A la mañana siguiente, toda la familia soviética estaba lista para irse de viaje. Algunos más emocionados que otros, pero listos igualmente. Rusia tenía unas ganas increíbles de irse ya, sobre todo sabiendo que Alemania también iría a su cabaña. Podrían verse siempre que quisieran, y esa era una razón muy simple para que ahora, el ruso tuviera unas ganas enormes de acudir a la cabaña.
Por fin, salieron de la casa y se dirigieron al coche, donde depositaron sus maletas y equipajes, y después se sentaron en los asientos. Como solía ocurrir, Ucrania y Rusia comenzaron a pelear en seguida por quién iría de copiloto.
—Entiéndelo, Rusia, aún eres muy pequeño para ir delante—dijo Ucrania, enfadado y a la vez burlándose de que Rusia era menor que él.
—¡Sí, pero yo soy más maduro e igual de alto que tú!—Respondió Rusia, también enfadado. URSS los ignoraba todo lo que podía, pues estaba demasiado acostumbrado a, cada vez que se tenían que montar en el coche, que tuvieran lugar ese tipo de discusiones.
—¡¿Más maduro?! ¡Si le pusiste ropa a los osos!
—¡No uses a animales inocentes como lo son Alfredito y Leopoldo II como argumento! ¡Yo iré delante!—Respondió Rusia, mientras se comenzaba a dirigir hacia la puerta que daba al asiento del copiloto. Ucrania le detuvo y le empujó justo cuando su hermano iba a abrir la puerta, para intentar ponerse él en el asiento que se situaba al lado del de URSS.
Este último, cansado ya de aquellas peleas entre sus dos hijos, echó a Ucrania del coche y luego miró a sus dos hijos.
—¡Pues no iréis ni el uno ni el otro! ¡Irá Prusia y ya está!—Gritó el más mayor. Prusia levantó la cabeza, alarmado, en cuanto oyó su nombre. Luego se dio cuenta de que le correspondía a él ir de copiloto cuando ni siquiera lo había pedido.
De hecho, su plan era ponerse los auriculares con música y mirar por la ventana mientras ignoraba a su familia durante todo el viaje.
Tanto Rusia como Ucrania miraron a su otro hermano, quien retrocedió varios pasos. No le gustaba sentarse al lado de su padre, y menos sabiendo que ahora tanto el ruso como el ucraniano le odiarían por haberles quitado el asiento.
—Eh... Yo no...
—Sí, tú sí.—Le ordenó URSS, con voz seria para que Prusia entendiera que le obligaba a ir en el asiento del copiloto. El prusiano resopló, enfadado, y caminó hasta uno de los dos asientos delanteros. Se sentó, de mala gana.
Los siguientes en subirse al coche fueron Rusia y Ucrania, quien empezaron a discutir en voz baja porque ambos querían ir en la ventana. Al final, el más mayor le dio un empujón a Rusia para que se metiera en el coche, y, rápidamente se sentó en el asiento que tenía ventana, dejando al ruso en el asiento que se situaba entre Ucrania y Bielorrusia.
URSS se sentó, por último, en el asiento del conductor, junto al de Prusia, quien estaba acurrucado todo lo lejos que podía de su padre, y enfadado. El coche arrancó, segundos después, y comenzaron el viaje, todos en silencio.
(...)
Llevaban ya una hora y media en el coche y todavía ninguno de los cuatro había dicho nada. Rusia tenía a Leopoldo II en su regazo, durmiendo, y se veía adorable.
En cambio, Alfredito... Él estaba tumbado sobre el regazo de URSS.
—Prusia, quítame a este bicho de encima—le pidió URSS, sin apartar la vista de la carretera. El prusiano gruñó, todavía molesto y enfadado por tener que estar a su lado, y le ignoró. URSS bufó con molestia. Cómo odiaba que su hijo no le hiciera caso.
Cómo odiaba a Prusia.
