16

547 63 33
                                    

El corazón de Ucrania iba a mil por hora. Se sonrojó demasiado, pero trató de ocultarlo mirando hacia otro lado. La sala entera estaba en silencio. Un silencio muy incómodo que hacía que Ucrania quisiera que la tierra le tragase.

Aunque al menos Noruega no había apartado su brazo de su cintura.

El ucraniano estaba seguro al cien por cien de que su corazón iba tan rápido que incluso Noruega sería capaz de oír sus latidos. No pudo evitar sonreír un poco.

—¿Cuándo vendrá Rusia?—Le preguntó el noruego, haciendo que a Ucrania le diese un vuelco el corazón. Dio un pequeño respingo.

—N-no lo sé, pero no creo que tarde m-mucho—dijo, extremadamente nervioso. Noruega sonrió. A él se le veía tranquilo. Ucrania, con la mano temblorosa, se atrevió a estirar su brazo y llevar su mano hasta su nuca. Noruega no dijo nada, así que Ucrania no la apartó de allí.

A decir verdad, no quería que su hermano menor apareciera en ningún momento.

Pasaron varios minutos en silencio, en los que ambos se sintieron muy incómodos, pero trataron de disimularlo. En especial Ucrania, aunque apenas lo consiguió. No dejaba de pensar en algo que hacer o de lo que hablar. Su mente y su corazón se detuvieron unos segundos cuando notó que la mano de Noruega ascendía y se detenía en su pecho. Iba a decir algo, pero sus nervios y su sonrojo se lo impedían. Además, el noruego fue más rápido.

—Ucrania—le llamó, en un susurro. Al ucraniano le recorrió un escalofrío. No respondió.—¿Por qué no me lo habías dicho antes?

Si fuera posible que Ucrania se sonrojara más, lo habría hecho. Su corazón iba todavía más rápido que antes. Le iba a explotar. Consiguió hablar tras varios intentos.

—¿El qué?—Preguntó el más alto, también en un susurro. Noruega sonrió y se apoyó en su hombro. 

—Que me quieres—respondió el noruego, como si nada. Este último pegó su cuerpo al de Ucrania, quedando juntos y medio abrazados. El ucraniano no podía estar mejor en esos momentos (ni más nervioso tampoco). Sonrió también, aunque no habló, tratando de tranquilizarse. 

Justo en ese momento oyeron el ruido de una puerta. A Ucrania casi se le salió el corazón del pecho. Se giraron y vieron a URSS, allí de pie en la puerta de su habitación, observándoles con cara de no entender nada. Tanto el ucraniano como el noruego se apartaron de inmediato, medio empujándose entre sí. 

Ucrania no sentía otra cosa más que rabia. Había estado tan, TAN cerca... Y ahora aparecía su padre.

(...)

Volvía a ser de noche. Después de cenar y de ver un rato la televisión, tanto Third Reich, como Prusia y como Alemania se subieron cada uno a su habitación para dormir. Al igual que la noche anterior, Prusia se tumbó junto a Third Reich, cosa que no molestó en absoluto al alemán. Cada vez disfrutaba más de la compañía de Prusia.

Le miró discretamente durante varios segundos, cómo el prusiano agarraba a su gato y se tumbaba sobre el colchón, con la intención de dormir. Third Reich hizo lo mismo con Benito y se colocó muy cerca de él. Se estremeció por el roce.

Por fin apagó la luz y cerró los ojos. Estaba a punto de dormirse cuando sintió un peso sobre su barriga. Abrió los ojos de inmediato.

—¡Blondi!—Protestó, en un susurro, mientras intentaba acomodarse para que la perra no le pisara entero. La pastora alemana, al ver que su dueño no la quería encima, probó suerte con Prusia. 

El prusiano estaba ya sumido en un profundo sueño, cuando notó un roce en su pecho y en su cara. De inmediato supo que era Blondi. Sonrió en la oscuridad e invitó a la perra a tumbarse junto a él y junto a Katze. Blondi, contenta de que al menos alguien le aceptara allí, se tumbó, pegada al prusiano y ahí que se quedó. 

Mientras tanto, Alemania todavía no se había dormido. Esperaba a Rusia, sentado en su cama, leyendo un libro. Todo allí era silencio. Hasta que escuchó unos golpecitos que hicieron que casi gritara del susto. Dejó el libro de lado de inmediato y dirigió su mirada a la ventana, donde Rusia estaba agarrado como podía en los sitios que podía, con cara de agobio. 

Corrió hasta la ventana y la abrió de inmediato. Luego ayudó a Rusia a meterse en la habitación. El ruso jadeaba por el esfuerzo. 

—No tienes ni idea de cómo las he pasado para subir hasta aquí sin hacer ruido—le dijo el soviético, entre jadeos para recuperar el aire. Había tenido que trepar hasta el segundo piso con sus propias manos y eso era más difícil de lo que parecía. 

Alemania sonrió tiernamente y se puso de puntillas para darle un corto beso a Rusia. Luego le abrazó con fuerza, contento de que estuviera allí, con él. 

Rusia aceptó el abrazo de buena gana. Después de un minuto entero, Alemania se separó de él y el soviético se sentó sobre la cama. Era bastante cómoda, y más grande de lo que imaginaba. Aunque aun así estaba seguro de que tendrían problemas para caber los dos acostados. 

Alemania se sentó junto a él y le miró, sonriente, aguantando sus ganas de volver a abrazarle durante media hora.

—Me alegro de que estés conmig...

No pudo terminar la frase. Rusia le pilló desprevenido y le dio un largo en intenso beso de aproximadamente medio minuto. Alemania quiso decir algo, o al menos completar la frase, pero estaba demasiado ocupado recuperando el aire. 

Por iniciativa de Rusia, Alemania se subió encima de él y dejó sus manos sobre las mandíbulas del ruso, muy cerca del soviético, mientras le miraba a los ojos con una sonrisa de tonto. No supo por qué, de pronto, le entró la risa. Aunque trató de disimularlo, Rusia le miró un poco raro. 

—¿Estás bien, Ale?—Le preguntó. Alemania asintió y, todavía entre carcajadas, volvió a besarle. 

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora