Italia se quedó inmóvil, deseando con todas sus fuerzas que San Marino no les clavase las dos dagas que había puesto sobre sus cuellos. Y estaba claro que si no hacía algo, eso iba a ser exactamente lo que iba a acabar pasando.
—Espera—pidió el italiano, tratando de mirar a San Marino, pero sin conseguirlo. La chica sólo apretó todavía más la daga sobre el cuello de Italia.—Soy... Soy Italia.
—¿Y?
—Bueno... Éramos amigos cuando éramos pequeños.—Respondió el italiano, sin saber muy bien qué decir. San Marino no retiró las dagas del cuello de ninguno de los dos países. De hecho, Italia sólo tuvo la sensación de que la chica apretó todavía más el arma. Supo de inmediato que sus intentos no habían funcionado.
—¿Y?—Repitió.
Italia tardó varios segundos en responder.
—No nos mates, por favor—rogó el italiano, desesperado. Segundos después, añadió:— Por lo menos suelta a España.
Italia no se esperaba para nada que San Marino, con un movimiento rápido y algo brusco, les soltase, dándole un empujón que casi los tiró al suelo. Italia sujetó a España, temiendo que el español se cayese.
Se quedó pasmado al ver el aspecto de San Marino. Cuando él tenía cuatro años, y San Marino tenía siete, era una niña que siempre iba con dos trenzas como peinado, que siempre sonreía y a la que le encantaba llevar vestidos, fuesen del tipo y color que fuesen.
Ahora estaba completamente cambiada: estaba mucho más alta y más mayor. Su pelo continuaba siendo rubio y ondulado, pero ahora era largo y lo llevaba suelto. Vestía con una camiseta, un pantalón y unas botas. Todo negro, a excepción de una capa ondeante de color dorado. Italia se fijó en las dos dagas que llevaba en las manos enguantadas (los guantes negros también), y en cinturón en el que había otra daga más y un gran cargamento de balas.
Observó la piel pálida y algo sucia de San Marino. Después dirigió su mirada a la cara de la italiana. Se continuaba pareciendo ligeramente a cuando era pequeña. Sus ojos continuaban siendo de un intenso color azul... Pero le faltaba uno. Le faltaba el ojo izquierdo, y ni siquiera llevaba un parche ni nada parecido para ocultarlo.
San Marino le dirigió una mirada a España, quien tan sólo se puso aún más nervioso. Después, la chica le sonrió con maldad y le señaló con una de sus dagas, aunque sin llegar a tocarle.
—Vete si no quieres que te mate—amenazó San Marino. Y parecía muy dispuesta a hacerlo.
España sólo se encogió un poco, e Italia se apresuró a pasar un brazo por su hombro para que no se sintiese mal ni asustado.
—No, él...
—Te lo diré una última vez—habló la italiana, acercándose un poco al español, haciendo que la punta de su daga tocase el pecho del español—vete si no quieres que te mate.
Aquello fue suficiente para Italia. Apartó la daga de San Marino de un manotazo y se interpuso entre la chica y su pareja. La joven, con un gruñido y un movimiento rápido, y echando mano de la otra daga que sujetaba, la hizo un corte de unos diez centímetros en el brazo a Italia. Luego levantó la pierna en un ángulo de 180 grados, golpeándole a Italia en la barbilla con la bota.
Después, le empujó y avanzó hasta España, quien cada vez estaba más asustado, sin atreverse a hacer nada.
—Quería que viniese Italia, no tú—mantenía su sonrisa siniestra.—Ahora vete.
—Por favor, deja que se quede.—Pidió Italia, tratando de ignorar el dolor que sentía en la barbilla, avanzando hasta España y San Marino.—No sé qué es lo que quieres decirme, pero te prometo que no lo dirá a nadie.
San Marino se quedó callada unos segundos, pero al final le lanzó una mirada asesina a España y soltó un suspiro.
—Está bien—dijo al final. Agarró con fuerza sus dagas y comenzó a caminar hacia una pared, a unos metros de ellos.—Y como alguno de los dos diga algo, haré con vosotros lo que USA hizo con Alemania.
—¿Cómo te has enterado de eso?—Preguntó Italia, con algo de brusquedad. San Marino no respondió, con una sonrisa siniestra todavía en su cara. Continuó avanzando, hasta que de pronto se detuvo y apartó de una patada una baldosa suelta, entre las muchas que había en el suelo.
Un hueco en el suelo se reveló cuando San Marino apartó la baldosa. Y debajo había una habitación.
San Marino se sentó en el borde del agujero de forma que sus piernas quedaron colgando. Después, tomó impulso y se dejó caer, entrando en la habitación.
—Venid aquí.—Habló. Tras algunos segundos, al ver que ni España ni Italia bajaban a su habitación, se dio la vuelta y alzó la cabeza para mirarles con el ceño fruncido y con desprecio.—¿Qué os pasa? ¿Tenéis miedo de que vuestra ropa de marca se ensucie? ¿Tengo que contaros cómo perdí mi ojo izquierdo?
Italia y España se apresuraron a bajar.
(...)
—¡Mira, Ale! ¡Es uno de los dibujos que hacíamos cuando éramos pequeños!—Habló Rusia, con emoción, mirando la hoja de papel algo arrugada que había encontrado haciendo una limpieza de su mesilla de noche, junto con Alemania, que le ayudaba con el escritorio.
El alemán se acercó hacia él y observó, con una sonrisa, uno de los dibujos que habían hecho cuando tan sólo tenían siete años.
—Awww. Vamos a ver qué más cosas hay por ahí—habló el alemán, convencido de que habrían cosas muy tiernas en aquellos cajones. No le extrañaba, siendo Rusia.
El ruso volvió a meter la mano en el cajón y buscó papeles que pudiesen ser antiguos. Agarró el primero que vio y lo abrió, emocionado.
Era una carta. Ambos la leyeron en silencio.
Hola wapo:
El otro día estaba con China y me dijo que te iba a hacer una caja con regalos y cosas cursis de esas.
Así que me dije a mí mismo "¿Y por qué no hacer lo mismo?". Pero no lo MISMO que ella, porque no me gustas (tan feo y con tantos acosadores, yo no comprender). Una caja a mi manera.
Espero ke te guste mai frienddddd.
Alemania no entendía nada. En cambio, Rusia sí.
Aquella carta era de Italia.
Alemania agarró un pequeño papelito girado que estaba al lado de la carta, suponiendo que sería alguna nota o algo así.
Cuando lo giró, vio que se trataba de una foto de Rusia e Italia dándose un beso.
Le dio un tic en el ojo y se giró hacia Rusia, esperando una explicación sobre esa foto. Quiso suponer que no era muy reciente. De lo contrario, iba a tener una seria charla con él. Y es posible que Third Reich también interviniese.
Abrió la boca para hablar, pero la cerró de inmediato al ver las lágrimas en los ojos de Rusia.
Así que optó por abrazarle con fuerza y ternura, mientras Rusia mantenía agarrada la nota de Italia, llorando y quieto como una estatua. Alemania decidió no decir nada sobre la foto.
—No te preocupes, Rusia—habló el alemán, quitándole la carta de la mano al ruso, con la esperanza de que dejase de sentirse tan mal. Aunque esta vez, sus abrazos no parecían estar funcionando.—España le ha convencido para que hable contigo.
Rusia no dijo nada, dejándose abrazar por Alemania. Quiso recuperar la carta, pero al final decidió que era mejor que Alemania le mantuviese apartado de ella.
Su estado empeoró cuando vio la foto de Italia y él.
Sé que antes en la carta de Italia ponía que la caja era de Polonia, pero decidí cambiarlo porque el capítulo de la carta, Polonia le regaló a Rusia un dibujo muy realista, mientras que otro capítulo dice que Prusia le enseñaba a dibujar a Polonia y que éste no sabía dibujar.
Na más aclarar eso :3
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Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎
HumorContinuación de Rusia y sus Cinco Pretendientes 📍Esta historia no se centra en ningún ship en especial, pero sí se nombran algunos 📍No es necesario leer antes Rusia y sus Cinco Pretendientes, pero es recomendable ya que así se entenderán mejor alg...