TINIEBLAS

Capítulo 7. Primer paso

—¿Qué haces tu aquí? —Cinna levantan la mano y me señala con él índice.

—Qué pésimos modales tienes Cinna, alguien va a tener que educarte —miro a Hassan y le hago una señal con la cabeza—Desvístela y átala.

Él la sujeta y ella no opone resistencia a que le quite la ropa y la amarre al poste colgante donde el árabe frío me azotó, tiene perfectamente claro cual es su papel y como debe actuar.

Hassan no tiene experiencia en esto y se toma su tiempo ante la mirada altiva de Cinna, por supuesto esta zorra no me va a dejar ver su miedo pero estoy segura que está aterrada y si no lo está, pues que ilusa, hasta yo misma me doy miedo de mis pensamientos.

—Esto es mas divertido si lo haces sin ropa querido —el turco se desviste y queda únicamente en bóxer, me obligo a no verlo demasiado aunque su cuerpo me jala la vista— Toma lo que prefieras de ahí —señalo el estante con fustas, varas, paddles, látigos y un sin fin de instrumentos de tortura.

Hassan toma un látigo de cuero trenzado y una vara, buenas elecciones, las deja en la cama y se para junto a mí, su cercanía me perturba un poco pero me centro en lo que vine a hacer, sólo tengo cuarenta y cinco minutos y ya deben haber pasado veinte.

—Supongo que sabes porque voy hacer esto —sonrío dulcemente.

—Hazlo de una vez y deja de joder estúpida —sisea mirándome con odio.

—¿Oíste eso Hassan? No puedes permitir que esta puta me hable así —el niega con la cabeza apoyando lo que digo— Dale diez latigazos por su falta de respeto y si vuelve a hablar aumentaremos diez mas por cada vez que abra el hocico.

Toma el látigo y se coloca a unos dos metros de la espalda de Cinna, el primero no es tan fuerte y ella sonríe, creo que él apenas está tomándole el gusto y el modo a esto, el segundo ya va mejor encaminado a ser un castigo y la sonrisa de Cinna se va borrando con cada uno de los impactos, para el octavo su piel ya se ve roja y surcada pero no estamos ni cerca de lo que quiero hacerle, con el décimo ella deja salir un quejido de dolor y yo sonrío.

—Tengo tantas cosas que cobrarte Cinna que no se por cual empezar —camino a la estantería y tomo un paddle rectangular de madera sin cubierta, quiero que sienta cada uno de los golpes—. ¿Recuerdas la tarde que me anunciaron como la nueva Cherry y tú me abofeteaste cuando tuviste que entregarme la habitación?

No le doy tiempo responder, tomo impulso con el paddle en la mano derecha y lo estrello en su mejilla, su alarido de dolor me causa un escalofrío de excitación, me paso el paddle a la mano izquierda y repito el movimiento con su otra mejilla, para cuando vuelvo ver su rostro ya tiene las mejillas rojas e inflamadas.

Ella escupe varias veces la sangre que se le amontona en la boca y un cosquilleo se apodera de mis manos, quiero seguir golpeándola hasta no tener fuerzas, pero quiero que ella esté consiente, así que contra mis ganas de tirarle los dientes a punta de impactos con el paddle, lo dejo en la cama.

—También te robaste los chocolates que me dió Domm, belgas mis favoritos, eso no te lo puedo perdonar Cinna —niego con la cabeza chasqueando con la lengua realmente molesta, esos eran mis chocolates— Hassan creo que se merece quince varazos.

El turco asiente inexpresivo, toma la vara y golpea a Cinna en varias partes del cuerpo, esta vez si lo hace muy bien, con la fuerza que considero aceptable para esta zorra, con cada impacto el rostro de mi guardaespaldas se va endureciendo y ensombreciendo, comienza a disfrutar de esto.

Ella trata de no emitir quejido alguno pero no es tan dura como yo y se lamenta varias veces pero no tan lastimeramente como quiero y necesito oirla.

—Hubo una vez que estrellaste en el piso un perfume que me regalo Max —la piel se me eriza al pronunciar su nombre y recordar cual fue su destino y manos de quién— Eso me hizo enfadar mucho, sobre todo porque un par de días después me enterré uno de los trozos perdidos de vidrio en el pie cuando caminaba descalza, creo que eso amerita un castigo mas severo.