Capítulo 40. Pérdidas

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Amún.

Dejo sobre el escritorio el sexto trago de whisky, hacía mucho tiempo no tomaba alcohol, lo tengo contraindicado pero en este preciso momento me importa una mierda, esa maldita mujer me tiene tenso, le ordené que me llamara en cuanto se desocupara y no lo ha hecho. Le marqué dos veces y no obtuve respuesta, no le di mayor importancia porque pensé que podría seguir con sus asunto y yo estaba también en medio de una reunión, pero a estas horas ya no puede estar ocupada en eso y tendrá que darme una explicación de porque carajos no hace lo que le ordeno.

No quería hacer esto, quería confiar en ella como me lo pidió pero ella no me deja otra opción, tomo mi móvil de nuevo y marco el número de uno de los informáticos de la empresa, el que se dedica a hacernos favores especiales cuando los necesitamos. No es tan tarde pero tampoco son horas de hacer llamadas que no sean en verdad importantes, como esta. Obtengo respuesta al segundo tono de llamada, él sabe que siempre debe estar disponible para el dueño de la empresa, su voz como siempre suena sofocada, puede ser un genio en la informática pero en cuanto a personalidad y físico deja mucho que desear.

—Señor Al Qadar a sus órdenes —habla con premura con ese acento oriental que me divierte.

—Hakiro buenas noches, necesito que rastrera un número de teléfono por mí —voy directo al grano, necesito saber cuánto antes donde carajos está metida Abtikari.

—Por supuesto señor, permítame un momento.

Escucho ajetreo del otro lado de la línea, supongo que debe estar levantándose de la cama y encendiendo la computadora, sin esperar a que me lo pida dicto el número de teléfono de Nath. No quería tener que recurrir a esto pero ella no me deja otra opción, necesito saber si se fue a Edimburgo o sigue en Londres, para cualquiera de las dos respuestas tendrá que darme una explicación de porqué no me ha llamado. Un par de minutos después me informa que no está localizable porque seguramente lo tiene apagado, maldigo en voz alta provocando que Hakiro ahogue una exclamación.

—Inténtalo de nuevo, durante toda la noche si es necesario y en cuanto tengas la información me la haces llegar. —No espero su respuesta, cuelgo antes que pueda decir algo con esa voz estrangulada.

Me siento en el sillón giratorio y apuro el trago de whisky, debería estar preocupado y ocupado en otros asuntos como la junta de mañana con William Armstrong pero en cambio mi única preocupación es donde está Abtikari que no está conmigo. Aprieto el puño y lo estrello contra la superficie pulida de ébano, la odio. Odio que no haga lo que le ordeno, odio amarla como lo hago, odio esta desesperación que me embarga cuando no está conmigo, odio extrañarla cuando no tiene ni ocho horas que la vi por última vez, odio necesitarla conmigo a cada minuto del día, necesitar su respiración, su sonrisa altanera y su actitud descarada e insolente.

No sé cómo ella lo logra pero la odio y quiero estrangularla al mismo tiempo que la amo y la deseo. Cierro los ojos e imagino lo que sería tenerla ahora mismo conmigo, la haría hincarse ante mi y que su boca complaciente me diera la mejor mamada de mi vida. Suelto el cinturón y bajo el cierre, mi mano se posa sobre mi miembro, está duro sólo de recordar las veces que he estado dentro de la boca de Abtikari. No me gusta masturbarme y no pienso hacerlo, ya me desquitaré con esa mujer por la dolorosa erección que tengo y por el hecho de que no esté aquí abierta de piernas para mí.

—¿Qué haces aquí? —gruño en voz alta al percibir su presencia.

—Sólo quería saber cómo estabas —responde en voz baja, no abro los ojos con el sonido de su voz puedo percibir como se mueve a mi alrededor—. ¿Necesitas algo?

—No, vete a dormir —ordeno pero ella no obedece, se hinca frente a mi justo como deseo que lo haga otra.

Coloca las manos en mis rodillas y asciende lentamente por mis muslos, me tenso con su toque, no la quiero cerca de mí, su traición ha hecho que pierda el mínimo sentimiento que tendría hacia ella, no es que la quiera pero si me agradaba su compañía cuando no era una loca celosa y ridícula. No hago nada por detenerla, sus manos llegan hasta mi entrepierna y se posan sobre la mía, con la que mantengo a mi verga dentro del bóxer.

TINIEBLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora