CAPÍTULO 28

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Jayden.

La risa de Isabel es lo único que se escucha en el carro mientras yo estoy tratando con todas mis fuerzas de no unírmele. Se supone que debo de estar molesto, no riéndome con ella por la broma que acaba de hacerme. Gracias a todos los santos que la bufanda me cubría la mitad de la cara, sino, la vergüenza que siento en estos momentos sería muchísimo más.

-Esto no se va a quedar así- digo, intentando mantener mi postura.

- ¿Realmente fuiste hasta la farmacia para pedir eso? - pequeñas lágrimas están bajando por sus mejillas y sus delicadas manos reposan sobre su abdomen como si eso fuera a ayudarla a calmarse.

-No vuelvo a confiar en ti- me quito el abrigo para poder manejar más cómodo.

-Pensé que...- la risa se apodera de ella de nuevo-, pensé que sabías que eso no existía.

La miro con incredulidad, levantando mis cejas y luchando contra la sonrisa que está por aparecer en mis labios-. ¿Cómo se supone que iba a saber que no existía un maldito tampón recargable?

- ¡Porque los tampones no se recargan! – esconde su cabeza entre sus manos.

- ¿Y yo cómo iba a saber? -me cruzo de brazos.

Hay algo en verla reír de esta manera que hace que quiera poder grabar este momento en mi memoria como si de un video se tratara para poder recordar siempre que haya tenido un mal día como cierra sus ojos mientras ríe, o como su cabello cae a ambos lados de su cara siempre que se hace para adelante. Verla reírse de esa manera me quita el aliento, y juro que no hay un sonido más hermoso que el que estoy escuchando ahora.

-La señorita se me quedó viendo como si estuviera loco y cuando me dijo que no habían tampones recargables, aún tuve la seguridad de preguntarle dónde podía encontrar unos porque una amiga los necesitaba- niego con la cabeza, recordando el momento-. Se empezó a reír igual o peor que tú.

-Es que solo de imaginarme su cara al escucharte- vuelve a romper en risas, pero esta vez junta sus manos para ponerlas sobre su boca-. ¿Por qué no fui contigo y grabé todo?

-Porque apenas abriera la boca, te hubieras comenzado a reír justo como lo estás haciendo en este preciso momento.

-Lo... lo lamento- logra calmarse unos segundos para mirarme a los ojos. Quiero estirar mi mano para quitar esas lágrimas que adornan su hermoso rostro, pero no lo hago, ni siquiera me muevo-. Es mentira, no lo lamento.

Ruedo los ojos, dejando que siga riendo por todo el tiempo que quiera mientras comienzo a manejar.

-Esto no se queda así- repito.

Las calles adornadas con tiendas comerciales y lugares turísticos se desvanecen hasta que los familiares edificios de nuestro distrito se hacen presentes. En todo el trayecto a casa, las pequeñas risas que sigue soltando Isabel cada vez que se acuerda de lo ocurrido sobrepasan el sonido de la música. Siendo honestos, no es que la haya tenido muy alta, las letras de las canciones no son tan interesantes como escucharla a ella.

Estamos en el ascensor cuando recuerdo los chocolates que compré esta mañana cuando Ela me avisó que Isabel estaba en ese tiempo del mes. Una sonrisa juguetona se apodera de mis labios al planear una pequeña venganza temporal. Isabel parece notar que algo tramo porque sus ojos cafés me miran exasperantes y la risa muere justo cuando se abren las puertas.

-Después de ti- extiendo mi brazo, dándole oportunidad de que pase sin problema.

- ¿Qué planeas?- la escucho preguntar.

-Dormir el resto del día. Estoy exhausto.

-Sabes a que me refiero- se voltea a verme-. ¿Qué tramas?

¿Y si leemos juntos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora