Capítulo 32. Acéptalo

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—Te estás volviendo un perezoso —murmuro en su oído— Sara dice que no duermes pero yo te veo dormir todo el tiempo —sonríe con medio rostro enterrado en la almohada.

—Solo cuando estás tú puedo dormir tanto porque cuando estás me tomo los medicamentos sin problema —se gira en la cama para quedar boca arriba— Desde que te fuiste a Edimburgo dejé de tomarlos.

—¿Por qué no te los tomas por tu mismo? —recuesto la cabeza sobre su pecho y mis dedos se mueven sobre su piel, repasando algunos de sus tatuajes—. ¿Por qué los tomas cuando estás conmigo?

—No es tan divertido follar en medio de un episodio maníaco, prefiero hacerlo controlado y poder satisfacer tus necesidades de ninfómana —me río de su declaración, este es un descarado.

—Eres tú el que todo el tiempo tiene erecciones, si por mí fuera podríamos estar perfectamente bien sin coger.

Mentirosa.

—¿Ah si? —me tumba en la cama y sube sobre mi cuerpo— Ahora resulta que no eres una puta a la que le gusta que le meta la verga a cada rato —mordisquea mis pezones por encima de la tela del camisón— Estoy seguro que ya estás húmeda.

Si lo estoy, tan solo con verlo dormir me excito.

—Si soy una puta —me remuevo debajo de su cuerpo levantando la cadera para frotarme contra su pelvis— Me encanta que me metas la verga todo el tiempo —presiona la cadera contra mi pubis y siento su pene latir endureciéndose— Saber que solo duermes conmigo me gusta, pero lo mejor es saber que me amas.

—No te amo, te odio —susurra besando mi cuello.

—Me amas —insisto, sé que no lo reconocerá pero me divierte oírlo negando sus sentimientos— El creador se enamoró de la creación y ahora no puede dormir, ni coger, ni vivir sin ella —sonrío triunfante.

—Me parece que ahora sí estás completamente loca, ve con Sara a que te atienda, estás alucinando —gira sobre su espalda llevándome con él, me acomoda perfectamente sobre su cuerpo.

—Entonces estoy alucinando —frunzo los labios— Bueno, si no es cierto nada de lo que digo no te importará que me vaya al departamento —hago el intento por bajar de su cuerpo pero me retiene colocando las manos sobre mi cadera.

—No vas a ningún lado —sube las manos a mi espalda y me jala a su pecho— Eres mi sharik y te vas a quedar conmigo.

—¿Qué significa sharik?

—Compañera —dice en voz baja y acaricia mi mejilla con los nudillos.

Las palabras se me atoran en la garganta, esa caricia es como la de anoche y como el beso que me dio cuando estábamos en el piano, inesperada y se siente sincera. Veo sus nudillos, están lastimados por golpear a Cinna, tomo su mano y beso sus heridas repetidas veces.

—Siempre haces eso —pasa saliva ruidosamente— ¿Por qué?

—No me gusta ver tu cuerpo lastimado —me inclino hacia él y dejo un beso suave a sus labios.

Me devuelve el beso de la misma manera, lento y profundo, haciéndome suspirar por lo que esos labios gruesos y cálidos generan en mi interior. Sonríe con la boca pegada a la mía y por un segundo me pierdo en la profundidad de esos ojos casi negros por las pupilas dilatadas y en el brillo que reflejan en estos momentos a pesar de la penumbra.

Sharik —susurro— Me gusta como suena y me gusta lo que significa.

—Y a mi me gusta que seas tú la que lleve el título.

Maldita sea no me digas esas cosas, tengo que seguir odiándote.

—Si soy tu sharik debes aprender a confiar en mi, tengo que ir de nuevo a Edimburgo en unos días, pero voy a regresar.

TINIEBLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora