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Italia, Rusia y España se giraron de inmediato, sólo para encontrar allí a Italia Fascista, quien estaba de pie allí mismo, con una sonrisa que daba un poco de miedo. Italia se puso un poco pálido. Por una vez que conseguía estar con España y ahora su padre lo iba a fastidiar.

—Papá, no puedes unirte, ya somos much...

—¿Qué no? Te digo yo a ti que sí—dijo el más mayor, sentándose al lado de España con las piernas cruzadas, y viendo con muy mala cara que el español estuviese abrazado con tanta fuerza a su hijo.

Italia suspiró, molesto, mientras se cruzaba de brazos. Alemania sólo sonrió de nuevo y dio unas palmadas, emocionado. A él le daba igual quien se uniese. Cuantas más personas mejor. 

—¡Vale!—Habló, emocionado. Luego comenzó a sacar todo el contenido de la caja y lo dejó en medio del círculo que habían formado al sentarse.—¡Vamos a montar el puesto, y luego podemos decorarlo entre todos, y escoger qué comida vamos a poner, y...!

Tenía tantas ideas que no era capaz de recitarlas todas. 

—¡Venga, Rusia, ven!—Dijo Alemania, con emoción en la voz, mientras agarraba al ruso del brazo y tiraba de él para levantarle y que le ayudase a comenzar a montarlo todo. Rusia se levantó con un suspiro. Le encantaba que Alemania estuviese siempre alegre, pero a veces era un poco hiperactivo y agotaba sus energías.

España también se levantó junto a Italia. Le agarró del brazo y caminó con él hasta el montón de cosas que tenían que montar. 

Italia Fascista también ayudó, y entre todos comenzaron a montar el puesto. Cuando terminaron, dos horas después porque el puesto se derrumbó varias veces, se dieron cuenta de que se veía muy profesional. Era una especie de caseta con un gran mostrador vacío. El interior y el exterior se veían muy sosos, pero Alemania les convenció de que era cuestión de decorarlo todo.

—Ale, ¿Adónde vas con la caja?—Preguntó Rusia, al ver que Alemania agarraba la caja en brazos, a pesar de estar vacía. El alemán sonrió tiernamente. 

—Es para Benito—respondió Alemania, sabiendo que el gato podía llegar a pasarse tardes enteras jugando él solo con las cajas de cartón, hasta que las acababa destrozando y Third Reich se veía obligado a tirarlas. 

Italia, de inmediato, se giró hacia su padre, quien le lanzó una mirada asesina.

—Atrévete a hacer algún comentario y te corto el cuello—le amenazó, sabiendo perfectamente lo que se venía. Italia lo hizo igualmente, aguantando la risa.

—Papá, ¿Desde cuándo te gustan las cajas de cartón?—Preguntó, Italia, ya casi sin aguantarse. Italia Fascista gruñó y le dio una patada. Luego le hizo una llave y le retorció las muñecas hasta que Italia chilló de dolor. Por último, le tiró al suelo como si fuese basura.

—Imbécil—murmuró. Italia permaneció en el suelo, sin ganas de levantarse, y sintiendo que sus muñecas estaban rotas por completo. Alemania miró la escena, sintiéndose mal y culpable por el malentendido entre Italia y su padre.

—Pero si Benito es mi gato...—Murmuró, sintiéndose triste. Rusia, quien no quería que se sintiese mal, le abrazó por detrás de él y le dio un beso en la mejilla, levantándole del suelo. Alemania sonrió un poco. 

—¡¿Tienes un gato?!—Preguntó España, emocionado. Alemania asintió, ya sonriendo.—¡Yo también! ¡El mío se llama Michi!

Entonces Alemania tuvo una gran idea. Ya que Benito se sentía tan mal porque Katze ya no estaba con él, quizá podía quedar una vez a la semana con España para que Michi y Benito se viesen. Estaba seguro de que así, a su cachorro se le pasaría la tristeza al menos un poco.

Decidió que luego se lo contaría a España para ver si le parecía bien. 

—Tengo hambre—se quejó de pronto Italia, todavía desde el suelo.

—Yo también—anunció Rusia, quien ahora abrazaba a Alemania por la cintura.—¿Y si vamos a comer a algún lado y mañana continuamos una vez tengamos las decoraciones?

—Por mí bien—respondió España. Alemania también quiso ir, e Italia Fascista no dijo nada, así que salieron del descampado y comenzaron a buscar algún sitio para comer. 

Alemania agarró a Rusia de la mano con fuerza, como si temiese que en cualquier momento el soviético fuese a salir corriendo lejos de allí. Italia Fascista iba en medio, sin decir nada porque España iba hablando con Italia, y Alemania conversaba con Rusia. Se sentía ignorado. 

Aprovechó el momento en el que su hijo y el español dejaron de hablar, para acercarse al oído de España con una sonrisa asesina y siniestra a la vez en la cara.

—Atrévete a tocar a Italia y te dejo estéril—amenazó en un susurro, cuando vio que el español dejaba una mano sobre la cadera de Italia para acercarle más a él. España se sorprendió mucho por el comentario, principalmente porque no le había visto acercarse. 

El español no dijo nada y apartó su mano de allí, avergonzado. Luego se separó un poco del italiano, por miedo a que el italiano cumpliera su amenaza. No quería ganarse problemas de primeras con él.

La voz de Rusia le sacó de sus pensamientos. 

—¿Os apetece que vayamos allí?—Preguntó el soviético, señalando con el dedo índice a un restaurante que estaba al otro lado de la calle. Parecía uno de comida rápida. En seguida casi todos dijeron que sí sin apenas pararse a pensar dos segundos. Llegados a ese punto, ya les daba igual dónde comer. 

España miró de reojo al padre de Italia, que continuaba con su sonrisa en la cara. El mayor sólo dijo que le daba igual, y España se quedó callado. Sabía que se trataba de una simple amenaza (o al menos eso esperaba, aunque tratándose de Italia Fascista nunca se sabía) para que se alejara un poco de Italia, pero aun así le había sentado bastante mal.

De pronto, ya no tenía hambre.

De todos modos, siguió a los demás, que caminaron hasta el restaurante que Rusia había propuesto. Sí, enseguida se dieron cuenta de que era de comida rápida, aunque a ninguno le importó. Escogieron una mesa adecuada y se sentaron.

Nada en el mundo, ni siquiera la mirada de su padre, impidió que Italia se sentase al lado de España. Se sonrieron un poco, y apenas unos segundos después, comenzaron a hablar entre todos, mientras esperaban a ser atendidos.

Con el corazón a mil, Italia se atrevió a agarrar a España de la mano, mientras se sonrojaba. España no le miró. Ni siquiera movió un músculo, pero el italiano pudo ver cómo sonreía con timidez.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora