6. Muerte

9 2 2
                                    

Azrael tragó con nerviosismo pero en vez de retroceder, avanzó un poco -. Espero que sí, por que la famiglia es una mierda - sonrió -. ¿Dolerá mucho?

- Un poco - contestó, deteniéndose a pocos milímetros de él, levantó la barbilla del chico con el dedo índice para que lo mirase de cerca. Sus ojos amarillos brillaban con la luz de las estrellas, hipnóticos -. Pero te distraeré para que no sufras tanto... - susurró, mirándolo directamente. Bal se inclinó sobre sus labios para rozarlos con los suyos con suavidad. Lo tocó con sus colmillos y bajó con calma por su barbilla, dejando una línea de caricias casi inexistentes a su paso.

- Hazlo - suspiró, temblando un poco y rozando con sus yemas de los dedos el traje de Bal. Su mente trabajaba a mil por hora, seducida por el monstruo. A reacción de sus gestos, Azra dejó escapar un suspiro suave y agitado, pegándose a él por necesidad y básicamente, también por miedo -. El frío de tu piel es agradable - susurró, totalmente ido.


El aludido ronroneó un poco, lo rodeó con sus brazos con demasiada delicadeza, buscando su cuello y dejó que sus labios hicieran un camino hasta encontrar el lugar que buscaba.

- Mira las estrellas... - susurró sobre su piel -. Es la última vez que las verás de esa manera tan simple y mundana...

El joven humano se agarró a él primero, después miró el pelo rojo, oscuro ante la ausencia de luz y después, alzó la mirada al cielo, rodeándolo con sus brazos, como si tuviese miedo de ir a caerse - Hazlo - lo animó de nuevo, jadeando.

Balthazar separó los labios y sin más preámbulo hundió sus colmillos en la suave piel del joven. El pinchazo trajo consigo un dolor inesperado, la sangre comenzó a manar al instante y el vampiro cerró los ojos al sentir el delicioso y cálido líquido bajando por su garganta. Aquella sangre había permanecido pura y poder comprobarlo le dio un chute de placer.


Azrael intentó sofocar un pequeño grito que pronto se fusionó con sonidos más suaves que le confundieron incluso a él. Sentía cómo su cuerpo intentaba defenderse, dándole calambres para que se moviera, pero ni si quiera podía por mucho que lo intentara. Se quedó aferrado al vampiro como si le estuviese suplicando aquello - Bal...- gimió un poco, cuando empezaba a marearse.

Él lo atrajo con más fuerza contra su cuerpo y siguió bebiendo más y más sangre. Necesitaba llegar al punto adecuado, un punto en el que no hubiese retorno.

Con el paso de los agónicos segundos, los sonidos suaves empezaron a convertirse en diminutos quejidos. Desde luego no era agradable notar cómo le drenaba la vida con tanta facilidad...¡y con colmillos afilados como navajas! Se agarró con fuerza a la espalda del vampiro, aunque tampoco le quedase mucha a la que recurrir.

Finalmente el vampiro se separó, impoluto aunque los labios estaban casi igual de rojos que su cabello. Lo sujetó con una mano y dirigió su derecha a su boca, donde mordió, luego acercó la muñeca goteando sangre a los labios del moribundo.


- Bebe... - siseó, observando cómo una gota de su sangre caía sobre las mejillas ahora pálidas del joven. Azra le miró, hipnotizado por el color y el olor. Debería ser algo atroz, pero no lo veía así. Quería pensar que se sentía aún bajo su influjo y que no era él el monstruo por tener esos pensamientos.

Acercó como pudo primero sus labios, abriendo la boca, no muy convencido. Cuando parecía no poder moverse más, fue una de sus manos la que sacó energía de algún lado para forzar la cercanía. Sabía metálico, tampoco era muy agradable al paladar y le dejaba la boca seca...pero después de unos seis segundos, lo apretó con fuerza y abrió más la boca para atacar la piel fría, con rabia, clavando sus dientes humanos y desafilados en la carne.

El vampiro sonrió mirando aquello mientras se relamía los labios. Lo dejó hacer durante unos breves segundos, tenía que tomar suficiente para que la transformación fuera completa pero tampoco tanto como para que le afectase a él...

Azra empezó a soltar jadeos hambrientos, como si se hubiese vuelto loco y el sabor a metal, de repente era como la miel. El agarre ya no era tan fuerte, pero sí que procuraba no dejar escapar ni una sola gota.

NIGHTDALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora