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Rusia buscó a Alemania con la mirada por el descampado. Había muchos países por allí alrededor. En realidad no se esperaba que fuera a ir tanta gente a ayudar a montar la feria, sobre todo sabiendo cómo eran algunos países.

El alemán le había dicho que iba a acudir exactamente a las ocho de la mañana, y que se iba a llevar a Blondi con él. Tarde o pronto tendría que visualizar o bien a Alemania o bien a la pastora alemana. 

Tras varios minutos de búsqueda, lo encontró hablando animadamente con Italia junto a uno de los puestos que estaban comenzando a montar algunos países de Latinoamérica. Y no tenía pinta de que el pobre puesto fuese a acabar muy bien. 

Cuando Alemania le vio gritó su nombre, sorprendido de verlo allí, y corrió para abrazarle con fuerza, casi tirándolo al suelo. Italia también acudió, y se quedó parado al lado de ellos, observándolos con ternura.

Después de casi diez segundos, Alemania por fin se separó de Rusia, muy sonriente. En esos momentos, Blondi casi se le tiró encima, y Rusia se vio obligado a acariciarla, mientras esta se ponía a dos patas para recibir caricias en la cabeza y en el cuello.

—¿Qué hay que hacer aquí?—Preguntó Rusia, pues acababa de llegar y no sabía exactamente cómo ayudar a montar la feria. Alemania sonrió y señaló con el dedo índice distintas cajas desperdigadas por todo el descampado. 

—Cada caja contiene material para montar un puesto. Algunos son como tiendas de campaña pero muy altas. Otros son simples puestos de mercadillo, los cuales hay que decorar con luces, decoraciones y etc. Cada persona puede elegir encargarse del que quiera. Con un poco de suerte quedarán algunos libres y nos los podremos pedir antes de que nos los quiten—explicó Alemania. 

El ruso sonrió y miró al alemán. Se puso un poco serio. 

—Mi padre no ha venido, y el tuyo tampoco, ¿No?—Preguntó. Alemania se giró hacia él y negó con la cabeza.

—No. Mi casa es el mismísimo país de la alegría ahora mismo.—Hizo una pequeña pausa y luego sonrió.—Además, ¿Mi padre viniendo a una feria de Navidad? Ni aunque le pagues.

—¿Y el tuyo, Italia?—Preguntó Rusia, mirando al italiano. Este último miraba algo por encima de su hombro, con el ceño fruncido y los brazos cruzados.—¿Italia?

Sólo entonces, el italiano reaccionó y se dio la vuelta de inmediato.

—¿Sí? 

—Que si ha venido tu padre.

—Ah, sí—respondió sin mucho interés. Volvió a girarse e hizo un gesto con la cabeza para señalar al italiano mayor, que estaba a veinte metros de ellos, al lado del puesto que Japón, China, Grecia y Colombia estaban montando.—Le está montando drama a Imperio Japonés porque ha comprado una pizza prefabricada para comer.

Italia volvió a girarse para mirarles, aunque no parecía muy contento. Rusia se preguntó entonces qué estaría mirando antes de que le llamaran. De improviso, Alemania los agarró de la mano y comenzó a dirigirse, emocionado, hasta uno de los puestos que quedaban libres. 

Luego los soltó y se agachó para leer lo que estaba escrito en el papel de la caja. 

Puesto de comida (1/4)

Alemania leyó lo que ponía debajo. Básicamente, explicaba que lo único que se les proporcionaba en aquella caja era lo necesario para poner el puesto en pie, y que todo lo demás (decoraciones, luces y etc.) tendrían que adquirirse por separado. Cuando terminó de leerlo, se giró y miró a Rusia y a Italia con una gran sonrisa.

—¿Nos quedamos con este?—Preguntó, con emoción. Rusia asintió con una sonrisa e Italia simplemente se encogió de hombros. Alemania tomó eso como un sí y, emocionado, se sentó sobre el suelo para empezar a sacar las cosas de la caja. 

Rusia aprovechó que Alemania estaba centrado en abrir la caja como si fuese un niño pequeño abriendo sus regalos de Navidad, y se acercó a Italia disimuladamente. Le agarró del brazo y se acercó a su oído.

—¿Qué te pasa?—Preguntó en un susurro. Italia frunció el ceño y ni siquiera le miró. 

—Nada.

Rusia se alejó de su oído y le soltó, pues estaba claro que a Italia le pasaba algo y no se lo iba a contar. De todos modos, tampoco fue muy complicado sospechar por qué estaba así. Miró a Alemania y sonrió.

—Ale, me voy un momento, en seguida vuelvo—dijo, levantándose. Sólo entonces, Alemania giró su cabeza para mirarle y también sonrió.

—¡Vale!

Rusia comenzó a caminar hacia otra dirección. Buscó a la persona que deseaba encontrar, dudando sobre si habría ido a ayudar en la feria o no. Sintió mucho alivio cuando la vio bailando y haciendo el tonto con Portugal, a pesar de que el puesto que montaban con la ayuda de Noruega ni siquiera estaba en pie todavía.

Se acercó a ellos y carraspeó para llamar la atención de los dos amigos, que ni siquiera se habían dado cuenta de que el ruso estaba allí. 

Cuando lo hizo, ambos pararon, riendo, y le miraron. España fue el primero en ponerse serio al ver a Rusia, quien sonreía de la forma más verdadera que podía. 

—Hola, Rusia—saludó, ahora sonriendo tiernamente, mientras le hacía un gesto con la mano. Rusia se dio cuenta de que era casi tan tierno como Alemania. 

—Hola, España—saludó.—Vengo a proponerte una cosa. ¿Te gustaría ayudarnos a Alemania, a Italia y a mí a montar nuestro puesto de comida?—Propuso. España pareció dudar bastante. El ruso pudo ver la mirada asesina que Portugal le dirigía, aunque no dijo nada.

—Es que... Me encantaría, Rusia, pero yo... Ya estoy montando uno con Portugal y Noruega—respondió, un poco apenado. Portugal, por otra parte, sonrió triunfante y esta vez fue Rusia quien le miró con ganas de querer matarle. Hizo un pequeño puchero y volvió a centrarse en España.

—Por favor, España... Italia está muy ilusionado, dice que le encantaría que pudieseis cocinar juntos para el puesto. Además... Estoy seguro de que no te gustará que tengamos que poner paella prefabricada en nuestro puesto, ¿A que no? Nos encantaría que la cocinaras tú mismo para que todo el mundo pudiese probar la paella casera de verdad.—Pidió Rusia. Si eso no funcionaba, ya no sabía qué más hacer.

España volvió a dudar y Portugal le miraba todo el tiempo, deseando con toda su alma que rechazase la oferta. 

—Bueno...—Habló el español, sin saber muy bien qué decir. Luego se giró hacia Portugal y le miró a los ojos, como si le estuviese traicionando en un asunto importantísimo.—No te importa, ¿No?

Portugal de inmediato, negó con la cabeza y sonrió un poco.

—No, claro que no.—Respondió. 

Claro que sí que le importaba. 

España sonrió tiernamente y le abrazó, justo antes de darle las gracias y caminar hasta Rusia, sonriendo. Rusia sonrió, triunfante, mientras Portugal le dirigía una mirada de que de verdad le iba a matar. El ruso pestañeó inocentemente para burlarse de él y se alejó caminando junto a España.

Cuando llegaron hasta donde estaban Alemania e Italia, Rusia se sentó en su sitio, entre el alemán y el italiano, mientras que España se sentó al lado de Italia y le abrazó tiernamente.

—¡Hola!—Saludó, con una sonrisa. Italia casi se desmayó al ver a España a su lado, tan cerca de él, y además, abrazándole con fuerza como si fuese su padre. Se sonrojó un poco y sonrió.

—Ahora yo también os ayudaré con vuestro puesto de comida—anunció el español, sin separarse de Italia. Alemania los miró, con una sonrisa. Se veían muy tiernos juntos.

Justo cuando el alemán iba a hablar, oyeron una voz familiar caminar hacia ellos.

—...sí, sí. Ya veo que no me aprecias y prefieres pasar la mañana con una pizza prefabricada. ¡Fuera! ¡Vete y sé feliz con tu pizza, traidor! Ya sabía yo que nunca me quisiste, y que sólo fingías—Hizo una pausa y se secó una lágrima falsa. Después, cambió el tono triste y dramático por uno alegre—¡Hola, fracasadas! Ya llegó por quien lloraban. Y como veo que vais a hacer un puesto de comida vais a necesitar a una diva como yo que os ayude a cocinar, ¿A que sí?

Imperio Japonés suspiró, observándole desde algunos metros más lejos.

Definitivamente, tenía que cambiar de pareja.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora