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Michi maulló, sorprendido y apenado por la reacción de Reich. Nunca le había pasado eso. Sus gestos cariñosos siempre habían sido aceptados por parte de otros gatos. Reich le miró, manteniendo las distancias, mientras Michi volvió a maullar una y otra vez, moviendo la cola todo el tiempo, con gesto triste. 

—Reich, no seas mala con él—habló Italia, con el ceño fruncido, atrayendo la mirada de la gata. Esta última maulló como respuesta, mientras España acariciaba a Michi para que el gato no se sintiese tan mal.

El gato del español volvió a acercarse a la felina con algo de cuidado. Levantó la pata para tocarle la cara con curiosidad. Reich se mantuvo inmóvil, observando a Michi. Luego se acercó a él para olerle.

Después acercó su nariz a la de Michi y estas se juntaron como saludo. Tanto Italia como España sonrieron al ver aquello. Eran demasiado tiernos.

A continuación, Michi volvió a frotar su cuerpo contra el de Reich, con un leve ronroneo cariñoso. Esta vez, la gata no se apartó, aunque sí se tensó un poco. No estaba a acostumbrada al contacto físico, ni con personas ni con animales. 

Después maulló y se acercó un poco a Michi. Tras varios segundos de silencio y algo de tensión, Reich acabó por maullar de nuevo y frotar su cara contra la mejilla de Michi, ronroneando un poco.

España sonrió, al igual que Italia, mientras ambos morían de ternura.

(...)

—Benito—llamó Third Reich, envolviéndose con una manta para no morirse de frío. Alzó la cabeza para mirar al gato, quien se encontraba algo tenso ahora que le había visto. El alemán alzó una ceja.—¿Qué haces ahí arriba?

El cachorro se encontraba tumbado en el estante más alto de la estantería de la habitación de Alemania, a dos metros del suelo. Benito maulló.

—Venga, Benito, baja de ahí, tenemos que peinarte—habló el mayor, mientras extendía los brazos hacia Benito, sin lograr agarrarlo, como si esperase que el felino fuese a tirarse a  sus brazos.

Third Reich resopló y bajó los brazos.

—¡Alemania! ¡Ayúdame a bajar a Benito de la estantería!—Gritó el mayor, esperando a que Alemania acudiese.

Este último apareció por allí algunos segundos después. Sólo pudo reír al ver a Benito agazapado en la estantería y sin ningunas ganas de bajar.

Poco después, Rusia también entró en la habitación, seguido de Alemania, y bajo la mirada asesina del más mayor. Ni siquiera tuvo que levantar la vista para ver al gato negro allí arriba.

—Rusia llega, puede agarrarlo él—habló Alemania, dándose la vuelta para mirar a su pareja con una sonrisa. Rusia también sonrió un poco, pero Third Reich sólo le miró mal, de brazos cruzados. Alemania se dio cuenta de ello.

—Papá, no te pongas así. Si quieres puedes subirte a una silla y arriesgarte a caerte y romperte algo—respondió, con el ceño fruncido. Su padre bufó con molestia y después se apartó para dejarle sitio al ruso.

Rusia, con algo de incomodidad, avanzó hasta estar delante de la estantería. Luego estiró los brazos en alto e intentó agarrar a Benito.

Éste sólo retrocedió con un maullido de molestia. Tras algunos forcejeos y huidas por parte del gato, logró agarrar al felino y dejarlo en el suelo.

Benito, de forma automática, salió corriendo hasta otro lugar de la casa. Third Reich resopló y apartó a Rusia de donde estaba de un empujón y persiguió con paso rápido al gato negro.

—¡Tenemos que peinarte, Benito!—Habló en voz alta, casi gritando, mientras Benito no hacía más que escapar de sus agarres con bufidos y malos maullidos. Al final se hartó y se detuvo en seco en medio del salón, pues el gato se había escondido en alguna parte.

—¡¡Benito!!—Gritó, con todas sus fuerzas. Segundos después, el gato salió de su escondite lentamente, con la vista y la cabeza baja, apenado y arrepentido por haber hecho enfadar a su dueño. El alemán se acercó a él con el paso rápido y el ceño fruncido.

Cuando llegó hasta el animal lo cargó en brazos y se lo llevó a la cocina, mientras llamaba a Alemania para que le ayudase a peinarle. Dejó a Benito encima de la mesa donde comían y esperó a que Alemania bajase, mientras agarraba un peine para mascotas.

Benito, en cuanto vio el peine, trató de salir corriendo, pero Third Reich le  sujetó para impedírselo. Poco después, Alemania entró a la cocina, cerrando la puerta de la cocina tras él.

—Tú sujétale mientras yo le peino—habló el más mayor. Alemania obedeció y Benito protestó con un maullido cuando notó al alemán menor agarrarle.

Pronto sintió cómo Third Reich le peinaba. Apenas iban dos pasadas y ya estaba maullando, enfadado, y tratando de librarse del agarre de Alemania con desesperación.

Soltó un bufido y trató de morder a Third Reich. Cada vez que el peine pasaba por su espalda, el cachorro perseguía la mano del alemán mayor con la mirada y después trataba de arañarle, con maullidos de enfado.

En cierto momento, bufó más que nunca, con el pelaje erizado y arañó con fuerza la mano y la muñeca de su dueño, haciéndole un corte de casi quince centímetros.

Third Reich se apartó de inmediato y observó la herida sagrante de su muñeca, mano y casi brazo. Luego levantó la vista y miró a Benito, quien estaba con el pelaje erizado, sobre la mesa, y libre del agarre de Alemania.

—¡Muy mal, Benito!—Gritó Third Reich, con el ceño fruncido. El cachorro negro tan sólo retrocedió, mirando al alemán con odio. Maulló, enfurecido, justo antes de bufarle. El alemán relajó la voz, acercándose a él.—Benito, tenemos que peinarte.

El felino sólo le observó durante algunos segundos, enfadado, y volvió a arañar al mayor cuando éste intentó, con cuidado, volver a pasar el peine por su lomo. Otro bufido sonó.

—Déjalo—habló Alemania, pues estaba claro que jamás lograrían peinar bien a Benito. Su rostro se iluminó y miró a su padre, emocionado como un niño pequeño.—¡Papá, he tenido una idea!

—¿Cuál?—Preguntó Third Reich, con un resoplido de cansancio y paciencia. Alemania abrazó con fuerza a su padre.

—¿Y si llamamos a Poldi MîssJuríperu?—Third Reich se quedó callado, pensando en cómo decirle a Alemania que era un nombre ridículo sin dañar sus sentimientos.

—Hum... Ale...

—¿Sí podemos?—Third Reich ni siquiera tuvo tiempo de decirle que no.—¡Muchas gracias, papá! ¡Eres el mejor!

Justo entonces, MîssJuríperu maulló desde la encimera de la cocina.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora