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Third Reich se quedó callado, mientras observaba a la gata sentarse y maullarle a Imperio Japonés.

—Italia, no lleva tutú rosa como dijiste—habló Imperio Japonés, acariciando al animal, mientras esta ronroneaba. El italiano se sentó de nuevo en el muro, junto al japonés. Agarró en brazos a la gata.

—Claro que no. Es que lo tiene que tejer Polonia—habló el italiano, mientras Reich ronroneaba por las caricias del italiano. Se tumbó en su regazo y se enroscó allí.

—¿Te gusta, Reich?—Le preguntó el italiano a Third Reich. Imperio Japonés se rio.

—Pero especifica si te refieres a la gata o no—comentó el japonés. El alemán todavía no había dicho nada. Reich maulló, molesta, cuando Italia Fascista le acarició la cola.

La gata se levantó, y caminó hasta Third Reich, pues él todavía no había dicho ni hecho nada. Se sentó a su lado y maulló, mirándole. Volvió a maullar cuando el alemán le miró, sin decir nada.

Reich golpeó con su pata el brazo izquierdo de Third Reich, pidiendo cariño. El alemán, todavía en silencio, se apartó un poco de la gata. Aunque Reich sólo volvió a avanzar hasta él y se quedó a la misma distancia de Third Reich que antes.

La gata maulló y el alemán sólo la agarró y la dejó sobre el regazo de Imperio Japonés, con la esperanza de que el animal dejase de perseguirle.

Desgraciadamente, Reich caminó de nuevo hasta el alemán. Este último resopló y volvió a apartarla de allí
Una vez más, la felina caminó de nuevo hasta él.

—No la trates mal—dijo Italia Fascista, con el ceño fruncido.—Yo no trato mal a Benito aunque tenga mi nombre. Además, tú te lo buscaste.

Reich frotó su pequeño cuerpo contra el brazo del alemán, mientras este se apartaba un poco. Después, la gata se subió sobre su regazo, se enroscó allí y cerró los ojos.

—¡Imperio! ¡Quítamela de encima!—Chilló Third Reich, mientras se movía para que la gata acabase por largarse de allí, aunque no lo consiguió.

Imperio Japonés sólo se rio, mientras el alemán trataba de quitarse a la gata de encima. Reich maulló como protesta y bufó cuando Third Reich trató de echarla de su sitio.

El alemán apartó las manos de allí de inmediato y decidió aguantarse. Lo último que quería era llevarse el zarpazo de una gata enfadada. Y algo le decía que Reich no tendría ningún tipo de inconveniente en arañarle y bufarle si trataba de quitarla de donde estaba.

—Mira tú por dónde, que la gata ha heredado tu buen humor—comentó Italia Fascista, son una risa.

(...)

—¡Italia!—Llamó España, abrazándole con fuerza cuando vio aparecer al italiano después de media hora.—Tengo una idea.

El español no dijo nada más y a continuación comenzó a tirar del brazo del italiano hacia algún sitio. Pronto, el español se detuvo frente a la pista de patinaje.

—¡Vamos a patinar!—Chilló el español, muy emocionado, mientras comenzaba a dirigirse tirando de Italia para agarrar unos patines. El italiano se detuvo de pronto y España se giró hacia él.

—Hum... España... No me gusta demasiado patinar—habló Italia, sintiéndose culpable por no saber y arruinar la ilusión de España. Este último frunció el ceño.

—Pues a mí sí. O sea que ya estás viniendo conmigo a patinar si no quieres que me vaya con Portugal.—Habló España, cruzado de brazos.

Italia se puso un poco pálido y en seguida agarró la mano de España para dirigirse a por unos patines.

—De acuerdo, voy contigo.

España volvió a sonreír y se acercaron juntos para ponerse los patines. Italia se puso en pie. No podía ser tan difícil.

Luego se dio cuenta de que sí lo era.

Observó, maravillado, cómo España era capaz de mantenerse en pie y patinar como si fuese lo más fácil del mundo. Italia se esforzó para no caer al suelo, y al final tuvo que ser sujetado por España.

El español le agarró de la mano y tiró de él para empezar a patinar. Cada vez iban más rápido, e Italia tenía la sensación de que se iba a matar.

—¡España!—Llamó casi a gritos justo después de casi caerse de bruces.—¡Baja la velocidad, me voy a matar!

España no le hizo caso, con una sonrisa divertida. Siguió tirando de la mano de Italia para que este le alcanzara.

—¡Cuanto más rápido vayas antes aprenderás!—Habló España. Italia no estaba muy seguro de que eso fuese verdad, pero se quedó callado, mientras trataba de ir ganando equilibrio.

Al final, el español acabó frenando en medio de la pista de patinaje y tuvo que detener él mismo a Italia para que no se acabase chocando contra una pared. Italia, con el corazón acelerado por la experiencia, jadeó un poco.

Le costó un poco en equilibrio, pero al final logró mantenerse en pie sin ayuda. Entonces, España le volvió a agarrar de la mano para empezar a patinar otra vez, igual de rápido que antes.

Tras varios minutos en los que Italia se tuvo que esforzar por no caerse y también por no chocarse con nadie, España se volvió a detener en medio de la pista y ayudó a Italia a frenar.

Se puso frente a él y le miró con una sonrisa tímida.

—Espérame aquí y cierra los ojos. Tengo un regalo para ti—a Italia se le aceleró el corazón, muerto de curiosidad, pero al final obedeció y cerró los ojos, justo después de sonreír.

Oyó y notó cómo España se alejaba en otra dirección. No podía estar más intrigado. También se sentía culpable por no tener un regalo para España.

Minutos después, oyó cómo alguien se acercaba. Supuso que era España y se dio cuenta de que sí lo era cuando notó algo alrededor de su cuello.

Era algo fino, como una especie de cuerda. Casi al instante se dio cuenta de que era un collar. España hizo un nudo en la parte de atrás del collar para que se sujetara.

Italia estaba ansioso por abrir ya los ojos, aunque decidió esperar un poco, pues España todavía no le había dicho que los abriera. Durante algunos segundos no pasó nada.

Sintió un roce en sus labios.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora