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Cuando despertó, tenía la vista nublada.

 Tras parpadear algunas veces, su vista se aclaró y se dio cuenta de que se encontraba en su habitación. Por algunos segundos, pensó que todo había sido un sueño.

Sus ilusiones se vieron destrozadas al tratar de moverse y ver que le dolía todo. Incluso parpadear le molestaba. Observó su cuerpo, todo lleno de heridas y moratones que nadie le había vendado aún. La gran mayoría se habían vuelto a abrir y sangraban. 

Estaba paralizado. Nadie estaba con él, en la habitación.

Vio que había algo escrito en la pared de su misma habitación con tinta roja. Luego se dio cuenta de que seguramente era la sangre de sus heridas debido a otras manchas de color rojo en la pared. Se esforzó por leerlo.

Germania

Non vuoi che trasformiamo le tue bugie in realtà?


Alemania se quedó helado. "Alemania" leyó. Bajó de renglón y leyó la frase que había debajo. "¿No quieres que volvamos tus mentiras realidad?". 

Aunque hubiese podido moverse, no lo hubiese hecho. No se hubiese visto capaz de ello. Volvió a leer una y otra vez el mensaje. Estaba en italiano.

¿Italia? ¿Italia era el responsable de todo aquello?

O quizás Italia Fascista.

Comenzó a ponerse cada vez más nervioso y se preguntó que había ocurrido la noche anterior. Tan sólo había sentido a alguien taparle la boca y luego pegarle un horrible golpe en la sien, tirándole al suelo y volviéndolo todo negro para él.

Pero ahora estaba en su casa de nuevo, aunque con brutales heridas y sin ser capaz de pestañear sin sentir dolor. Y no tenía ni idea de quién le había hecho aquello. Le extrañaba mucho que el mensaje estuviese en italiano.

Trató de convencerse de que aquello no lo había hecho Italia, con los ojos llenos de lágrimas.


Pasó una hora, en la que Alemania se sentía cada vez más dolorido. No había ni un sólo centímetro de su cuerpo que no le doliera o que no tuviera una herida, un corte o un moratón. Ni siquiera podía abrir la boca para hablar sin que le doliese la mandíbula como si la tuviese rota.

De pronto, oyó movimientos en la casa y su corazón se aceleró. Enseguida sonó la voz de su padre desde fuera de su habitación, cuya puerta estaba cerrada. Alemania no pudo responder por el dolor, y su padre comenzó a llamarle una y otra vez. Hasta que al final entró a su habitación y le vio. 

Se quedó paralizado y helado al ver a su hijo así. Alemania no tuvo fuerzas ni siquiera para girar la cabeza. 

—¡¡Alemania!!—Chilló, corriendo hasta él y observándole.—¡Alemania! ¡¿Qué te ha pasado?!

Alemania no pudo abrir la boca para hablar. Solamente pudo emitir unos leves ruiditos con la boca cerrada, y aun así le dolía la garganta. Third Reich observó su cuerpo de arriba a abajo, sin poder creerse que lo que estaba viendo era real.

Justo entonces, Alemania se preguntó dónde estaría Blondi, y si estaba bien. Si a él le habían hecho eso, no se quería ni imaginar qué le podrían haber hecho a la pastora alemana. Miró a su padre, y con muchísimo esfuerzo consiguió abrir unos centímetros la boca, sintiendo el mayor dolor de toda su vida. 

—Blon-di—consiguió murmurar, haciendo una mueca de dolor después que sólo empeoró su estado. Sintió que en cualquier momento se iba a desmayar por culpa del dolor. Third Reich siguió observándole, incrédulo y preocupado.

—Blondi está en el veterinario. Ahora dime qué te ha pasado—dijo su padre, esperando a que su hijo hablase de una vez. Alemania no hizo nada. Aunque hubiese podido hablar o moverse, no hubiese podido decir nada, porque desde que se había caído al suelo, viéndolo todo negro, no tenía ni idea de qué le había pasado.

Pasaron algunos segundos y la habitación se mantuvo en silencio. Justo entonces, el alemán mayor giró su cabeza y vio el mensaje que estaba escrito con sangre en la pared. Lo leyó varias veces, sin saber qué hacer o qué decir respecto a eso, mientras su ira crecía.

—¡¿Te hizo esto Italia?!—Habló, prácticamente gritando, mientras se giraba bruscamente hacia su hijo. Una explosión de dolor envolvió a Alemania cuando se encogió levemente de hombros. 

Su padre resopló, preocupado. Luego salió de la habitación y tan sólo algunos segundos después regresó a ella con un botiquín en la mano. Comenzó a vendar las heridas de su hijo, aunque fue muy difícil, pues Alemania no era capaz de moverse ni un sólo centímetros sin sentir dolor.

Tras una hora y media, por fin consiguió acabar de vendar las heridas de Alemania, quien ya tenía los ojos llenos de lágrimas desde hacía un rato y sólo se dedicaba a llorar mientras su padre le miraba con preocupación y pena a la vez. 

El alemán mayor trató de abrazarle, pero apenas un segundo después, oyó un fuerte chillido de dolor de Alemania en su oído y de inmediato se separó.

(...)

Alemania no podía dormir. Ya era de noche, y tenía miedo de lo que pudiese pasar. Además, era incómodo estar tantas horas en la misma posición sin poder moverse. Estaba seguro de que no dormiría en toda la noche.

Se encontraba hasta peor que por la mañana. Ahora ni siquiera podía pestañear sin sentir dolor por toda su cara, especialmente en los párpados. 

Sintió que se moría cuando oyó un ruido. Ahora que no se podía defender de cualquier peligro. Y tampoco tenía a Blondi con él, pues la pastora alemana se había fracturado una de las patas delanteras y tenía que permanecer en la clínica veterinaria algunos días. 

Casi se le salió el corazón del pecho cuando vio un movimiento en su misma habitación. Quiso gritar, pero ni siquiera pudo despegar los labios del dolor. 

Vio cómo una figura se deslizaba por la habitación, acercándose cada vez más a él. De pronto, y dándole el mayor susto de su vida a Alemania, aquella persona se subió lentamente hasta su cama y avanzó con lentitud hacia él, como si sólo quisiese darle tiempo al alemán para asustarse.

Finalmente, se colocó encima suyo y después se acercó a su oído. 

—¿Qué tal si te doy un masaje?—Preguntó la persona. A Alemania se le heló la sangre. Aquella voz era la de Italia.

Con lágrimas en los ojos, trató de convencerse de que no era su amigo el que le había hecho aquello, aunque era obvio que sí. 

Su respiración se aceleró y sintió cómo Italia le mordía el cuello lentamente. Después se alejó de él y dejó sus manos en las caderas del alemán, todavía encima suyo. Hizo fuerza, provocándole un dolor extremadamente fuerte a Alemania. 

Después dejó sus manos sobre el abdomen de Alemania e hizo lo mismo. Hundió sus puños en el cuerpo del alemán, haciendo que Alemania sintiese que se iba a morir del dolor. No tenía ni idea de cómo había aguantado sin desmayarse.

Italia apretó después el pecho de Alemania con todas sus fuerzas. Alemania soltó un pequeño chillido de dolor y después notó cómo el italiano le daba un fuerte girón de hombros. El alemán sintió que sus hombros y su clavícula se rompían en mil partes distintas.

Luego, Italia llevó sus manos al pecho del alemán y dejó caer todo su peso sobre ellas.

Alemania se desmayó.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora