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Sólo el hecho de oír la voz de USA en su oído le hizo sentir que se iba a desmayar de nuevo. Su respiración era acelerada, mientras trataba de procesar todo aquello.

No sabía cómo había podido ser tan tonto. Había visto cientos de veces a USA imitar la voz de cualquier país a la perfección, debería haber supuesto que se trataba de él y no de Italia.

Se sentía muy tonto y muy mal por haber pensado que todo aquello era cosa del italiano.

El alemán trató de gritar, pero USA tan sólo le dio un brutal golpe en la mandíbula otra vez. Alemania emitió un leve ruido como protesta y decidió no insistir más y quedarse quieto y callado. Volvió a oír la voz de USA en su oído.

—¿No te parece justo que seas tú ahora el que acabe en el hospital al borde de la muerte?—Preguntó, con una sonrisa. Alemania comenzó a ponerse cada vez más nervioso, sabiendo a la perfección que USA era perfectamente capaz de dejarle inconsciente o incluso de matarle.

En ese momento, comenzó a temer por su vida.

De repente, recibió un golpe por parte del estadounidense en la clavícula, y unos segundos después, el siguiente, que cayó en su cadera. USA comenzó a darle cada vez más y más golpes en distintas zonas del cuerpo. Se le había ido la cabeza.

Todo empezó a dar vueltas para el alemán. Algunos golpes después, todo se volvió negro para él justo cuando caía al suelo.

Luego, perdió el conocimiento.

(...)

Cuando se despertó, no estaba en la cama de su habitación, sino en una camilla incomodísima, en una sala de hospital.

Al principio lo vio todo borroso. Luego comenzó a verlo todo más nítido y más claro. Pudo ver a Rusia sentado en una silla, a su izquierda, con la cara enterrada en las manos mientras lloraba, y a su padre en otra de las sillas a su derecha, de brazos cruzados y los ojos llorosos, tratando de retener las lágrimas. Justo cuando el menor le miró, su padre soltó una lágrima.

Se movió un poco, comprobando que el dolor insoportable de antes, ahora ya no era más que una pequeña molestia. Justo entonces, Rusia levantó la cabeza, atraído por el ruido, y vio a Alemania despierto.

En ese momento, chilló, atrayendo la atención de Third Reich, quien levantó de inmediato la cabeza y también vio a su hijo despierto. Ambos corrieron hasta Alemania y le abrazaron con más fuerza que nunca, mientras Rusia lloraba todavía más, aunque esa vez de alegría y alivio.

El ruso por fin se separó del alemán y le miró con una sonrisa, además de las mejillas húmedas y los ojos rojos de tanto llorar. 

—Pensábamos que no te ibas a despertar nunca más—habló el soviético, sintiendo el mayor alivio de su vida, y tratando de calmar su respiración y sus lágrimas de alegría. Hizo una pequeña pausa. Inspiró hondo varias veces para calmarse. Alemania abrió la boca para hablar, pero Rusia le interrumpió.—Llevas cuatro días así.

Alemania se quedó callado, incrédulo. Cuatro días.

Se preguntó qué había ocurrido en esos cuatro días. ¿Su padre habría matado a USA? ¿Cómo estaría Blondi? ¿Dónde estaría USA, si es que seguía vivo? ¿Habría matado a Italia por error? Deseó con todo su alma que el italiano siguiese sano y salvo. Jamás se lo perdonaría a sí mismo si a Italia le pasase algo por su culpa.

—¿Y Blondi? ¿Dónde está Italia? ¡¿Está bien?!—Le preguntó Alemania, con desesperación. Rusia alzó una ceja, mientras Third Reich fruncía el ceño y se cruzaba de brazos.

—¿Para qué lo quieres saber?—Gruñó el alemán mayor. Su tono de voz indicaba que seguramente, Rusia ya le había contado sus sospechas de que el culpable de todo aquello era Italia. Alemania se desesperó.

—¡Sólo decidme si está bien!—Pidió de nuevo el alemán menor. Rusia desvió su mirada hacia otro lado, con los brazos cruzados. Esa mirada no le gustó a Alemania en absoluto.

—Bueno... Tuve que meterme en la pelea para que la cosa no pasase de insultos y gritos a golpes—respondió Rusia. Hizo una pausa, mientras el alemán menor se tranquilizaba un poco. Su padre y el italiano se habían peleado, aunque no habían habido golpes. Rusia volvió a mirar a su pareja.—¿Por qué lo preguntas? Tiene lo que se merece. Incluso se merecía más. Mucho más.

—¡No!—Chilló Alemania, sin poder callarse, y deseando con todas sus ganas decirles lo que había averiguado. Sacarles de su error.—¡Él no tiene la culpa de nada! 

Tanto Rusia como Third Reich le miraron como si estuviese loco. 

—¿Qué?—Habló Rusia.—Pero, Ale, tú mismo dijiste que oíste la voz de Italia cuando...

—¡No!—Volvió a chillar Alemania, desesperado.—¡No, no, no! ¡Él no tiene la culpa! Pensaba que era Italia, pero... Pero...

Rusia colocó una mano sobre su hombro para que se calmase.

—Ale, espera. Cálmate un poco y explícanoslo con tranquilidad.

Alemania permaneció algunos segundos en silencio, tratando de calmarse. Ni siquiera él era capaz de creerse que aquello fuese verdad. Tras unos pocos segundos más, volvió a hablar.

—Siempre fue USA...—Habló, aún nervioso. Tanto a Rusia como a Third Reich se les heló la sangre al escuchar lo que dijo el menor. La sala permaneció algunos segundos en silencio, hasta que sonó la voz de Rusia, mientras que Third Reich sólo apretaba los puños y los labios con fuerza, tratando de contener su ira.

—¿Qué?—Habló el ruso, con un hilillo de voz. Alemania asintió lentamente.

—Pensaba que era Italia, pero siempre fue USA. Se tapaba la cara y el pelo con un pasamontañas y un gorro de color negro. Supongo que se pintaba la piel visible con los colores de la bandera de Italia e imitaba su voz. Pero siempre fue USA.

De nuevo, ni Rusia ni Third Reich dijeron nada. Ambos trataban de procesar lo habían oído. Alemania trató de calmarse, tumbado sobre la camilla. 

Justo en ese momento, oyeron cómo la puerta se abría con un gran estruendo, haciendo que Alemania diese un respingo del susto. De inmediato, los tres presentes vieron cómo España entraba con paso rápido, tirando del brazo de Italia, casi tirando al suelo al italiano.

—¡Alemania!—Chilló el español, emocionado. Soltó a Italia y corrió hasta el alemán, para abrazarle con fuerza y ternura, feliz de que estuviese despierto y bien, con lágrimas en los ojos. 

Italia se mantuvo quieto, de brazos cruzados y manteniendo las distancias, sobre todo con Alemania y Rusia. Miró discretamente a Third Reich y vio cómo este le sonreía levemente. Italia le devolvió la sonrisa y luego desvió su mirada hacia su pareja.

Notó la mirada de Rusia sobre él, y trató de ignorarla. Inspiró hondo, con paciencia. Hasta que vio cómo Rusia se le acercaba lentamente. Italia ni siquiera le dirigió una corta mirada. Resopló. 

—España, yo te espero fuera—habló el italiano, retrocediendo un poco, todavía con los brazos cruzados. España se dio la vuelta para asentir con una sonrisa y después volver a hablar con Alemania. Italia se dio la vuelta y comenzó a aproximarse hacia la puerta. 

Rusia le siguió, mientras Italia sólo aceleraba el paso. Notó cómo Rusia le agarraba del brazo para detenerle antes de que saliese.

—Espera—pidió el ruso. Italia le miró durante algunos segundos, con odio, y luego se soltó bruscamente. Después, gruñó y siguió caminando hacia la puerta.

—Suéltame.

Finalmente, salió de la habitación, cerrando la puerta con él, con un gran estruendo.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora