Capítulo 11. Arte

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Hassan se ve malditamente bien en ese esmoquin que compramos esta mañana en el Dubái Mall, estar en ese sitio me trajo recuerdos, como todo lo que tiene que ver con esta ciudad, sin embargo esta ocasión fue distinta.

No hubo nadie que me regañara cada minuto por cualquier tontería, no tuve que usar ropa que no va conmigo y pude elegir el hermoso vestido elegante que yo quería.

La exposición de arte comenzó hace aproximadamente una hora, pero me retrasé por ir a un salón de belleza a que me hicieran un peinado y colocaran unas extensiones de cabello, no me agrada tanto lo corto que lo llevo.

El resultado me gustó, un maquillaje sutil pero lo suficiente para hacerme ver bonita y el peinado despreocupado que no permite ver las extensiones. De pie en la escalinata de entrada a la galería las piernas me tiemblan un poco.

—Recuerda que estoy a tu lado para no permitirte dar un paso atrás —Hassan toma mi mano y su contacto es lo que me impulsa a caminar.

Sentir su calidez y serenidad me da el valor que necesito, dentro de este lugar está uno de esos árabes, espero poder reconocer de quien se trata. En el sitio hay muchas personas, todas elegantemente vestidas y me satisface comprobar que el turco y yo nos mezclamos perfectamente bien, muchos son árabes pero también hay una gran cantidad de extranjeros.

Algunos hombres me miran de reojo al pasar, sé que mi vestido es un poco atrevido pero no lo suficiente como para ser señalada como inmoral en esta cultura, o tal vez si.

Es negro completamente de un encaje que se ciñe a mi cuerpo, el fondo es del mismo color que mi piel y da la apariencia de que no traigo nada debajo, la espalda es descubierta hasta la cintura y no me preocupa exhibir mis cicatrices, las llevo con orgullo, la muestra de la vida de mierda que he tenido que soportar y de la cual sobreviví. Las mujeres también me miran de arriba abajo, algunas llevan las abayas elegantes y bordadas, otras vestidos de gala pero recatados, disfruto un momento de esto, ser el centro de atención como en mis años de Cherry.

Hassan permanece muy cerca de mi, un camarero joven nos ofrece copas de vino blanco y las tomamos, nos paseamos por aquí y por allá en busca de mi objetivo, no le presto mayor atención al arte, simplemente asiento con una sonrisa ante cualquier comentario emitido por alguna persona a mi lado respecto a las pinturas y esculturas, después de unos veinte minutos por fin localizo su imponente figura, está de espaldas a mi pero sé que es él, lleva un traje gris oxford hecho a la medida, el cuello de su camisa es blanco y adivino que no lleva corbata, lo puedo reconocer aún con los ojos cerrados.

—Ahí está —susurra en mi oído.

—Ya lo vi, quédate aquí voy a pasar por el frente de él casualmente para llamar su atención —asiente, respiro profundo y pongo rumbo en su dirección.

Camino con soltura frente a él pero no lo miro, simulo estar interesada en la escultura que está a unos dos metros, me tomo unos veinte segundos para apreciar la obra, levanto un instante el rostro para verlo precisamente el momento exacto que mira hacia donde estoy. Nuestras miradas se encuentran una fracción de segundo, lo reconozco inmediatamente, es Ömar, él se petrifica al verme, el contacto es interrumpido por un grupo de personas que pasan entre nosotros y aprovecho para desaparecer tras una muralla.

—Te vio, te está buscando con la mirada —murmura el turco en voz baja, su cuerpo me ayuda también a ocultarme.

Asomo un poco el rostro por un costado y lo observo, efectivamente mira en todas direcciones como si buscara algo. Una mano toca su brazo levemente y las tripas se me aprietan con la ira, la zorra. Devuelve la atención al grupo de personas con las que platica, le dedica una sonrisa y la furia se expande hacia todo mi cuerpo.

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