Cuando Third Reich se despertó, tan sólo eran las tres y media de la madrugada. Se revolvió con molestia y sueño. Abrió los ojos y observó lo que le rodeaba. En realidad, esperaba que ya fuera de día, pero se sorprendió mucho al ver que la habitación estaba completamente a oscuras. Y según podía ver a través de la ventana, todavía era de noche.
Pasaron algunos segundos y el timbre que le había despertado volvió a sonar. De inmediato se quedó paralizado. ¿Y si... Y si era URSS?
De pronto le invadió el miedo. Aunque decidió no dejarse llevar por él y se dio cuenta de que no podía ser el soviético. Al fin y al cabo, si hubiese querido entrar en su casa, lo habría hecho mediante una ventana, y no habría llamado al timbre de la puerta.
Aunque no podía evitar estar nervioso, se levantó de la cama y se dirigió a la puerta. Aunque no fue capaz de salir sin antes mirar a Prusia. Él continuaba dormido a pesar del escándalo del timbre.
Bajó las escaleras en completo silencio. Caminó hasta la puerta y con algo de miedo tiró del pomo para abrirla.
Ni siquiera tuvo tiempo para ver quién le había llamado, cuando esa persona se abalanzó sobre él y le abrazó con fuerza. Se preguntó entonces si Alemania había salido en algún momento de la noche.
Pronto se dio cuenta de que no le estaba abrazando una persona. Le estaban abrazando dos.
—¡Reich!—Habló una de ellas, con emoción. El alemán la reconoció de inmediato y resopló, para luego tratar de quitarse a esas dos personas de encima.
—Quitaos, pareja de imbéciles.—Pidió con molestia. Aquellos dos le habían llamado a las tres de la mañana para abrazarle como si fueran dos niños pequeños. No tenía ninguna gracia.
Por fin, sus dos aliados se separaron de él, con una sonrisa. Third Reich volvió a resoplar.
—¿Qué hacéis aquí? ¿No sois capaces de mirar el reloj y daros cuenta de que son las tres y media de la madrugada?—preguntó con molestia. Imperio Japonés frunció el ceño.
—No te quejes, encima que venimos a visitarte...—Habló. El alemán se cruzó de brazos y les miró mal.
—No quería que vinierais a visitarme.—Respondió con dureza y tono serio. Italia Fascista se llevó una mano al pecho e inspiró hondo, haciéndose el afectado , y listo para montar drama. Por suerte, Imperio Japonés fue capaz de hablar antes de que el italiano comenzara a soltarle maldiciones e insultos en su idioma natal.
—Pero nosotros sí, te echamos de menos—dijo el japonés, mientras volvía a abrazar con ternura al alemán, quien le miró, irritado. Él sólo aceptaba abrazos de su hijo.
Imperio Japonés comenzó a ronronear y a mover su cola gatuna de un lado para otro, lo cual significaba que no se iba a separar jamás.
—¿Dónde dormimos nosotros?—Preguntó Italia Fascista, mientras agarraba a Benito en brazos con ternura, como si fuese un bebé. Luego, el animal comenzó a lamerle los brazos, como si el italiano fuese un gato más. Finalmente cerró los ojos, ronroneando, y se durmió.
—En la cama de Reich. No pienso dormir en el sofá al lado de Blondi para que luego ella interrumpa mi sueño pisándome la barriga.—Respondió Imperio Japonés, sin separarse de Third Reich.
—Mi cama ya está ocupada, me temo que tendréis que dormir en el sofá.—Hizo una pequeña pausa.—O en el suelo, donde más os apetezca.
Imperio Japonés le miró, burlón, mientras le picaba en el hombro y sonreía para molestarle.
—¿Ocupada por quién? ¿Por URSS? ¿Por fin habéis...?
—No—se apresuró a interrumpir.—Y como sigáis haciendo preguntas os juro que le diré a Blondi que os muerda las patas.
(...)
—¡Buenos días!—Chillaron ambos aliados, abriendo la puerta de la habitación de Third Reich de golpe, muy alegres y sonrientes. El alemán se despertó de un salto y casi se cayó de la cama, pero logró evitarlo. Miró al japonés y al italiano, que estaban de pie en la puerta. Casi parecía que hubieran desayunado siete bebidas energéticas.
De pronto, ambos se quedaron callados y quietos. Third Reich se dio cuenta de inmediato de que se habían fijado en Prusia, que dormía dándole la espalda a Third Reich, con Katze entre los brazos.
—Imbécil, te dije con el padre, no con el hijo—le soltó Italia Fascista, mirando mal a Third Reich. En el papel que le había entregado decía claramente que tenía enamorarse de URSS, no de Prusia.
Third Reich, por mucho que deseaba hablar para sacarles de su error, no era capaz. No le salían las palabras. Imperio Japonés miró al alemán con los ojos abiertos como platos. Se acercó a él, sin saber si creerse lo que estaba viendo o no.
—¿Cogiste con Prusia?—le gritó en voz baja. Italia Fascista también se acercó a él, con Benito en su hombro y con cara de estar haciéndose exactamente la misma pregunta. Third Reich palideció un poco y negó con la cabeza de inmediato.
—¡No!—Chilló, más alto de lo que le habría gustado.—Él sólo vino a mi casa porque en la suya tuvo problemas con su padre y por eso...
Le dio un vuelco el corazón cuando vio que Prusia se movía un poco y se daba la vuelta. Luego abrió los ojos y lo primero que hizo fue gritar al ver a los dos aliados de Third Reich en su misma habitación y tan cerca de él.
De inmediato, el prusiano se metió bajo las sábanas, cubriéndose entero con ellas, como si le fueran a proteger del peligro. Katze también se ocultó con él, al mismo tiempo que maullaba. Luego se bostezó.
Benito, al ver a Katze, se bajó del hombro de Italia Fascista de un salto y cayó sobre el colchón. A continuación, se acercó hasta donde Prusia y su gato estaban ocultos y se sentó. Luego maulló un par de veces.
Segundos después, Katze salió de debajo de las sábanas y maulló a él. Luego, ambos frotaron sus cuerpos y sus caras mientras ronroneaban, felices. Finalmente, se tumbaron uno al lado del otro, de modo que Katze envolvió el cuerpo de Benito con sus patas.
Italia Fascista no pudo apartar en ningún momento la vista de aquella escena tan bonita. Eran adorables juntos. Imperio Japonés, por el contrario, tan sólo la observó unos pocos segundos, y luego volvió a mirar a Third Reich con ganas de matarle.
No estaba muy seguro de lo que el alemán decía.
—No te creo. Aunque fuese verdad que Prusia está aquí por problemas familiares, explícame por qué estáis durmiendo en la misma cama y tan juntos—le dijo el japonés en voz muy baja, en el oído de Third Reich.
—Yo te digo la verdad: eres tú el que decide si creértela o no, y si no lo haces no es mi problema.
Enseguida comenzaron a discutir en voz baja, mientras Italia Fascista seguía observando a los dos felinos dormir pegados, embobado y muerto de ternura.
La voz de Prusia sonó de repente en medio de aquella discusión, interrumpiendo al japonés y al alemán.
—¿P-podríais iros un momento?
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Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎
HumorContinuación de Rusia y sus Cinco Pretendientes 📍Esta historia no se centra en ningún ship en especial, pero sí se nombran algunos 📍No es necesario leer antes Rusia y sus Cinco Pretendientes, pero es recomendable ya que así se entenderán mejor alg...