CAPÍTULO 22

550 107 206
                                    


Jayden.

No vuelvo a dejar que Ella escoja la música en un viaje de cinco malditas horas, y por cómo Adam se puso sus audífonos y se quedó dormido después de dos horas, creo que él piensa lo mismo que yo al momento de decir que Ella es muy talentosa en muchas cosas, pero saber escoger música no es uno de sus dones. Sin contar que puso la misma canción por más de una hora.

Ahora con la luna de compañía y con todos dormidos lo único que llega a mis oídos es el sonido del motor. Hay una paz extraña en mi pecho al ver a Isabel recargada en la ventana, descansando. Su cabello café cae por su cara, pero sé que se quedó dormida desde hace unos cuarenta minutos. Justo cuando Ella estaba venciendo la batalla contra el sueño, Isabel, quien iba en los asientos traseros con Adam, dijo que era mejor que cambiaran asientos para que ella me hiciera platica y no me quedara dormido yo. Fue una buena idea, y funcionó como por quince minutos antes de que Isabel se les uniera a Adam y Ella. No la culpo, no realmente. He visto lo estresada que ha estado estos últimos días y cómo termina muy cansada después de pasarse toda la tarde estudiando y haciendo tareas. Es por eso que cuando me di cuenta de que su cuerpo la había obligado a dormirse, apagué la música y me dediqué a conducir.

Miro el reloj de mi muñeca. 9.45 p.m. Aún falta más de una hora para poder llegar a Salagnac y de ahí treinta minutos más para las cabañas. Abro la caja de donas que está en medio de los asientos con mi mano derecha y sacó la mitad de la que me estaba comiendo para terminarla.

Mientras yo fui a dejar a Isabel a su apartamento para que arreglara sus cosas, Ella pidió varios postres para ir comiendo en el camino. Sigo sorprendido de que aún queden varios de ellos, considerando que desde que salimos de París tanto Ella como Adam comenzaron a comer un poco de todo.

Decido que es mejor ponerme los audífonos e ir escuchando algo para evitar que me empiece a dar sueño. Pongo mi lista de reproducción en aleatorio, dejando que la música fluya de mi teléfono hasta mis oídos. Me cercioro de que el volumen no esté muy alto para no despertarlos y regreso mi mirada a la carretera cubierta de nieve.

No sé cuanto tiempo ha pasado cuando escucho que he recibido un mensaje y sonrío inmediatamente al saber quién es.

Adelaide.

Si me está mandando mensaje es porque ya terminó la cena con su amiga y está en camino a su apartamento. Hago una nota mental para responderle en cuanto lleguemos a las cabañas. Mi sonrisa se intensifica al seguir escuchando como me sigue mandando mensajes, seguramente contándome cómo le fue en su día.

Después de unos minutos, siento una mano posarse sobre mi hombro, haciéndome voltear por unos segundos para encontrarme con unos ojos cafés mirándome fijamente. Con mi mano derecha quito mis audífonos y le pongo pausa a la música-. Bienvenida al mundo de los vivos, bella durmiente- susurro, sonriéndole.

-Lo lamento- dice, frotándose los ojos-. Me quedé dormida.

-Lo pude notar- río.

-Perdón- se disculpa de nuevo-. Dije que te haría compañía y no duré ni veinte minutos despierta- se acomoda en el asiento.

-Debo de admitir que no eres la mejor copiloto que he tenido, pero no me quejo.

Isabel me empuja débilmente antes de estirarse-. ¿Cuánto falta para llegar?

-Dos horas aproximadamente- respondo, cerrando mis ojos y apretándolos.

-Tienes sueño- me dice con su voz aún baja por acabar de despertar.

-Claro que no- le dedico una mirada rápida antes de regresar mi atención a la carretera.

-Sí, estás cerrando mucho los ojos.

¿Y si leemos juntos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora