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Third Reich no salió de su habitación en todo el día. Alemania insistió en que tratase de olvidar el tema, pero su padre tan sólo le gritó que le dejara en paz y que no le volviera a hablar más. 

Cuando llegó la noche, Alemania se fue a dormir sin decir nada. Su padre no podía estar toda la vida así, seguramente en un par de días se le pasaría. El alemán mayor, por su parte, no pudo dejar de llorar en ningún momento de la noche, a pesar de que tenía sueño. 

Además, Benito no paró de maullar, sentado en el sofá, esperando a que Katze acudiera para dormir con él como todas las noches. Pasaron tres horas. A pesar de que Benito sabía que Katze no iba a volver, no dejó de maullar ni un sólo segundo, triste.

Cuando amaneció, el animal continuaba maullando y haciendo ruidos, junto a la puerta principal, esperando a que alguien la abriese para poder salir corriendo a buscar a Katze. 

Los maullidos constantes del gato despertaron a Alemania casi a las nueve de la mañana. El alemán, suponiendo que tendría hambre o algo así, lo buscó por toda la casa. Se sorprendió mucho al encontrarlo al lado de la puerta principal, tumbado. Emitió un maullido triste, pero no se acercó a él. 

Alemania, con una sonrisa triste, se acercó a él y alargó la mano para acariciarle.

De inmediato, Benito estiró su pata y le arañó al alemán en la mano, con un bufido de enfado y el pelaje erizado.

Alemania se sorprendió mucho. Miró su mano, donde tenía un corte de unos cinco centímetros, el cual sangraba. Miró a Benito, que estaba todo lo alejado de él que podía, pegado a la pared, y listo para volver a atacar. 

—Benito—llamó Alemania, con voz tierna, mientras se sentaba frente a él, con las piernas cruzadas.—¿Qué pasa?

El animal maulló, triste, y luego frotó su cuerpo contra la pared, aunque sin ronronear. Volvió a maullar durante varios segundos. Luego golpeó la puerta principal con la pata. Se sentó en el suelo, con la vista y la cabeza baja. 

Alemania no se atrevió a acariciarle otra vez. No supo qué hacer para animar al gato. Así que se levantó y optó por jugar con él. Por desgracia, Benito no quiso moverse de donde estaba, tumbado y con la vista baja. Suspiró. 

¿Por qué todos en esa casa estaban tristes?

(...)

Cuando URSS, Ucrania, Rusia y Bielorrusia volvieron a su casa, Prusia ya estaba allí. En realidad lo adivinaron porque Katze estaba tumbado al lado de la puerta, aburrido y apenado a la vez. Prusia no había tardado ni dos segundos en encerrarse en su habitación, como de costumbre.

URSS, de inmediato, se volvió a meter en su habitación y puso el pestillo, todavía triste a pesar del paso de los días. Ucrania se dirigió hacia su habitación, emocionado, pues había quedado con Noruega el día siguiente, en el parque, y no veía la hora de salir disparado de allí para reunirse con el noruego. 

A Rusia le dio un vuelco el corazón cuando vio a Katze tumbado en la puerta principal. Eso significaba que Prusia también estaba en casa. Subió las escaleras corriendo, de dos en dos, y emocionado. Llevaba días queriendo ver a Prusia. 

Cuando llegó hasta la puerta de la habitación de su hermano, la encontró cerrada, aunque sin pestillo. Inspiró hondo y la abrió con suavidad. Asomó la cabeza primero, luego, poco a poco, fue entrando a la habitación.

Prusia estaba tumbado sobre la cama, de espaldas a él. Rusia no dijo nada y le observó, preguntándose si estaría dormido.

—Vete—gruñó Prusia, enfadado y triste a la vez. A Rusia le dio un buen susto, pero en seguida se recuperó y se acercó un poco más a él, sentándose sobre la cama de su hermano, quien no movió ni un músculo. 

—Prusia, ¿estás bien?—Le preguntó Rusia a su hermano, con voz calmada. Casi de inmediato, Prusia, enfadado, se incorporó con rapidez.

—¡¡Maldita sea, estaría mejor si te fueras, joder!!—Le gritó con toda su fuerza y su rabia, mientras le daba un brutal empujón que casi dejó a Rusia por los suelos. Volvió a empujarle con todas sus fuerzas, y sacó a Rusia de la habitación, haciendo que se estampase contra la pared de enfrente.—¡Muérete! ¡Tú y todos, moríos y dejadme en paz!

Cerró la puerta con un estruendo que hizo retumbar la casa. 

Temblando de ira, se dejó caer otra vez sobre la cama y abrazó con todas sus fuerzas el marco con la foto de Polonia, mientras comenzaba a llorar otra vez. Sólo quería verle. Le echaba de menos. Lo único que quería hacer era irse lejos con él, donde nadie pudiese encontrarles, y donde por fin poder ser feliz. 

Abrazó su foto y su peluche, cerró los ojos y lloró. 

(...)

Alemania leyó el correo electrónico que le había mandando ONU a él y a todos los países esa misma mañana. 

Estimados países:

Como supongo que ya sabréis, dentro de cinco días es Navidad.

Había pensado, para dejar un poco de lado las juntas, celebrar una Feria de Navidad el 25 de Diciembre, en uno de los descampados de la ciudad, el que está cerca de la casa de Grecia. Todos aquellos que deseéis ayudar a montarla podéis empezar a aparecer por allí a partir de mañana, entre las ocho de la mañana y las seis de la tarde. 

La feria, si al final llega a celebrarse, será el 25 de diciembre, en el mismo descampado que he nombrado antes, de 10:00 a.m. a 7:00 p.m.

Atentamente, 

ONU

Alemania sonrió al leerlo. Le encantaba la Navidad, y más si se celebraba una feria sobre eso. Dejó el móvil de lado y acarició Blondi, sonriendo y deseando ver la feria montada, aunque iba a ser complicado, ya que tan sólo tenían cinco días para prepararlo todo.

Se tumbó en el sofá, junto a Blondi, y se durmió.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora