísimo...pero no hay gumiho hombres así que...¿Por qué? - se levantó, incómodo y fue a entretenerse mirando también su estantería.

- No te sabría decir, nunca he conocido a uno en persona. He escuchado solo un par de cosas sobre zorros y no suelen ser de fiar. - Se había empezado a entretener con el caminar sin rumbo de Owen cuando de repente llamaron a la puerta.

- ¿Puedo pasar? - preguntó el padre.

- Pasa, pá - Owen le miró por el rabillo del ojo, ahora ya de apariencia humana, como los de su padre. Observó con atención cómo miraba a Matras y luego cómo arrastraba su mirada hasta él, sonriendo con malicia.

- ¿Estáis saliendo? - preguntó sin reparo alguno, dándole igual que su hijo se ahogase, mientras sacaba de debajo de la cama una mesita de madera que desplegó y puso cerca, con cojines en el suelo. Se asomó un momento fuera de la habitación para recuperar unos vasos, agua y fruta.

- Somos amigos - contestó Matras, un tanto sonrojado con el ataque.


- ¿Ah, sí? Pues debe ser muy reciente. Los únicos amigos que ha hecho han sido Azrael, Suja y Vyr - sonrió de medio lado a Matras -. Pero bienvenido al barco, ya era hora. - Se levantó para darle dos besos.

- Papá, no empieces...

- ¿Qué? ¿No puedo o qué? A tus otros amigos los saludo igual. - Rió mientras su hijo gruñía de forma poco humana -. En fin...¿ya se ha transformado? - preguntó a Matras, señalando al más joven.

- Gracias - sonrió abrumado -. Y sí.

- No me lo agobies con tus besuqueos y achuchones - bufó Owen, poniéndose justo en medio, levantando un poco los puños para recibir una colleja suave a consecuencia -. ¡Ah!

- ¿Podría ver a alguno transformado? - preguntó, entusiasmado -. Si no es molestia, claro y si no pues...ya esperaré...¡qué ganas de contárselo a tus primas!

- Intentamos pasar desapercibidos... - comenzó el licántropo -. Lamento no haber hablado con usted antes, pero fue algo que tuvimos que decidir rápido, sin llamar demasiado la atención. Espero que no sea un problema.

- Qué le vamos a hacer..., tampoco es que el médico hubiese dado un buen pronóstico. Apenas habrías sobrevivido dos meses máximo, así que por mí...- Kwang miró con tristeza a su hijo -. Y bueno, pasar desapercibidos...no es como si la familia de la que provengo se fuese a asustar.

NIGHTDALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora