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—¿Cómo puedes estar tan seguro de que lo del viaje es verdad?—Le preguntó Alemania a Rusia, con el ceño fruncido y de brazos cruzados, mirando al ruso sin mucha confianza. El ruso se tumbó sobre su propia cama y se quedó mirando el techo con aire aburrido. 

—No creo que ONU nos fuese a decir que hay un viaje y en realidad todo fuese mentira.—Respondió el más alto, encogiéndose de hombros. Alemania se quedó algunos segundos callado, hasta que al final estiró el brazo y agarró su móvil. 

—Voy a llamarle—habló. No iba a quedarse con la duda. Le apetecía mucho irse de vacaciones, y más a un sitio donde hiciese calor, pero no quería plantarse en el aeropuerto con las maletas y de repente encontrarse con que no había ningún vuelo ni ningún viaje. 

Marcó el número de ONU y se llevó el teléfono a la oreja, esperando a que éste respondiese. Pasaron algunos segundos, y todo se mantuvo en silencio, hasta que la organización por fin aceptó la llamada.

—¿Sí?

—Hola, ONU—saludó Alemania, con una sonrisa y un tono de voz alegre—solamente llamaba porque quería preguntarte si todo eso de las vacaciones que has organizado en América es verdad. Me... Me parece un poco extraño que así de repente quieras que nos vayamos todos de viaje. Nunca lo habías hecho.

—Y precisamente por eso lo hago. Nunca habéis tenido unas vacaciones en condiciones, sólo días sueltos en los que cancelaba las juntas para dejaros descansar. Y además, últimamente hace mucho frío, así que he pensado que podríamos irnos de vacaciones a América a pasar una semana, y después volver aquí.

Alemania se quedó callado durante unos pocos segundos, con una ceja alzada.

—¿Seguro? ¿No... No eres USA?—Preguntó el alemán. Se sintió un poco estúpido al hacer esa pregunta, pero necesitaba hacerla. USA era capaz de imitar la voz de prácticamente cualquier país, y no le extrañaría en absoluto que el estadounidense quisiese jugarles una mala pasada diciendo que se iban de vacaciones. 

—¿USA? ¿Por qué él? ¿Qué no ves que te estoy llamando desde mi contacto?—ONU hizo una breve pausa, con un suspiro.—Te lo digo en serio, Alemania, las vacaciones son de verdad y si quieres venir conmigo y otros países debes estar en el aeropuerto a las siete de la tarde para no perderte el vuelo, ¿Sí?

—Entendido—respondió Alemania, algo más calmado, pero extrañado igualmente.—Allí nos veremos, ONU.

La organización también se despidió de él y luego le colgó. El alemán suspiró y miró a Rusia.

—Pues al final va a ser verdad. Tenemos que estar allí con las maletas hechas a las siete de la tarde.—Habló el menor, sorprendido. Jamás se imaginó que ONU fuese capaz de organizarles unas vacaciones en América a todos los países. 

—¿Cuánto queda para eso?—Preguntó el soviético. Alemania se estiró para encender su móvil y mirar la hora. Se puso un poco pálido y levantó la cabeza de inmediato. 

—Una hora y media.

. . . 

—Nos vamos a perder, España—habló Italia, arrastrado su maleta mientras agarraba con fuerza la mano de su pareja, observando el enorme aeropuerto que les rodeaba. Posiblemente tuviese más de ocho kilómetros de largo. Aquello era inmensamente grande, y el italiano estaba seguro de que no iban a llegar a tiempo al avión.

—Que no, Italia. Ya verás como llegamos—respondió el menor, muy concentrado en ubicarse. Se detuvo de pronto y observó su alrededor. Segundos después, comenzó a caminar con paso rápido hacia otro lado, tirando de Italia. 

Después de varios minutos caminando, en los que Italia seguía a España sin tener ni idea de adónde le estaba llevando su pareja, vieron a otros países a lo lejos. Eso supuso un gran alivio para ambos, pues al igual que Alemania y muchos otros, no estaban muy seguros de si aquello de las vacaciones era del todo verdad.

Bueno, quizá sí era mentira, pero a Italia le consolaba la idea de que si se equivocaba, al menos no sería el único estúpido que había caído en la trampa. 

España saludó con un gesto a Alemania, muy sonriente, y el alemán corrió hasta él para abrazarle con fuerza. Rusia le sonrió un poco a Italia y éste sólo le miró durante algunos segundos. Se veía incapaz de sonreírle. 

Polonia también se acercó a ellos, tirando del brazo de Prusia. El prusiano tenía cara de querer morirse, y tan sólo se acercó con discreción a Italia. Él no tenía nada que ver con esa gente. Y la mayoría ni siquiera le caían bien.

De hecho, si fuese por él, no hubiera acudido al viaje, pero Polonia había empezado a rogárselo poniendo cara de pena y el prusiano no había sido capaz de decirle que no. Además, no quería dejar solo al polaco. Es posible que se sintiese mal sin él. 

—Hola—saludó Italia, con una sonrisa. Prusia sólo sonrió levemente.

—Hola—respondió éste. Se quedaron algunos segundos en silencio, hasta que oyeron voces familiares. 

—Reich, Italia, no dejan entrar animales al hotel, y tampoco al avión—repitió ONU, con un suspiro, al ver los tres transportines que llevaba Third Reich, junto con Blondi atada con la correa, y a Italia Fascista con un transportín en la mano. El italiano tan sólo sacó su navaja y comenzó a afilarla y a inspeccionarla.

—Quizá cambien de opinión—comentó éste último. Third Reich hubiese sacado su pistola también de no ser porque apenas podía llevar a todas sus mascotas. Miró a Imperio Japonés, que estaba muy indignado.

—Entonces, ¡¿Cómo vamos a entrar mi pequeña Japón y yo?!—Le gritó a ONU, enfurecido. Soltó un bufido felino, mirando con desagrado a la organización, mientras Third Reich se acercaba al japonés.

—Imperio, por favor, agarra tú el transportín de Benito, yo tengo que agarrar mi maleta.—Pidió, tendiéndole a su aliado uno de los transportines, en el que se encontraba Benito.

Imperio Japonés lo agarró y lo levantó para poder mirar a Benito a través de la rejilla que le impedía salir. Le maulló al cachorro y éste sólo le respondió con otro maullido. Italia Fascista, al ver lo bien que se llevaba su pareja con el gato del alemán, decidió probar suerte con la suya.

Levantó el transportín de su gata y la miró. 

—Hola, Reich, bonita—le dijo, con una sonrisa. 

Reich tan sólo maulló, tumbada, mirando a su dueño sin mucho interés. Italia Fascista intentó jugar con ella, pero la gata le bufó, molesta y con el pelaje erizado en cuanto el italiano quiso acariciarla. 

—No te preocupes, Reich—dijo Imperio Japonés, con una leve risa. Señaló algo con su cabeza.—URSS está en las mismas.

Third Reich desvió su mirada hacia el soviético, que cargaba con dos correas que ataban a Alfredito y a Leopoldo II, junto con un transportín en el que se encontraba Pelusa. El ruso sólo podía darle las gracias al cielo de que Prusia no le hiciese llevar él también a Katze.

Ya estaban todos desesperados y hartos de esperar, cuando oyeron un ruido muy fuerte. El avión ya había llegado. 


Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora