38. Ambulancia

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El joven trató de zafarse de aquella pesadilla, clavando sus dedos y uñas en los delgados brazos sin fuerza aparente alguna. Incluso empezó a patalear furioso con las piernas o a intentarlo, pero Rose se había convertido en un bloque de hormigón. Empezó a quedarse sin oxígeno antes de lo que pensaba por culpa del pánico y sus ojos lagrimeaban con la impresión. Su campo de visión, reducido. Su pecho se movía de manera algo espasmódica y con una mano intentó alcanzar su abrigo, imposiblemente lejos ahora que la visión se fundía a negro lentamente. Sentía cómo le estallaba el pecho. Una mano suya se había clavado en su propia piel, instintivamente. Necesitaba tomarse la medicina o no contaría un día más.


Se escuchó el sonido de la puerta al llamar. Ésta se abrió de pronto con un fuerte portazo, no haciéndola saltar de los goznes de milagro. Rose... o quién fuera quien estuviese sobre Owen, a penas miraba más allá de su víctima, así que al segundo siguiente, salió despedida contra la pared, liberando al chico. Éste estaba prácticamente en sus últimas, temblando en mitad de un ataque de pánico y a punto de empezar a echar espuma por la boca, pero su mano seguía estirada hacia el abrigo, desesperada por alcanzarlo.

Rose se levantó de nuevo con la intención de saltar sobre el recién llegado pero de nuevo salió propulsada contra la pared, dándose esa vez un buen golpe en la cabeza, golpe que hizo que perdiese el sentido y dejase en paz al resto.

Se escucharon unos pasos apresurados y alguien se detuvo frente a Owen, rápidamente le entregó la medicación que guardaba en el bolsillo y acto seguido, el chico escuchó una voz.


- Necesito una ambulancia, una persona ha sido atacada y la otra creo... creo que tiene problemas para respirar - la voz sonaba joven, delicada pero sobre todo preocupada.

Haciendo un último impulso con fuerza de voluntad, Owen abrió el bote naranja transparente y derramó todas las pastillas azules menos un par, que fueron a parar a su boca entre sacudidas. Éstas aún no eran lo suficientemente graves por que había sido capaz de hacer aquello...aunque aún no veía bien y mucho menos pensaba con claridad. Se abrazó a unos cojines con fuerza y no los dejó ir. Tampoco dejó de llorar hasta que pudo respirar tranquilo, pero inmóvil, como si le hubiesen drenado toda la energía.

La voz dio otros detalles sobre lo que sucedía alrededor, como la dirección, la posible edad de Owen y el atacante desaparecido. Una vez se despidió por el teléfono, se acercó al chico para cubrirlo con algo suave y cálido.


- La ambulancia está de camino, no te preocupes, estás a salvo - le susurró.

Los pasos se alejaron un poco, se escuchó un siseo, proveniente posiblemente de Rose. Las palabras que la recién llegada musitó fueron unas que Owen no pudo comprender, pero cuando hubo terminado, sintió una fuerte corriente de aire frío y luego... nada. Silencio.


El chico asintió sólo un poco, importándole un pito que le viesen o no. Haciendo memoria de los últimos minutos, volvió a ponerse a temblar aunque esa vez sólo de miedo. Estaba aterrado y había estado a punto de morir...jamás se había sentido tan utilizado, tan traicionado tan...roto...invadido...prefería la oscuridad de hacía unos momentos a ponerse a pensar sobre lo sucedido. Quería morirse.

Se escucharon otros pasos, esta vez de tacones caminando con prisa y decisión. Hubo un silencio incómodo, luego las pisadas se acercaron al joven.

- ¿Owen, me escuchas? - preguntó la voz de la profesora, Dita.


- S-sí...- contestó con una voz demasiado rota que silbaba a causa del estrangulamiento. Seguía sin poder moverse y temblaba como un flan. No controlaba su cuerpo. Las cálidas manos de la profesora tocaron su frente, Owen sintió una energía que lo relajó, bajando de la cabeza a los pies.

- Respira, estarás bien - le aseguró con dulzura.

El adolescente logró asentir un poco aunque se escondió aún más contra el sofá, acurrucándose para escudarse de todo lo que lo rodeaba. Dita acarició su cabeza hasta que se escucharon las sirenas de la ambulancia. Más pasos, la profesora se levantó y dejó que los médicos lo examinaran.

Owen sabía que tenían que ser profesionales, pero su cabeza no daba de sí, era incapaz de asimilar lo que decían, lo que lo rodeaba, por qué lo levantaban y movían...

- R-Rose...- gimoteó, aún confuso con el hechizo.

- Busca en sus bolsillos - Escuchó a la profesora decir en algún lugar. Escuchó la textura del pantalón, pero pero ningún comentario al respecto.

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