Capítulo 36. Tú y yo y confesiones

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Quiero aprovechar los últimos rayos de sol de la tarde, me quito la ropa y quedo en el conjunto de lencería rojo que tanto le gustó a mi árabe demente, saco las esposas de la maleta y me voy a recostar a uno de los camastros junto a la piscina frente al mar.

La vista es impresionante, la arena de la playa es muy blanca, hay pocas palmeras alrededor y el mar abierto hipnotiza con el oleaje que rompe en la arena, si no fuera por el motivo principal por el que fue construida esta casa pensaría que esto es un paraíso, aunque es realmente una prisión.

En mi campo de visión aparece mi árabe demente, me recreo viéndolo de arriba abajo, va desnudo solo con las gafas de sol puestas y se ve malditamente sexy, tanto que debo contener las ganas de abrirme de piernas para que me folle de una vez. Se para junto a mi y su enorme cuerpo musculoso me hace sombra, enarco una ceja, quiero asolearme un poco y él me lo está arruinando.

—Ponte de pie —ordena y ruedo los ojos, adiós bronceado.

—¿Sabes Amún? Tienes perdida la palabra por favor en tu vocabulario.

—¿Quieres que te pida por favor las cosas? —ahora es él quien rueda los ojos y los pone en blanco— Abtikari ponte de pie por favor que voy a ponerte las pinzas en los pezones y después follarte hasta que no pueda tener una erección ¿Te gustó así?

—El sarcasmo no es lo tuyo, te voy a dar clases —digo levantándome del camastro.

—Lo mío es follarte cada vez que tengo ganas —susurra con malicia dirigiendo sus manos a mis senos.

Retuerce mis pezones entre sus dedos, es duro, a él no le preocupa hacerme daño porque sabe que cualquier cosa que me haga me va a excitar. Los estira al máximo haciendo que mi entrepierna comience a humedecerse, de por si el roce de la cadena es estimulante pero lo es aún más sus caricias crueles.

Coloca una de las pinzas y luego juguetea con mi pezón apresado por las puntas, su lengua me saca suspiros lamiendo mi piel sensible y cosquilleante. Repite la operación con el otro, excitándome más, si es que eso es posible, creo que siempre estoy excitada cuando el ronda mi alrededor.

—Vamos a la piscina.

—No sé nadar —veo la cristalina e imperturbable superficie del agua, luce profunda y me estremezco.

—No sabes nadar —repite mis palabras— Siempre te cuidaré recuérdalo —me alza en brazos y se dirige hacia los escalones.

Abrazo su cuello mientras me lleva cargando, me gusta cuando hace esto, su cuerpo es tan fuerte y el mío tan pequeño que no le cuesta el más mínimo esfuerzo, seguro levanta pesas con mayor peso que el mío. Se detiene a la orilla de la piscina y deja un beso en mis labios, sonrío y espero que si introduzca pero en cambio me veo lanzada hacia el agua que comienza a llenar mi boca.

Busco desesperadamente algo con que sostenerme y salir a flote pero no hay nada a mi alrededor mas que agua. 
Pataleo y manoteo tratando de no hundirme, el agua me entrando por mi nariz la hace arder, de pronto siento un tirón en mi pie que me vuelve a sumergir.

Amún me atrapa entre sus brazos y me besa, golpeo su pecho bajo el agua, es un jodido hijo de puta loco que no se da cuenta que me estoy ahogando o simplemente le importa una mierda, sale a la superficie sosteniéndome contra él y por fin puedo respirar.

Toso escupiendo un poco de agua y quitándome el pelo de la cara mientras él se ríe  de mí y vuelvo a golpearlo, pero mis puños sobre sus pectorales solo lo hacen reír más.

—Voy a tener que ponerte las esposas —continúa riendo y me hace rodearle la cintura con mis piernas, no sé cómo logra mantenerse a flote conmigo sobre su cuerpo pero no me importa mientras no me suelte.

TINIEBLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora