CAPÍTULO 26

577 108 98
                                    


Jayden.

Miro la hora en el reloj antes de volver a dirigir mi atención a la entrada del edificio de Isabel. Le mandé mensaje avisándole que ya estaba aquí solo para que me respondiera que salía en cinco minutos. Ya pasaron diez minutos.

Solo espero que Isabel esté realmente de acuerdo con esto. Cuando Ela me comentó que no podría acompañarme al evento que organizó la asociación que ayuda a los pacientes con síndrome de Prader-Willi pensé en ir con Adam, o simplemente ir solo; jamás se me ocurrió invitar a Isabel por una sola razón: No quería que se sintiera incomoda. Sin embargo, no importó cuantas veces le dijera a Ela que no había problema si me mostraba al evento solo, se negó rotundamente, argumentando que me aburriría. Ela sugirió en más de una ocasión que se lo mencionara a Isabel, pero no lo hice, al menos yo no. No puedo decir lo mismo de Ela, quien hace tres días me despertó antes de que me fuera al set para decirme que Isabel había aceptado ser mi acompañante esta noche.

El frío aire abraza mi cuerpo con rudeza cuando Isabel abre la puerta del coche para entrar-. Así que solo cinco minutos, ¿eh?- la molesto, volteándola a ver.

Las demás palabras que planeaban salir de mi boca se desvanecen justo cuando mi ojos se topan con los de ella. No me había dado cuenta de cuanto extrañaba su compañía hasta este momento.

Mierda.

Observo su vestido azul, como se pega a su torso antes de caer libremente por sus piernas, dejando una al descubierto. Miro su fino maquillaje, ese delineado azul perfecto que resalta unos débiles colores cafés en sus parpados, pero lo que me deja sin aliento alguno son sus ojos; el como brillan al verme.

Mierda y más mierda.

Se ve preciosa, no, más que eso. Nunca han existido y jamás existirán palabras suficientes para describir lo hermosa que se ve. Su cabello planchado cae por sus hombros y tengo que observarla de nuevo a la cara para no tomar un mechón de su cabello entre mis dedos.

¿Cómo es que alguien puede verse así?

-No encontraba mis llaves- responde, apretando su abrigo negro contra su cuerpo.

Me obligo a salir de mi trance para poder seguir con la conversación. No quiero hacerla sentir incomoda, así que ruego que no haya notado lo que acaba de causar en mí-. Hablas cinco idiomas, ¿pero no puedes recordar dónde dejas las llaves?- le sonrío de forma socarrona, comenzando a manejar.

-Oh, cállate- ríe, empujándome con su mano.

-No pienso hacerlo en toda la noche, lectora.

- ¿A dónde vamos?- pregunta. Por el rabillo del ojo puedo ver su atención puesta en mí.

-A una cena- me limito a responder, sabiendo que eso la molestara un poco.

Una sonrisa se forma en mis labios al escuchar ese sonido de reproche que hace siempre que le dicen algo obvio.

-Eso ya lo sé, genio. A lo que me refería era si íbamos a un restaurante o a algún salón.

-Nada de eso- concentrarme en manejar jamás había sido tan difícil-. Nos dirigimos a uno de los mejores hoteles de Paris.

-No sé por qué no me sorprende- la escucho decir.

-Si voy a invitarte a lugares, lectora, no dudes que siempre serán a los mejores lugares- aprovecho la pausa que nos dio el semáforo para poder apreciarla de nuevo. Le sonrío antes de comenzar a conducir de nuevo-. ¿Cómo te ha ido esta semana?

-De maravilla. Estoy a nada de terminar el guion y entregar la última parte para revisión- puedo escuchar el orgullo en su voz.

-Me alegro- realmente lo hago, no puedo ni imaginarme las puertas que esto le abrirá-. ¿Y tus clases?

¿Y si leemos juntos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora