CAPÍTULO 32

515 98 263
                                    


Isabel.

Risas salen sin control de mi boca mientras trato de pararme del frío suelo, pero cada que lo intento, vuelvo a caer. Puedo escuchar la propia risa de Jayden a unos centímetros de distancia antes de ver por el rabillo del ojo como se acuesta a mi lado, aún riendo.

- ¿Estás bien?- pregunta, sus ojos verdes me ven con diversión.

-Creo que esa pregunta se debe de hacer justo cuando una persona se cae, no casi diez minutos después cuando sigue en el piso- lo molesto, volteando mi cara para verlo completamente.

Sus labios se curvan hacia arriaba en una perfecta sonrisa-. Huh, no conocía ese dato, pero ten en cuanta que de ahora en adelante lo tomaré en cuenta.

-Eres insoportable- río, cuidadosa de no presionar mi mejilla contra la nieve.

Jayden suspira, volteando a ver al cielo. Haría lo mismo que él, pero en estas fechas no hay nada más que nubes grises, haciendo imposible ver el azul cielo al cual estoy acostumbrada. Aparte, no quiero que la nieve caiga directamente en mi cara.

- ¿Alguna vez has hecho ángeles de nieve?

Su pregunta me toma por sorpresa-. ¿Qué?

Cuando me voltea a ver, un gran regocijo baila en sus iris verdes-. ¿Alguna vez has hecho ángeles de nieve, lectora?- repite.

-Una vez- admito-. En Canadá.

-Yo solía hacerlos todo el tiempo- confiesa, volteando de nuevo hacia el cielo y cerrando sus ojos para poder disfrutar de la nieve besando su piel-. En navidad Sam y yo buscábamos una forma de irnos a los Alpes y pasábamos una semana en una cabaña sin preocuparnos de nada- una fina sonrisa toma dominio de sus labios-. Estaba tan alta en las montañas que nadie sabía dónde estábamos. Ya no éramos Jayden y Sam Jones, gran actor y gran manager, éramos simplemente nosotros, éramos primos haciendo tonterías porque nadie nos conocía y podíamos darnos esa libertad- mis ojos lo miran con atención-. Solíamos acostarnos en la nieve por horas y el primero en no soportar el frío perdía. Era la única semana en la que nos permitíamos estar enfermos.

- ¿Qué pasó?- pregunto, sabiendo que esas visitas se detuvieron en algún punto.

-Los paparazzi encontraron el lugar- su sonrisa decae un poco antes de abrir sus ojos-. Tuvimos que mover la localización a un lugar más cálido.

- ¿Más cálido?

-Grecia- su dedo comienza a trazar figuras en la blanca nieve-. Santorini para ser exactos.

Eso atrapa toda mi atención-. ¿Tienes una residencia en Sontorini?

-Sí- responde como si fuera la cosa más normal del mundo. Me le quedo viendo, atónita.

-A veces te envidio- bromeo, negando con la cabeza.

-Lo mío es tuyo- suelta, atrapándome con la guardia baja-. Di el día y me encargo de que tengan la casa lista para ti.

-Estás jugando- la sorpresa es evidente en mi voz.

- ¿Parece que estoy bromeando?- levanta una ceja.

-No.

-Entonces no estoy bromeando, lectora.

-Gracias- murmuro, sabiendo perfectamente que nunca tomaré su oferta, pero eso no parece importarle a mi corazón que comienza a latir con más fuerza en mi pecho.

-Deberíamos regresar al apartamento- responde sin dejar de mirar directamente a mis ojos-. Tus mejillas están comenzando a tornarse rosas por el frío y no quiero que te enfermes cuando vayas a México a ver a tu familia.

¿Y si leemos juntos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora