Capítulo 6. Hermanito

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El viaje en auto hacia Saint Marie es una larga y lenta tortura, Hassan va siguiendo el automóvil de Marek por un camino boscoso, tal como lo recordaba, a las personas les parece un lugar hermoso el gran bosque del Tay, para mi es tétrico y siniestro por lo que esconde en su interior.

Abro y cierro los puños por la ansiedad que siento de acercarme a ese lugar que fue mi infierno, de pronto la mano del turco sostiene la mía.

—Si no te sientes lista podemos regresar otro día.

—No, tengo que hacerlo ya, creo que nunca estaré lista del todo para volver a ese sitio. No te separes ni un segundo de mí por favor —necesito la seguridad que me da su presencia y saber que él me protege.

—No tienes ni que pedirlo, mientras seas mi protegida nada te pasará —la tranquilidad de su voz me calma un poco.

La verja aparece ante mi vista y aprieto mas fuerte la mano de mi guardaespaldas, mis uñas se clavan en el dorso de su mano pero no se queja ni la retira, me da su apoyo tal como se lo he pedido. El vehículo de Marek traspasa la verja seguido del nuestro, cierro los ojos para tratar de controlarme pero lo único que logro es viajar a la vez anterior que sucedió esto.

—Sé que me quieres, puedo sentirlo, no me hagas esto por favor.

—Perdóname damiya.

—¡No! ¡No Ömar, por favor!

Abro los ojos con la respiración completamente irregular, el dolor y la rabia me embargan, él me dejó aquí, mis ojos se humedecen y parpadeo rápido para deshacerme de las lágrimas, no es momento para ponerme sentimental, vine por uno de mis objetivos y en eso me debo centrar.

La camioneta se detiene en el mismo sitio donde lo hizo ese automóvil lujoso que me trajo de vuelta la última vez, veo por la ventana el edificio que tanto odio, Hassan desciende y me abre la puerta, tomo su mano y camino hacia el auto de mi padre.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto mi niña? —Marek se acerca a mi pero mi guardaespaldas se interpone entre los dos.

—Vamos adentro —digo secamente, no pienso mostrarme débil ante mis verdugos.

Camino con paso firme, tener la mano del turco me impulsa, él me protege. Marek me abre la puerta de roble y en dos pasos mas ya estoy dentro de la casa principal, los recuerdos se arremolinan en mi mente, las miles de veces que atravesé estas estancias y pasillos vestía muy diferente a hoy, llevaba a penas un ligero camisón, hoy tengo puesto mi mejor vestido de marca, una cazadora italiana y zapatos de diseñador y aún así me siento mas desnuda que antes.

Las esclavas que se topan con nosotros me miran fijamente, algunas cuchichean entre ellas, no sé si me reconocen o no, llevo un buen maquillaje y el cabello recogido en un moño elegante, quizá sólo especulan por ver a una mujer que no sea esclava aquí.

Levanto el mentón al pasar a lado de las mujeres, ni siquiera me digno a mirarlas ya no somos iguales, esta, mi nueva yo, es una perra desalmada sedienta de venganza, basta de inseguridades.

Marek a mi izquierda y Hassan a la derecha me escoltan protectores hasta llegar a la puerta de la oficina de Alek, el árabe la abre sin llamar y entramos.

La imagen de Alek sentado detrás su computadora portátil me golpea de frente, levanta la vista de la pantalla y se petrifica un momento al vernos o mejor dicho al verme. Se levanta de un salto y se acerca a nosotros en un andar arrogante.

—Nath —murmura al llegar a mi.

—Nathalie —lo corrijo— Que gusto verte.

—Lo mismo digo —dibuja una sonrisa maléfica y yo hago lo mismo.

TINIEBLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora