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Cuando Italia se despertó, cada centímetro de su cuerpo estaba sudado. 

Jadeó. Se sentía muy pesado y cansado, como si hubiese corrido una maratón durante horas. Se dio cuenta de que tenía las mejillas húmedas y los ojos llorosos. También su almohada estaba mojada. 

Se secó las lágrimas, mientras se destapaba por completo. Se preguntó cómo era posible que estuviese sudando si se moría de frío al quitarse el edredón de encima. 

De todos modos, se derrumbó sobre su colchón, sin poderse creer aquello. Su corazón iba a mil. Estaba asustado y asqueado a la vez. Cerró los ojos con fuerza.

Todo había sido un sueño. En realidad, una pesadilla. No había habido nada peor que ver a España encima de Portugal, besándole y dejándose hacer. Había sido horrible.

Pero... ¿Y si era verdad? ¿Y si lo que él creía que era un sueño en verdad era una realidad? Recordaba a la perfección todas las imágenes y detalles del sueño. Hizo una mueca, con asco. Se estremeció al recordar a España gimiendo mientras Portugal le lamía la oreja. 

No, era imposible que aquello fuese verdad. España, a pesar de haberse peleado, no sería capaz de hacer eso... ¿No?

Fue entonces cuando se dio cuenta de que por nada del mundo quería perder a España. 

Tan sólo eran las ocho de la mañana, pero de todos modos se levantó y se vistió con lo primero que encontró en el armario. No podía perder tiempo. Salió corriendo de la casa tratando de no hacer ruido, aunque Imperio Japonés ya estaba despierto. 

Corrió todo lo rápido que pudo, apartando de su camino sin mucho cuidado a la gente que le bloqueaba el paso. Necesitaba llegar hasta la casa de España. Besó el collar que su pareja (si es que no le había engañado con Portugal) le había regalado por Navidad, aunque sentía que el verdadero regalo había sido el beso de España.

Varios minutos después, se vio frente a la puerta de la casa de Argentina, Noruega y España. Se preguntó cómo podía entrar. No pensaba llamar a la puerta, pues seguramente allí todo el mundo estuviese durmiendo, y si no, de lo contrario, es posible que fuese España quien abriese la puerta. Y si era así, Italia estaba seguro de que el menor no iba a tardar ni dos segundos en cerrársela de nuevo.

Rodeó la casa, buscando la habitación de España. Cuando la encontró, miró la ventana que se encontraba a un metro de la cama del español. Italia sintió el mayor alivio de su vida cuando vio que no había nadie tumbado junto a él. 

Italia, con cuidado para no despertarle, abrió la ventana lentamente, hasta que logró tener el espacio justo para entrar. No pensaba arriesgarse a abrir más la ventana y despertar a su pareja. 

Con muchísimo cuidado, se dejó caer dentro de la habitación. No cerró la ventana por miedo a que España se despertase y le viese ahí. Se quitó los zapatos y, con cuidado y lentitud, se deslizó entre las sábanas de la cama del español. 

Le observó. Se encontraba de espaldas a él, y continuaba durmiendo como si no pasase nada. Con el corazón a mil, Italia se acercó a él y le abrazó suavemente, mientras frotaba su mejilla contra la del español como si fuese un gato. Sabía que a su español le gustaba que le hiciesen eso. 

Segundos después, pudo ver cómo España de movía un poco, con una leve sonrisa. Esa sonrisa se desvaneció en cuanto el menor se dio la vuelta, abrió los ojos y vio a Italia allí, junto a él.

—¿Qué haces aquí?—Preguntó, con voz algo fría y tensa. A Italia se le rompió el corazón sólo de escuchar el tono de voz del español. Siempre le hablaba con cariño y ternura. Esa vez no. El italiano sintió que se le hacía un nudo en la garganta. 

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora