3. Promesas

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- ¿Q-qué dices? Qué tonterías...- sintió cómo le subían los escalofríos por la espalda junto a un calor abrasador -. Vuelva al bar, aquí no hay nada interesante.


- Oh, pero en eso estás equivocado... - continuó el pelirrojo -. ¿Qué dirías si pudiese darte todo con lo que sueñas? - murmuró sensual.

- ¿E-eh? - preguntó confuso, dejándose llevar por aquellos ojos. Toda su vida había sido algo similar a un infierno, así que las palabras le calaron demasiado hondo a pesar de venir de alguien tan extraño...y atrayente...estaba adormilado -. ¿Todo lo que sueño? Ni yo se qué es - contestó, arrimándose a la pared para apoyarse en ella y escapar.

- Si aceptas, te daré fuerza, no sólo física, pero también moral... no tendrás problemas con la popularidad, serás siempre un lucero que brillará en la noche con luz propia... un poderoso joven seguro de sí mismo - murmuró, acorralándolo contra la pared.

Azra sintió cómo los pelillos de los brazos se le ponían de punta. Se estaba erizando entero y dejó escapar un suspiro, engatusado y electrizado - Estoy...estoy considerando...que no seas un loco - consiguió decir -. Discúlpame, por que jamás se me ha acercado alguien así y no estoy...acostumbrado - ¿pero qué decía, por qué se disculpaba?


- Está bien... - susurró, acercándose más, hasta deslizar sus labios por su mejilla -. Te dejaré pensarlo... - murmuró en su oído, bajando hasta su cuello, donde inhaló y soltó un suspiro al sentir aquel agradable aroma tan puro y limpio.

El joven se atrevió a alzar una mano y agarrarse de la ropa del pelirrojo, sin poder evitar soltar por sus labios un sonido bastante poco adecuado -. N-ni si quiera sé quién eres - murmuró, acalorado.

- Balthazar... - siseó, antes de lamer su cuello, despacio.

- ¿Está mal desear ser mejor? - preguntó entre suspiros, no reconociéndose a sí mismo -. Quiero serlo... - añadió, definitivamente hipnotizado.


- No... - se levantó un poco para mirarlo y deslizó su dedo índice despacio por la línea de su mandíbula hasta su barbilla -. No es nada malo... pero, si quieres cambiar, sólo tienes que pedirlo - le miró con algo que parecía más que lujuria. Sus ojos no mentían.

- ¿Cómo? ¿A caso eres cirujano y oculista? - bromeó, rodeándolo con sus manos.

- Algo mucho mejor... - susurró -. Pero la vista también la arreglaré - levantó un poco su barbilla para que le mirase bien -. Vendré mañana para escuchar tu respuesta... - siseó, clavando sin piedad su mirada dorada en él.

- D-de acuerdo - contestó, tragando con nerviosismo. Por algún extraño motivo, creía lo que decía y sabía que lo haría. ¿Hipnosis real? Qué tontería...si sólo hubiese bebido algo aquella noche...- Me lo voy a pensar.


El pelirrojo se separó y le sonrió malicioso. En un breve parpadeo, había desaparecido de su rango de visión.

Miró rápidamente a todos los lados, buscándolo - ¿Dónde está? - preguntó en voz alta, alarmado. Estaba demasiado alterado como para reaccionar bien y sólo fue capaz de meter las cajas en la furgoneta y quedarse sentado, mirando el suelo del callejón, con el corazón a mil por hora tanto por miedo como por excitación.

¿Estaba loco si se ponía a considerar de verdad la opción de ese tal Balthazar?

Lo único que tenía era sus amigos y aun así se sentía como un comodín, algo que estaba ahí por complementar...su madre había fallecido no hacía tanto y su padre había estado mucho tiempo divorciado y lejos. Él aún continuaba yendo al convento al que siempre había ido su madre a ayudar como voluntaria y sintió que aquel era un buen momento para ir a refugiarse, calmarse y quizá pensar. Probablemente pedir perdón. De todos modos, ya había terminado su turno de noche. Arrancó la furgoneta y salió un poco del pueblo para llegar al convento en busca de paz mental. Aparcó cerca de la entrada y se puso una sudadera para calmar el frío. Llamó a la puerta, esperando que alguien le contestara a las doce de la noche, como hacían siempre que necesitaba un sitio donde quedarse.

NIGHTDALEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora