Capítulo 38. A las puertas del infierno

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Estar entre estos dos perfectos como peligrosos hombres es algo que no se puede describir con palabras. No he podido dormir mucho, en primer lugar porque mis pensamientos y sueños no me dejaron descansar demasiado y en segundo porque los tengo a los dos encima de mi, literalmente casi me asfixian, aún así es maravilloso. Acaricio sus brazos que me envuelven posesivos, ambos, la calidez de sus cuerpos me hace suspirar y sonreír.

Se que voy a terminar odiándome a mi misma por lo que voy hacer pero tengo que hacerlo, no puedo retractarme. Tuve toda la noche para pensar, para tratar de poner en orden mis ideas y creo que lo conseguí, solo es cosa de ajustar un poco los planes, los que los involucran a ellos, los demás seguirán tal como los he pensado, quizá si su amor es real podrán olvidar y perdonar, igual que yo.

Me renuevo un poco, necesito ir al baño pero va a ser imposible levantarme sin despertarlos, Ömar aprieta su agarre de mi cadera cuando intento separar su brazo. Sus comisuras de elevan ligeramente y esconde el rostro en mi cuello donde deja un beso que me hace cosquillas, giro el rostro hacia él y levanta la cara para darme otro beso suave en los labios.

—Necesito ir al baño —susurro para no despertar a Amún, me gusta que él duerma.

Se levanta despacio y sin hacer ruido y me ayuda a levantarme a mí, uso el sanitario y me cambio el tampón. Esto es raro, no había tenido el período mientras había estado con mis árabes, no me da vergüenza es algo natural pero estar en abstinencia con ellos si que es extraño. Mientras lavo mis dientes Ömar entra también, lo miro por el reflejo pararse frente al retrete y sin importarle mi presencia comenzar a orinar.

No sé que me embarga más si la risa por la situación tan ridícula o la sensación placentera de estar haciendo algo absolutamente normal, algo que seguramente hacen las parejas, usar el baño juntos. Nunca me he imaginado a mis árabes en el baño que no sea bañándose y follándome pero son humanos y lo usan para otras cosas y eso me divierte porque siempre los he visto como algo perfecto e inalcanzable y no como personas que usan el retrete.

—¿Qué es tan divertido? —pregunta mirando hacia mi, me enjuago la boca y me acerco a él.

—Nunca te había visto orinar y eso es divertido. —Lo abrazo por la espalda y dirijo mis manos hacia su miembro—. ¿Te ayudo?

Me deja colocar las manos alrededor de su pene y sostenerlo mientras él continúa, recargo la frente en su espalda y me río, esto es tan ridículo pero a la vez me hace sentir tan cómoda y en confianza con él.

—Ahora debes sacudirlo —murmura riéndose también y hago lo que pide.

—Es más divertido si lo sacudo de otra forma. —Doy una mordida juguetona a su espalda y guardo sus cositas dentro del bóxer.

Al girarme para salir del baño veo a Amún parado en el marco de entrada con los brazos sobre el pecho y con cara de pocos amigos, sin dejarme amedrentar por su gesto me acerco a él, suelto sus brazos y lo envuelvo con los míos y por la cintura.

—Buenos días dormilón. —Dejo un beso en su pecho—. Siempre eres el último en levantarte.

—¿Qué estaban haciendo? —gruñe pero rodea mis hombros.

—Ayudaba a Ömi con algo. —Me río—. ¿Tú también necesitas ayuda?

—No gracias, puedo orinar solo.

—Árabe gruñón. —Lo molesto para después soltarlo—. Voy a tomar un baño —anuncio quitándome el camisón.

Los dos se quedan estáticos mirándome entrar en la cabina de ducha, abro el grifo del agua y la dejó caer por mi cuerpo mientras paso las manos por mi vientre y asciendo a mis senos lentamente. Les sonrío a través del cristal y mando besos descarados a ellos, me sorprende que se queden ahí sin moverse y no estén ya aquí dentro recorriendo mi cuerpo como siempre.

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