Capítulo 47. La última vuelta del carrusel (parte 2)

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—Cuarenta —contesta impasible.

—Tengo cien aquí. —Levanto la caja y se la muestro—. Pero no te estreses, no voy a usar todas contigo. —Me río traviesa—. Si mal no recuerdo fuiste tú Ömi el que decidió castigarme, me mandaste al sótano a esperar por mi castigo así que considero justo que compartan ahora el suyo. —Agito la caja de agujas mientras me encamino a ellos.

—Estás excediendo el límite de mi paciencia Abtikari. —Me regodeo viendo su expresión furiosa.

—Árabe gruñón. —Le lanzo un beso en el aire y abro la caja de agujas.

—Las que yo usé contigo eran de un calibre menor —comenta viendo la descripción en la caja.

—Lo siento Khaliqi, no sabía ese dato porque estábamos en la obscuridad total. ¿Recuerdas?

—Recuerdo tus gemidos mientras te azotaba y follaba.

—Eres tan cínico. —Ruedo los ojos y saco una aguja, son de unos cuatro centímetros de largo—. Yo recuerdo donde fue la primera.

Lentamente inserto la aguja en su muslo, por encima de la rodilla tal como él lo hizo, aunque no pude ver nada en esa ocasión, como con la fusta, el recuerdo de las sensaciones es tan fresco como si hubiese ocurrido ayer. No despego la vista de sus ojos mientras voy colocando una a una la misma cantidad de agujas que él me puso en las piernas, diez en la derecha y diez en la izquierda, algunas muy cerca de la entrepierna. Su respiración furiosa me golpea el rostro cada vez que introduzco una nueva aguja, mantiene los labios apretados y no deja salir ni un solo sonido.

Ya veremos si pasa lo mismo con las que restan.

Cuando he terminado de pinchar sus muslos con las veinte agujas voy con Ömar, su mirada no es furiosa como la de Amún, trata de colocarse continuamente la máscara de frialdad que lleva todo el tiempo pero sus ojos me dejan ver por instantes que no disfruta del dolor como su hermano, si bien lo tolera bastante, es notorio que está luchando por no emitir ninguna queja cuando clavo la aguja y lentamente voy empujándola hasta que queda solo el adaptador por fuera.

El no me torturó de esta manera pero debe pagar también porque fue su arranque de celos en la playa lo que me mandó al averno a ser castigada. Después de colocar las veinte agujas regreso a mi loco, observo su piel erizada, quizá es por lo que pasa o quizá por el frío, sea cual sea el motivo él no me lo va a decir.

—¿Con cuáles seguimos Khaliqi?

—El vientre —responde con agresividad.

—¿Cuántas fueron? —Tomo una y rozo los cuadritos de su abdomen con el bisel de la punta.

—Cuatro.

—¿Sabes Khaliqi? —Pincho su vientre por debajo de el ombligo—. Me he preguntado muchas veces si en el momento en que hiciste esto conmigo ya había dos pequeños frijolitos árabes dentro de mí. —Empujo la aguja despacio y veo la vena de su sien palpitar—. No lo sé, pero que cruel pensar que no solo estabas atentando contra mi, también contra ellas.

—¿Te preocupa eso pero no te preocupa haberlas abandonado en manos de desconocidos? —sisea y saco otra aguja para enterrarla de golpe a unos centímetros de la primera.

—No las abandoné, las estoy protegiendo, ellas merecen una vida, un futuro mejor que el mío. —Entierro otra y otra, él no es quien para juzgarme por las decisiones que he tomado respecto a las mellizas.

—¿Y por qué mierda no las proteges tú? ¿Por qué se las regalaste a otros como si fueran algo desechable?

—No he podido cuidarme yo misma. ¿Cómo iba a cuidarlas a ellas? —Me separo de él y me dirijo hacia Ömar que se tensa al verme sacar otra aguja—. ¿Sabes lo difícil que es ver crecer tu vientre albergando la semilla de las personas que más odias en el mundo Ömi? —Entierro la aguja en un movimiento rápido y él deja salir un resoplido.

TINIEBLASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora