En la eternidad

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La claridad no me molesta como en otras ocasiones, la luz intensa no me hace apretar los ojos ni me produce dolor de cabeza.

No hay nada a mi alrededor, solo luz, no sé dónde estoy, pero me agrada, me gusta no sentir nada.

Avanzo sin dirección alguna hasta que en mi campo de visión aparece un piano negro, brilla y resalta entre la luz, tomo asiento en el banquillo y mis manos van a las teclas.

Mi mente está en blanco pero mis manos se mueven sin ordenárselo a lo largo del teclado presionando las blancas y negras sin siquiera mirarlas, cierro los ojos apreciando el color de la música.

Paz y tranquilidad, unos ojos azul celeste me observan, el color de su respiración se funde con el de la melodía mientras inhala profundamente sobre mi piel.

Me veo a mi mismo tocando su piel blanca, es suave y se eriza con mi contacto, el largo cabello rubio cae por su espalda, se siente sedoso entre mis dedos, lo huelo, su aroma es familiar como estar en casa sin embargo no descifro que es.

Su risa suave agrega más color a mis pensamientos, observo sus labios rosa sonreírme y me acerco a besarlos.

Algo cálido recorre mi cuerpo, no sé que es pero es agradable sentir algo en medio de la nada. Intento ver su rostro pero no lo consigo, en mi mente sólo se proyectan sus ojos celeste y sus labios sonrientes.

No sé quién es la mujer que veo en mis pensamientos pero es como si la conociera, su piel, su olor, su mirada, todo es tan familiar y a la vez confuso.

Me niego a abrir los ojos, si lo hago volveré a estar solo en la claridad y prefiero ver esos azules hechiceros.

Continúo tocando el piano por tiempo indefinido, mi mente proyecta una película donde la desconocida mujer rubia es la protagonista.

Recorro su cuerpo entero con mis manos, su piel blanca se tiñe de rosa cuando la aprieto y enrojece con algunos azotes, no sé porqué pero me gusta verla así, el contorno de mis manos marcado en la superficie de sus glúteos me hace jadear y querer besarla, lamerla y sentir el calor que desprende.

Rodamos entre sábanas blancas, saboreo cada milímetro de su cuerpo y disfruto de sus gemidos cuando fundo su cuerpo con el mío.

Intento una y otra vez ver su rostro sin conseguirlo, quiero saber quién es esa mujer que me está haciendo perder la cabeza y que es la única fuente de sensaciones en medio de la nada.

—Khaliqi —pronuncian sus labios y la voz sale como un murmullo en el aire inundando de colores todo el espacio por dónde flota.

—Abtikari —respondo sin saber porqué, simplemente escapa por mi boca.

Abro los ojos cuando mis manos se detienen en la última nota de la melodía, los ojos azules y la piel blanca se esfuman de mi mente, no puedo verlos más a pesar de que pongo todo mi empeño en seguir haciéndolo.

Regreso las manos al teclado e inicio de nuevo, si la melodía es la que me permite verla seguiré tocando indefinidamente, no tengo nada más que hacer, bien puedo pasarme la eternidad mirando esos ojos azules y pintando mi mente en blanco con el color de su respiración.


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