Capítulo 46. La última vuelta del carrusel

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Brett anuncia la llegada de mis invitados de honor cómo se lo pedí, acaban de traspasar la verja de Saint Marie y solo es cuestión de un par de minutos para que atraviesen el sendero y lleguen al estacionamiento.

Respiro profundo sentada en el sillón giratorio y me armo de valor para ponerme de pie y bajar a su encuentro, le hago una pregunta silenciosa a Hassan con la mirada y él asiente también sin decir palabras.

El trasero me arde cuando me paro y avanzo hacia la puerta, el turco no me sigue, sabe cuál debe ser su lugar. Bajo con calma los escalones y justo cuando piso el último los veo atravesar la puerta principal.

Me sorprendo un poco de verlos a los dos en el exterior juntos, llevan ropa distinta, Ömar tan elegante y altivo cómo es él, perfectamente peinado y pulcro, Amún viste todo de negro, con prendas casuales, su barba está ligeramente más crecida igual que su cabello, ambos traen gafas pero yo sé distinguirlos aún sin ver sus ojos.

Avanzan hacia a mí con paso rápido, en un par de segundos acortan la distancia que hay entre la puerta y la escalera, sus brazos me rodean posesivos, ambos examinan mi rostro y tocan mi cuerpo comprobando que estoy completa.

—¿Dónde está ese idiota? Lo voy a matar —gruñe mi loco.

—Shaqiq no podemos meternos en más problemas de los que estamos ya te lo dije. ¿Quieres empeorar nuestra situación?

—Tranquilos —intervengo cuando veo que Amún va a contestar—, no es necesario que lo mates, ya lo hice yo.

Los dos me miran con gesto de sorpresa, mantengo mi rostro inexpresivo como lo he hecho desde que entraron por la puerta, mi mente mantiene controladas mis emociones, una última vuelta del carrusel y todo habrá terminando, no puedo fallar ahora.

Veo a uno de los guardias salir de la sala de descanso escoltando a dos esclavas, los tres nos miran como si no pudieran creer lo que ven.

—¿Qué hiciste damiya? —pregunta Ömar con preocupación.

—Lo que les dije, lo maté. —Mi voz suave se mantiene en calma.

—¿Qué hiciste con él? ¿Dónde está? —cuestiona Amún.

—Vamos a la oficina —pido—, tengo mucho que contarles.

Tomo sus manos y los dirijo hacia la oficina, la de Amún sostiene fuerte la mía, la de Ömar lo hace con sutileza, no puedo dejar de notar lo bien que se está llevando de la manos a los dos al mismo tiempo, si tan solo ellos pudieran comprenderlo, debemos estar los tres juntos.

Cierro la puerta, no necesito a ningún guardia husmeando por aquí, de por si el hecho de que los hayan visto va a desatar una ola de rumores.

—Siéntense. —Señalo el sofá y yo tomo lugar detrás del escritorio.

—¿Por qué te estás comportando así Abtikari? Esta no eres tú.

Mi loco tan perceptivo.

—¿Cómo quieres que me comporte después de lo que he pasado esta noche? —Arqueo una ceja—. ¿Qué es lo extraño? ¿Qué no salté encima de ustedes en cuánto los vi?

—Nath, es notorio que estás muy rara, no sabemos lo que pasó, explícanos para comprenderte.

—Ustedes también están raros ¿Saben? Tú... —Señalo a Amún—. No vienes con tu posesividad característica y tú —me dirijo a Ömar—, tu frialdad me está quemando. —Ömar intenta responder pero Amún se le adelanta.

—También tenemos cosas que hablar contigo pero será cuando nos larguemos de este lugar. ¿Qué estamos esperando?

Siempre desesperado.

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