Pasaron treinta minutos más, y tanto Ucrania como URSS ya estaba por subirse por las paredes. Especialmente el primer nombrado, pues este no tenía nada que hacer, más que observar el aburrido paisaje, pues lo único que se veía era la carretera.
—¿Queda mucho?—Preguntó Ucrania, muerto de aburrimiento, mientras acariciaba a Leopoldo II. URSS respondió sin mover el más mínimo músculo.
—No. Posiblemente unos diez minutos.
—Papá—llamó entonces Rusia, dándole un manotazo a Ucrania, enfadado, con el objetivo de que dejara de tocar al oso.—Tengo hambre.
—Pues trágate tus estúpidas palabras y cállate de una maldita vez—respondió su padre, de mal humor por lo pesados que eran sus hijos. Rusia gruñó. Aunque al menos quedaba poco para llegar, si es que su padre decía la verdad.
Pasaron cinco minutos, y Ucrania miraba por la ventana con la esperanza de que en algún momento apareciera su cabaña. Hacía poco que se había metido en un bosque. En el bosque donde se suponía que debería estar el alojamiento que buscaban.
(...)
Por fin, varios minutos después, vieron la vieja cabaña de aspecto rústico que había en aquel pequeño claro rodeado de árboles. Rusia sintió emoción, al igual que Bielorrusia, mientras que Ucrania tan sólo sintió curiosidad por recordar aquella vieja cabaña, y por comprobar qué había cambiado por los alrededores. Prusia tan sólo sintió angustia.
Bajaron del coche y URSS caminó hasta la puerta, con las llaves en la mano. Observó que no había quitado los tablones de madera de las ventanas la última vez que había estado en aquel lugar. Y las persianas seguían bajadas.
Por fin, abrió la puerta blindada y entró en la casa. Todo estaba oscuro y olía a cerrado, cosa que tampoco le extrañó, pues hacía diecisiete años que no visitaba su cabaña. Sus hijos entraron detrás de él y encendió la luz todo lo rápido que pudo.
En seguida, la casa se llenó de luz. Todo, absolutamente todo, estaba tal y como lo había dejado la última vez. Fue subiendo las persianas de la casa, y después salió de ella para retirar los tablones de madera y que entrara toda la luz posible. Después abrió las ventanas para que se ventilara la casa.
A continuación, todos comenzaron a buscar sus habitaciones. Rusia y Ucrania tenían la obligación de dormir juntos, mientras que la única cama que quedaba (a excepción de la de URSS), era una que había en la habitación de invitados.
Se la quedó Bielorrusia, de manera que Prusia fue a la habitación de su padre para exigirle por lo menos una cama donde dormir. Su padre se giró hacia él en cuanto le vio en la puerta de su dormitorio.
—No hay suficientes camas para mí—se limitó a decirle, observándole fríamente y sin sonreír lo más mínimo. URSS le devolvió la mirada de odio, justo antes de volver a su tarea de deshacer la maleta.
—Búscate la vida—le respondió el mayor, sin ni siquiera mirarle. Prusia bufó y salió de la habitación con paso rápido. Estaba harto. ¿Qué había hecho él para que su padre le tratara así?
Salió de su casa con paso acelerado y lágrimas en los ojos, seguido de su gato negro, Katze. Una vez estuvieron los dos fuera, cerró la puerta con un gran estruendo, dispuesto a no volver más a aquella cabaña.
Se adentró en el bosque, con su gato al lado de él, sin saber exactamente a dónde iba. Tampoco le importaba.
Se detuvo cuando oyó el ruido de un coche a lo lejos.
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Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎
MizahContinuación de Rusia y sus Cinco Pretendientes 📍Esta historia no se centra en ningún ship en especial, pero sí se nombran algunos 📍No es necesario leer antes Rusia y sus Cinco Pretendientes, pero es recomendable ya que así se entenderán mejor alg...