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Alemania regresó a su casa después de algunos días en el hospital, recuperándose de sus heridas y moratones. Sintió mucho alivio al ver su casa de nuevo, y, sobre todo, al poder moverse sin tener la sensación de que se iba a morir.

Tanto Rusia como España estuvieron todo el tiempo con él, hablándole y haciéndole pasar un buen rato. Todavía no había recibido noticias de USA, y no lo había vuelto a ver desde que perdió el conocimiento. Quizá no tenía la intención de aparecer más por allí, o igual estaba equivocado y el estadounidense iba a continuar visitándole por la noche a pesar de estar ya recuperado.

Rusia decidió quedarse a dormir una última noche con Alemania para asegurarse de que no le pasaba nada. España, en cambio, se tuvo que acabar yendo a su casa, pues Third Reich no dejaría que nadie más se quedase en su casa.

Alemania estaba a punto de quedarse dormido cuando notó un movimiento en su cama. Se enderezó de inmediato.

—Tranquilo, soy yo—susurró Rusia en la oscuridad, mientras se tumbaba al lado del alemán. Alemania soltó el aire que había estado reteniendo, con un gran alivio. Volvió a tumbarse sobre el colchón, dándole la espalda al ruso.

Enseguida notó cómo Rusia le abrazaba por las caderas con suavidad, como si temiese dañar a Alemania, y le daba un beso en el cuello.

El alemán giró la cabeza para mirar al ruso, con una leve sonrisa.

—Rusia, estoy cansado.—Habló el menor. El soviético le devolvió la sonrisa y tan sólo le dio un corto beso. Después volvió a tumbarse, a su lado.

—Como quieras.

Alemania cerró los ojos, tratando de dormirse. En esos últimos días no había podido dormir prácticamente nada, y estaba muerto de sueño. Notó cómo Benito se subía al colchón con un maullido y después se acurrucaba entre los brazos del alemán, con un constante ronroneo.

(...)

Cuando el alemán se despertó ya era de día, y Rusia continuaba durmiendo a su lado. Sonrió al darse cuenta de que se seguía pudiendo mover como siempre lo había hecho. Acarició a Benito, que se encontraba a su lado, y este ronroneó, sin mover un solo músculo.

Entonces, Rusia se movió un poco y abrió los ojos. Sonrió cuando vio a Alemania allí, junto a él.

—Hola—saludó el ruso, mientras Alemania le observaba desde su lado izquierdo. Alemania le devolvió el saludo, con una sonrisa, mientras agarraba a Benito en brazos y le acariciaba con cariño.

Alemania sonrió y se tumbó pegado al ruso. En cuanto hizo eso, Benito se puso en pie y comenzó a caminar con sus cortas patitas, pisando los cuerpos de la pareja.

—No apareció USA, ¿Verdad?—Preguntó Rusia, acariciando una de las mejillas de Alemania. El alemán negó con la cabeza, todavía con su sonrisa. Rusia sonrió todavía más y se acercó un poco a él.

El soviético le tomó por la mandíbula y le atrajo hacia él, besándole. Alemania no se resistió, mientras el ruso deslizaba una de sus manos por su cuello, después por su hombro y luego por su torso, hasta que, finalmente, se detuvo en la cintura del alemán y la agarró con fuerza.

Varios segundos después se separaron. Alemania le abrazó con ternura como si fuese un niño y así se quedaron, abrazados el uno al otro durante un largo rato.

(...) 

Third Reich había sido despertado por Blondi hacía algunos minutos. Al principio pensó que la pastora alemana tendría hambre o tendría ganas de salir de paseo para poder hacer sus necesidad. En seguida se dio cuenta de que la perra tan sólo estaba aburrida. 

El alemán trato de dormirse de nuevo, pero no lo consiguió. Principalmente porque Blondi no dejaba de darle golpecitos con la pata en la mejilla y en los hombros, pues había conseguido subirse a la cama.

Así que Third Reich había acabado optando por enderezarse y entretener un poco a su mascota. 

Estaba acariciando a Blondi, cuando de pronto le llegó un mensaje. Resopló. ¿Quién demonios le escribía a las ocho de la mañana? Ya tenía suficiente con que la pastora alemana le hubiese despertado.

Agarró el móvil y miró el mensaje.

URSS: Quieres que quedemos en una hora en la pastelería de la última vez?

Third Reich bufó y dejó el móvil de lado.

Aunque, si lo pensaba detenidamente, no parecía tan mala idea, pues tenía hambre, y desayunar en una pastelería no era mal plan. Aunque... ¿Con URSS? Eso lo fastidiaba todo.

De todos modos, no tenía nada muy importante que hacer ese día, y tampoco es que le hiciese especial ilusión verse con el novio de su hijo a la hora de desayunar. De echo, no sabía a quién le apetecía ver menos, si a URSS o a Rusia.

Así que acabó por levantarse y dirigirse hacia el armario para vestirse, con Blondi pegada a sus talones. La pastora alemana se sentó al lado suyo y no apartó la vista de él hasta que no se terminó de cambiar y salió de su habitación.

Fue bastante incómodo para el alemán. Aunque Blondi tan sólo fuese un animal.

Se asomó a la habitación de su hijo y lo vio abrazado a Rusia. Gruñó, molesto, y se dirigió con paso rápido hacia la puerta de la casa. Tuvo que retener a Blondi para que no le siguiese afuera de la casa.

 Después de cerrar la puerta, caminó hasta la pastelería, la cual quedaba algo lejos de su casa. Miró el reloj, pensando que llegaría muy pronto y que seguramente se vería obligado a esperar. Por otra parte, no podía evitar sentirse nervioso, y ni siquiera sabía por qué se sentía así.

Llegó diez minutos antes de la hora adecuada, pero se sorprendió mucho al ver que URSS ya estaba allí, en la puerta de la pastelería. Incluso Third Reich pudo ver a diez metros de distancia cómo el ruso daba un respingo al verle. Quiso acercarse a él, pero sus piernas no se movían.

Al final acabó siendo el alemán quien se acercó al ruso.

—H-hola—habló URSS, muy nervioso, mientras sonreía de forma tímida y nerviosa y le saludaba con la mano. Third Reich se mantuvo serio. Si URSS esperaba que le saludase con una sonrisa de niña enamorada después de que el ruso le robase al gato, iba por muy mal camino.

El más bajo ni siquiera le devolvió el saludo. Le miró durante algunos segundos y después entró a la pastelería. Se sentó en la primera mesa que vio, y URSS se vio obligado a seguirle, pues algo le decía que Third Reich le clavaría una navaja entre los ojos si se atrevía a discutirle en qué mesa sentarse.

URSS suspiró, mientras se sentaba en la silla que estaba enfrente de la del alemán.

Aquello iba a ser más difícil de lo que pensaba y esperaba.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora