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Italia llegó a su casa un rato después de aquella pelea. Tenía algunos moratones y heridas en la cara y en el cuerpo, aunque España había tratado de curárselas en su casa y algunas de ellas estaban casi sanadas.

Miró su reloj. Las once de la noche. 

Abrió la puerta de su casa y, con cuidado, la cerró para no despertar a nadie. Aunque se extrañó mucho al ver una de las luces del salón encendida. Concretamente, la de una lámpara pequeña situada al lado  de la televisión.

Avanzó con lentitud y silencio hasta el sofá, en el que se encontraba Japón leyendo un manga. Alzó una ceja, extrañado. ¿Qué hacía su hermanastra despierta a esa hora? No era muy tarde, pero...

Bufó al oír suspiros y gemidos en la habitación de su padre y comprendió por qué Japón todavía estaba despierta.

Se sentó a su lado, sorprendiendo un poco a la japonesa, quien le miró pero no sonrió. Se le veía cansada, e incluso se le cerraban los ojos cuando intentaba leer. Italia tampoco se encontraba de ninguna forma muy distinta.

No le apetecía en absoluto caminar hasta su habitación, que además estaba al lado de la de Italia Fascista e Imperio Japonés. Se quitó la chaqueta y los zapatos y se tumbó en el sofá con las piernas encogidas.

Japón acabó por dejar el manga a un lado y encoger las piernas hasta tocar su pecho. Puso sus manos sobre sus rodillas y apoyó la cabeza en ellas, utilizándolas como almohada.

Oyeron un maullido perteneciente a Reich. La gata se subió al sofá con un ruidito y caminó hasta Italia. Se frotó contra los brazos del italiano y se acurrucó entre ellos, con su cuerpo pegado a él, para que Italia le diese calor.

Luego, los tres se durmieron.

(...)

Cuando Italia se despertó por sexta vez desde que se había dormido, ya era de día. Miró su reloj y vio que eran las nueve de la mañana. 

Continuaba tirado en el sofá, con Reich pegada a él y Japón a sus pies, durmiendo. 

Aunque al menos todo estaba por fin en silencio, pues había dormido horriblemente mal por culpa de su padre y la pareja de éste. Soltó un quejido al moverse un poco. Estaba muy cansado, y sólo quería dormir todo el día. Vio cómo Japón se levantaba con pereza y comenzaba a dirigirse a su habitación.

El italiano quiso hacer lo mismo, pero se encontraba demasiado cansado y estaba seguro de que si intentaba irse a su habitación se iba a morir de pereza. 

Así que optó por quedarse sentado en el sofá, con Reich enroscada en su regazo, mientras la acariciaba lentamente. Era muy tierna cuando dormía.

Sólo por curiosidad, le echó un vistazo a la habitación de su padre. Sorprendentemente, la puerta se encontraba abierta.

Italia pudo ver tanto a su padre como a Imperio Japonés tumbados sobre la cama, abrazados el uno al otro mientras dormían. También se dio cuenta de que sus uniformes militares estaban tirados sobre el colchón sin ningún tipo de cuidado. 

De pronto, vio un movimiento. Luego otro, muy lento. Era Imperio Japonés, quien comenzaba a despertarse con lentitud. Se desperezó, con un maullido, y giró la cabeza para mirar al italiano, que continuaba durmiendo. 

A continuación, el japonés se acercó a él y, con su áspera lengua gatuna, comenzó a lavarle la cara y el cuello, como si Italia Fascista también fuese un gato. 

Italia hizo una mueca y apartó su vista de allí. Se levantó del sofá con pereza y se dirigió hacia su habitación, tratando de no mirar a su padre y al japonés. Cerró la puerta de su cuarto, y una vez allí se puso el pijama, pues era algo incómodo estar vestido con ropa de diario.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora