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Había quedado bastante bien, para qué mentir. Prusia se alejó un poco para observar de lejos el cuadro acabado. Sonrió un poco, satisfecho con el resultado. Las cuatro horas que habían estado de pie con un pincel en la mano habían valido la pena.

Third Reich también se alejó un poco.

Prusia dejó el pincel de lado y se tumbó sobre la cama, agotado. Sentía que las piernas se le iban a morir en cualquier momento. En esos momentos sonaron unos golpes en la puerta.

A pesar de que estos no sonaban bruscos ni enfadados, Prusia se puso pálido casi de inmediato. Encogió las piernas y miró a Third Reich, pidiéndole con la mirada que fuera a abrir él. Lo último que necesitaba era que URSS le diera otra paliza.

El alemán agarró una pistola y salió de la habitación. Bajó las escaleras y de inmediato abrió la puerta. Allí no estaba el padre de Prusia.

Estaba Alemania.

El menor le saludó con un gesto y una sonrisa tierna. Su padre tan sólo le hizo un gesto con la cabeza, mientras bajaba el arma. Vio cómo Blondi acudía en seguida hacia Alemania y se tiraba encima suyo para saludarle.

Third Reich dio media vuelta y comenzó a subir las escaleras para regresar a la habitación, donde Prusia continuaba tumbado sobre la cama, a punto de dormirse. Suspiró y le observó desde unos metros de distancia.

Sabía perfectamente que el prusiano podía estar observándolo, pues tanto sus iris, párpados, pupilas, pestañas y todo su ojo entero era de color blanco y por eso parecía que no tuviera ojos. Y por ello no se podía distinguir cuándo tenía los ojos abiertos y cuándo no.

Pero de todos modos siguió mirándole varios segundos. Se mordió el labio inferior inconscientemente y siguió observándolo.

Segundos más tarde sacudió la cabeza y desvió su mirada hacia otro lado. ¿Qué estaba haciendo?

Se tumbó en la cama también, algo alejado de Prusia, arrepintiéndose al instante de haber hecho lo que había hecho. ¿Qué hacía mirando así a un niño de 23 años que además era hijo de su peor enemigo?

Suspiró y cerró los ojos, tratando de olvidar lo ocurrido y dormirse de una vez.

(...)

Hacía varias horas que URSS no salía de su habitación. Ni siquiera permitía que nadie, absolutamente nadie, entrara a su cuarto. Bielorrusia estaba preocupada y extrañada por lo que ocurría: su padre no se dejaba ver y Prusia había desaparecido como por arte de magia. Y Rusia muchas veces no estaba en casa. Así que ahora sólo tenía a Ucrania.

El ucraniano no tenía más remedio que pasar el día con su hermana, aunque no le apetecía en absoluto. Los cobardes de su familia se habían buscado tan pronto como habían llegado una excusa para librarse de tener que cuidar a Bielorrusia y él había sido el último, de manera que le tocaba hacerse cargo de su hermana pequeña.

Esa se la pagaban.

Una vez más, encontró a Bielorrusia escondida debajo de la cama. Sonrió y le hizo reír a la niña. Luego se alejó y empezó a contar otra vez para que la menor se volviera a esconder.

Justo cuando estaba a punto de acabar de contar hasta veinte, alguien llamó a la puerta. Ucrania suspiró y abrió los ojos para dirigirse hacia la puerta. Tiró de ella y la abrió.

Se esperaba ver a Rusia, Alemania o hasta a Third Reich allí. Pero no eran ninguno de esos tres...

Era Noruega.

Ucrania se sorprendió mucho y se le quedó mirando. Tenía que ser precisamente él. El noruego levantó la  cabeza del mapa que leía y observó a Ucrania, con una sonrisa.

—¡Hola, Ucrania! ¿Está Rusia? Tengo que hablar de una cosa con él... ¿Es esta su cabaña, no?—Preguntó el noruego. Ucrania sonrió, un poco tímido, y luego asintió con energía.

—Sí, pero... Rusia no está en casa ahora mismo. Aunque puedes esperarte aquí dentro hasta que llegue... Si quieres—propuso, tratando de disimular sus nervios. Noruega se lo pensó varios segundos en silencio. Luego volvió a mirar al ucraniano.

—De acuerdo—aceptó. Ucrania sonrió todavía más. No tenía ni la más remota idea de qué hacía el noruego allí ni de para qué quería hablar con Rusia, pero tampoco le importó. Iba a aprovechar la visita de Noruega al máximo.

Se hizo a un lado para dejarle pasar y el noruego se metió en su casa sin pensarlo dos veces. Observó el salón durante varios segundos, con una sonrisa en la cara.

Ucrania dio gracias al cielo porque Bielorrusia no apareció. Supuso que le  habría entrado sueño o que quizás no quería molestar. Seguramente fuera la primera. Pero el caso es que tanto Ucrania como Noruega estaban solos en la casa. O casi, ya que URSS continuaba en la habitación, pero eso no significaba que se fuera a quedar allí por toda la vida. Y Bielorrusia también estaba en casa.

Pero lo importante era que nadie les molestaba. Ucrania sonrió, tímidamente, con ganas de gritar de la emoción.

—Y... ¿Qué quieres que hagamos hasta que venga mi hermano?—Le preguntó el ucraniano, mientras comenzaba a sonrojarse mucho porque el noruego no dejaba de mirarle. Noruega sonrió también, pero no tuvo tiempo de responder porque en esos momentos vio cómo un osezno blanco se acercaba dando pequeños saltitos con sus patas. Hizo un ruidito y olisqueó a Noruega. Luego comenzó a frotar su cuerpo contra sus piernas.

—Awww, le gustas—habló Ucrania, mientras ambos observaban con ternura a Leopoldo. Noruega levantó la vista hacia él y le miró con una sonrisa burlona y juguetona a la vez.

—Sí... Y diría que no soy el único aquí al que le gusto—respondió el noruego. Ucrania se sorprendió y avergonzó muchísimo ante aquel comentario. ¿Cómo sabía Noruega aquello?

Mientras él se sorprendía, el color de sus mejillas se hizo aún más intenso, convirtiéndose en un indiscutible rojo fuerte.

Soltó una risita nerviosa mientras se dirigía hacia el sofá y se sentaba en él. Noruega le imitó, poniéndose a su lado.

—Se llama Leopoldo—dijo, señalando al osezno blanco, que se había subido al sofá. Buscó con la mirada hasta que lo encontró tumbado bocarriba en medio del salón, olisqueando en aire y estirando sus patitas para intentar tocar el techo. Le señaló.

—Y ese se llama Alfredito—habló, mientras señalaba al cachorro marrón. Noruega miró a Alfredito y se  rió un poco. Luego acarició a Leopoldo, que se había subido en su regazo. Ucrania volvió a girarse para observar a Alfredito, con ternura.

Casi le dio un paro cardíaco cuando notó un brazo rodearle la cintura con suavidad.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora