52. Leyendas

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- Oye, a mi me parece bien que no funcione, así doy menos problemas - intervino Owen una vez tuvo la boca libre.

- Pero si está sano ¿entonces todo bien, no? - preguntó Suja, saliendo de su mutismo.

- Ya, pero no se si aquí alguien sabe que de eso también te puedes morir...si tu cuerpo rechaza la mordida de un jefe o un purasangre, es posible - Rhyss alzó una ceja.

La cara de Suja cambió de pronto, la patata que llevaba a medio camino de su boca estaba a punto de caer cuando la puerta se abrió y entró Matras, intentando recuperar el aliento. Llevaba su camiseta en la mano, parecía que había estado haciendo ejercicio. Miró a Rhyss fijamente. Era obvio por su cara que había escuchado la última frase.


- Bueno...sólo queda una prueba que se me ocurra, dado que el mordisco de Leo ya ha cicatrizado - anunció el albino, apretando el costado contrario.

- ¿Cuál? - Owen había saludado con cierta vergüenza a Matras, quien lo acompañaba en la semi desnudez, pero no tuvo tiempo a decir nada cuando una garra afilada le abrió la piel, unos quince centímetros por el abdomen -. ¡AGH, JODER! - gruñó, casi de forma sobrenatural. Leo se había agarrado al sillón sin querer y Ansgar se había levantado, alerta.


- ¿Quieres que te parta la cara? - se ofreció el rubio, sintiendo que necesitaba defender al posible miembro de la manada.

- Adelante, inténtalo - bufó Rhyss, sonriendo de medio lado y muy calmado mientras Owen sangraba, apretando los puños, quejándose de lo que quemaba aquello. Quien no se pudo contener tampoco fue Suja, soltando un insulto.


Matras había dado varios pasos de golpe, pero había logrado detenerse antes de saltarle encima a Rhyss. Creyó que no podría ganarle a un lobo más experimentado, o quizá porque sabía que aquello tenía una explicación lógica. Tenía que tenerla. Pero iba a resultar que el cuidador era tan bruto como su cazadora.


- Usad vuestros ojos - señaló Rhyss, yendo a limpiar la sangre con un pañuelo y mostrar cómo la herida se cerraba a un ritmo nada natural, ni si quiera para los lobos.

- Uuuuuhhhhhhhh - exclamó Owen, medio ahogado -. ¿E-eso es bueno? ¿O aún me muero?

- No sé, ¿Quién sabe? También has conseguido rugir un poco, pero es raro que aún no te transformes, así que quizá sólo sea la saliva de perro la que te esté curando. Igual sólo eres parte humano - contestó, mofándose. Se ganó una mala mirada de Leo -. Quizá sólo necesites descansar más - añadió, limpiando un poco más la piel. Suja se acercó para casi pegar el ojo en la herida.

- Serás como Lobezno... - murmuró, con los ojos brillantes. Owen intentó no ponerse rojo, pero falló miserablemente.

- Cuida no saque mi adamantium, ¡wrar! - Matras puso los ojos en blanco ante el despliegue de idiotez y se acercó hasta Rhyss.

- ¿Qué opciones tenemos? - le preguntó al cuidador.

- Esperar...probablemente haya esperanza. He visto más transformaciones lentas, así que mientras no empiece a echar el higadillo, irá todo como la seda...Owen, a todo esto ¿no tendrás familia en el submundo, no?

- ¿Yo? - rió el joven, palpándose la piel donde antes había una herida -. Qué tonterías dices.- Tal vez tengas un antecesor de los tiempos de la dinastía ching ching que fuera vampiro o algo - bromeó Suja, buscando su bolsa de patatas abandonada.


- No sé. Mi padre desciende de la Dinastía Goryeo y ahí se dice que había una criatura que se comía los hígados de la gente - rió Owen -. Así que...Nah, sigue siendo una tontería como una casa de grande. Se las inventaron, obviamente.

- ¿Como otros humanos se inventaron a los hombres lobo? - sonrió Leo, dejando perplejo a Owen con lo evidente.


- Matras, ¿por qué no pruebas a ver si captas algún olor raro en él? - lo tentó el tutor albino. Suja se sentó a seguir devorando sus golosinas. Mientras, Matras se puso de nuevo la camiseta y se acercó para poner a prueba su nariz.

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