CAPÍTULO 36

609 93 120
                                    


Isabel.

Para Jayden agua fría fue suficiente, para mí no. Sin saberlo, con cada toque que me daba cuando mi familia no veía, cada beso robado entre pasillos, solo hacía más en avivar el deseo que viaja por mi cuerpo como miel. Cada roce de sus dedos en mi piel solo hacía que esa necesidad crezca más y más.

Cuando sus ojos se topan con los míos y después caen a mis muñecas sé perfectamente qué está pensando. Trago duro, recordando sus manos en mi cuerpo hace unas noches, recordando las palabras que me hacen que mi piel me pida por él en medio de la oscuridad de mi cuarto.

Jayden aparta sus ojos para ponerle atención a Sergio, quien está intentando construir un castillo de arena, pero no lo logra porque las olas lo destruyen cada vez. No importa cuantas veces le digamos que se mueva un poco, que ponga distancia entre él y el mar, no nos hace caso. Así que Jayden tiene que estar a su lado, sentado y ayudándolo a construir una barrera alrededor del castillo que va a desaparecer en menos de dos minutos y tendrán que empezar de nuevo.

Él se ajusta su gorra antes de seguir juntando arena. Se rehúsa a quitársela junto con sus lentes porque sabe que en el momento en el que lo haga, cientos de ojos curiosos miraran en su dirección, en nuestra dirección y no es algo con lo que Jayden esté de acuerdo. Cuando le dije que no había problema, que disfrutara del sol, él solo respondió diciendo que los paparazzi y los medios de comunicación harían hasta lo imposible por averiguar con quién estaba pasando las vacaciones y mi familia y yo no tendríamos un respiro en un buen tiempo. Es por eso que cuando el sol se oculta dándole dominio del cielo a la luna, salimos a caminar por la playa. No se ha repetido nada como la noche del baile, desgraciadamente, pero no importa. No cuando deja de usar los lentes, dejándome ver sus ojos verdes.

Me acomodo en el camastro, tomando un sorbo de mi piña colada mientras sigo leyendo. Siento la briza chocar contra mi cuerpo. Hay gente riendo, otra platicando, pero el sonido de las olas es el que hace que todo lo demás se vaya a segundo plano. Estoy tan concentrada en mi lectura, aprovechando la calidez del sol y de mis vacaciones que no me doy cuenta que Jayden y Sergio se han rendido con el castillo. Mis ojos caen en donde solían estar, pero es en vano.

-Allá- me indica mi tía, quien está en el camastro al lado mío viendo su celular-. En la cancha de voleibol.

Mis ojos caen en la cancha que está a unos pocos metros a mi izquierda. Su broceada piel de su espalda me roba el aliento. Sus músculos se contraen mientras estira sus brazos, preparándose para la partida. Su playera ahora descansa en la arena, justo al lado de dos chicas. Cuando Jayden voltea en su dirección puedo ver cómo un ligero rubor se instala en sus mejillas. No las culpo, él tiene ese efecto en la gente.

Su gorra ahora está puesta al revés para permitirle ver mejor la pelota. Debo de forzar el aire afuera de mis pulmones cuando una sonrisa aparece en sus labios. Se acerca a los chicos de su equipo para decirles algo antes de regresar a su posición.

- ¿Sabe jugar?- me pregunta mi tío, viendo con atención.

-No tengo ni idea- confieso, pero eso no impide que me siente en el camastro con dirección a la cancha y que deje el libro en la mesita que está entre mi camastro y el de mi tía. Mi tío toma asiento a mi lado, listo para felicitar a Jayden por jugar bien o para molestarlo si no lo hace.

En menos de dos segundos siento los ojos de toda mi familia en la cancha. No importa que no sepamos mucho del juego, todos estamos expectantes de lo que pasará. Yo más que los demás.

Con un silbido, la pelota está en el aire. Sin esperar a los demás, Jayden corre a su derecha, salta y devuelve la pelota al otro lado de la cancha con un firme golpe. Las chicas que ahora tienen su camisa en brazos lo animan con gritos.

¿Y si leemos juntos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora