CAPÍTULO 39

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Isabel.

Paola, mi antigua psicóloga, aceptó hablar conmigo en la mañana de navidad cuando le conté lo que había pasado la noche anterior. Aunque no fue la forma en la que pensé que empezaría el día, sin duda me ayudó mucho a poder relajarme a lo largo de las horas. Desgraciadamente, la blusa que quería usar hoy fue descartada para la festividad una vez que vi los pequeños moretones en mi garganta, así que una blusa negra de manga larga y cuello alto fue mi salvación al momento de arreglarme.

Aunque Jayden estuvo sonriendo todo el día al platicar con mis abuelos y mi madre, el destello de enojo seguía vivo en sus iris. Había veces que pensaba que lo había imaginado, que ese sentimiento capaz de poner al mundo de rodillas fue producto de mi mente, pues era uno tan ligero, como el del brillo de una estrella lejana, pero si sabías buscarlo, lo encontrabas. El hecho de que su mirada caía en su celular cada dos segundos me ayudó a saber que estaba en lo correcto.

Sonrío al recordar que sus labios en mi cara, depositando delicados besos, fue lo que me despertó. Aún recuerdo cómo su cara se des configuró cuando vi mi cuello, pero su mirada cambió cuando me miró a los ojos, brindándome un cariño enorme que perdí la respiración por unos instantes.

Termino de aplicar perfume y me dirijo al cuarto de invitados antes de tocar la puerta. Estoy segura que ya todos están en la terraza y que solo faltamos nosotros. Levanto mi puño para volver a tocar cuando la puerta se abre. Mis ojos lo inspeccionan de arriba abajo y lágrimas nublan mi mirada al ver la camisa negra de manga larga y cuello alto que lleva puesta justo debajo del saco marrón. Es un gesto tan pequeño, tan insignificante, pero no puedo evitar querer rodearlo con mis brazos y besarlo hasta ambos quedemos sin aliento. Su mano llega a mi mejilla, su toque se siente como fuego en una fría noche, como los primeros rayos de luz después de años de oscuridad. Le sonrío, pestañeando varias veces para ahuyentar las lágrimas.

-Pensé que podríamos ir igual- deposita un beso en mis labios-. Espero no te moleste.

-Me veo mejor que tú y eso que traemos casi la misma ropa- lo molesto.

La única diferencia, además de los accesorios, es el saco que él trae puesto y que él trae zapato de vestir cuando yo uso unas botas negras de tacón. Estoy casi de su altura, casi.

Jayden rueda los ojos ante mi comentario-. Sigue diciendo eso, lectora, puede que te lo llegues a creer.

Lo empujo débilmente-. Eres un dolor de cabeza.

-Lo aprendí de la mejor- me guiña un ojo antes de acercarse a mí y rodear mi cintura con sus brazos-. Te ves hermosa- besa mi mejilla-. Realmente hermosa, ¿te he dicho que me gusta cómo te ves con tu cabello planchado?- besa mi frente.

-No-respondo.

-Claro que sí lo he hecho, pero decírtelo una vez más no hará daño- se aleja de mí para tomar mi mano-. Vamos que tengo hambre y quiero probar los tamales que hice.

-Que hicimos- lo corrijo-. Fue trabajo en equipo.

-Aja- me ignora mientras bajamos las escaleras.

Una vez entramos a la casa de mi abuela, mi vecina, es evidente que solo nosotros faltamos. Las voces de los niños se escuchan desde el primer piso y toda la comida planeada para esta noche ya no está en la cocina. Subimos a la terraza y el olor a café y pan pone una sonrisa en mi cara. En cuanto cerramos la puerta mi tío ya está llevándose a Jayden, quien me mira con disculpa antes de poner toda su atención en lo que mi tío está diciendo.

-Decidieron venir iguales- señala mi abuela, sentándose en una de las sillas que están pegadas a la pared.

-Decisión de último minuto- río, sentándome a su lado.

¿Y si leemos juntos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora