Capítulo 35. Autos, lencería e islas

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—Buenos días —saludo alegremente entrando en la cocina.

Frederika, Sara y Marceline ya están desayunando, me siento en la barra frente a Zanahoria y le dedico un sonrisa burlona. Amanecí de muy buen humor y como no habría de hacerlo si la lengua perversa de Amún en mi clítoris me hizo abrir los ojos. Sexo mañanero nada somnoliento ni perezoso, creo que con mi árabe demente nunca habrá ese tipo de sexo, el despierta lleno de energía dispuesto a darme excelentes orgasmos matutinos.

—Zanahoria quita esa cara te vas a arrugar y aún estás jo... bueno no sé que edad tienes realmente ¿Cuántos años tienes Marceline?

—Te importa poco —ladra y aprieto los labios para no reírme.

—Que falta de educación la de la servidumbre de hoy en día —expreso mirando a Sara.

—Nathalie no se me hace correcto menospreciar a nadie por su condición, Marceline es parte del servicio pero también de la familia, ha estado aquí por mucho tiempo. 

¿Parte de la familia? Jamás.

—No es más de la familia que yo, quizá a ella no le ha quedado claro porque es muy estúpida e igualada —coloco los codos sobre la barra y recargo el mentón sobre mis palmas— Ellos me quieren a mí, yo si soy parte de la familia, esta —hago una seña de desdén y hacia Zanahoria— No es más que una recogida.

—Eres una desgraciada —musita Marceline con los ojos llorosos y la voz temblorosa.

Si lo soy.

—Lo mismo podría decir yo de ti —sonrío— Dime Sara ¿Sabías que Marceline me alimentaba mientras me mantenían encerrada en el sótano? ¿Te dijo alguna vez que me dejó encerrada en la construcción al fondo en medio de la oscuridad?

Sara abre los ojos y mira a Marceline que está roja de coraje, supongo, porque esta no conoce la vergüenza, después mira a Frederika como buscando quizá corroborar que lo que le digo es cierto, la alemana solo baja la vista al piso y se dedica a servirme el desayuno y a ponerlo frente a mi, le doy una sonrisa de agradecimiento y vuelve a tomar asiento sin decir nada y sin mirar a nadie en específico.

—Veo que eso no te lo han contado —agrego tomando un tenedor para pinchar un trozo de fruta— También me agredió cuando yo estaba sin fuerzas en el piso, sangrando por los latigazos y completamente destrozada por lo que acababa de descubrir y en todo momento ella observó sonriendo como ellos acababan con lo poco que quedaba de mi después de catorce días de torturas en esta casa.

Miro a Marceline con una ceja enarcada, ella pasa saliva ruidosamente pero no dice nada, es que no puede siquiera hacerlo, sabe que es verdad todo lo que estoy diciendo.

—Y no conforme con eso roció lejía sobre mi cuerpo lleno de heridas abiertas porque estaba manchando la alfombra con mi sangre.

Sara sigue atónita mirando a Zanahoria que me mira a mi con ojos cargados de rabia y lágrimas, tranquilamente continúo desayunando, Amún no debe tardar en bajar para irnos de compras como le pedí ayer. Y justo como lo pensaba, en ese instante aparece por la puerta vistiendo vaqueros negros y camisa negra con las mangas dobladas sobre sus codos, el cabello perfectamente peinado hacia atrás y lentes negros, es en este momento, la viva imagen de Ömar, el sexy e imponente hombre de negocios.

—Que guapo —murmuro guiñándole un ojo y señalando el taburete a mi lado para que se siente, Frederika inmediatamente le sirve el desayuno.

—Buenos días —dice en general pero me mira a mí.

—¿Vas a salir? —pregunta Marceline alarmada.

—Si, vamos a vagar un rato, a Amún no le hace bien estar encerrado todo el tiempo —contesto por él.

TINIEBLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora