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Cuando Italia se despertó a causa de los rayos de sol que entraban por la ventana, todavía estaba abrazado a España desde detrás de él. Sonrió al recordar la noche anterior y le abrazó con todavía más fuerza, cerrando los ojos y disfrutando de su contacto.

Inspiró hondo y aspiró su olor, mientras le acariciaba el cabello con lentitud. 

Había sido la mejor noche de su vida.

Abrió los ojos de inmediato en cuanto notó que alguien le tapaba la boca con una mano.

Se giró con rapidez y encontró allí a su padre, con cara de que iba a matarle, mientras le daban varios tics en el ojo. Italia no dijo nada, mientras notaba cómo se sonrojaba un poco. El mayor le agarró con la otra mano uno de los brazos de su hijo y tiró con fuerza, sacándole de la cama sin ni siquiera darle tiempo a vestirse o a ponerse por lo menos un pantalón.

Italia Fascista ni siquiera se esperó a que el menor se recuperase de casi caerse al suelo por la forma brusca que había utilizado su padre para sacarle de allí. 

Italia notó cómo Italia Fascista le agarraba con todavía más fuerza conforme avanzaban. Tiró de él para que se metiese en la cocina. Sólo entonces le soltó. Italia ya sospechaba lo que venía a continuación, pero se quedó callado. 

Italia Fascista le arrinconó contra el banco de la cocina y dejó ambos brazos a los lados de su hijo, impidiéndole escapar. Le miró, con el ceño fruncido.

—¿A qué vino lo de anoche?—Preguntó el más mayor. Esa pregunta sorprendió y asustó al mismo tiempo al italiano menor, que se sonrojó y palideció al mismo tiempo. Se quedó callado algunos segundos. ¿Cómo lo sabía?  ¿No había ido a cenar con Imperio Japonés (y posiblemente también con Third Reich)?

—Hum... ¿A-a qué te r-refieres?—Preguntó Italia, tratando de fingir que no sabía nada, con una leve sonrisa falsa. Italia Fascista frunció el ceño y se acercó a él. Soltó un gruñido y se acercó a su oído, con una sonrisa siniestra. 

—Me refiero a por qué está España en tu cama—le susurró, mientras a Italia se le helaba la sangre.

Su padre lo sabía. Estaba claro que en algún momento de la noche, él e Imperio Japonés habían vuelto de cenar, pero él no había escuchado nada. ¿Les habían oído a él y a España mientras estaban en la habitación?

—B-bueno...—Habló Italia, sin saber qué responder. ¿Cómo iba a negárselo si su padre ya lo sabía todo? Y se iba a morir de vergüenza si Italia Fascista le obligaba a explicar lo que había ocurrido en su cuarto la noche anterior, a pesar de que ya era algo obvio.

Su padre se alejó de su oído y simplemente le miró con cara de querer matarle. Italia continuó, incómodo. 

—España y yo... Hum... S-somos... Somos pareja y por eso... H-hicimos lo que hicimos a-anoche—explicó, con las mejillas ardiendo. Italia Fascista abrió los ojos como platos al escuchar que su hijo y el español eran pareja.

Italia, sabiendo lo que se venía, frunció el ceño.

—¿Por  qué me regañas?—Preguntó, molesto y enfadado al mismo tiempo.—¡Hace unos días Imperio Japonés y tú hicisteis exactamente lo mismo y Japón y yo estuvimos prácticamente toda la noche sin dormir!

Después, apartó uno de los brazos de su padre de donde estaba, con algo de brusquedad, y salió de la cocina con paso rápido. Italia Fascista no podía reñirle por algo que él también había hecho. 

Entró en su habitación, con el ceño fruncido. Se tumbó en la cama, inspirando hondo para relajarse, y se tapó con el cubre. Fue entonces cuando se dio cuenta de que España estaba frente a él, despierto y con una sonrisa tierna. Le abrazó con fuerza.

—Hola—saludó, muy contento. Italia sonrió. Era adorable. Le acarició la espalda con suavidad, sin que el español se separase de él. 

—Hola.—Saludó el italiano, dándole un beso en la frente.—¿Cómo estás?

España se aferró con más fuerza a él, hundiendo su rostro el el torso desnudo de Italia. Inspiró su olor.

—Cansado—respondió.—Cansado pero feliz. ¿Qué ocurre? ¿Por qué te habías ido?

España levantó la cabeza sin dejar de abrazarle en ningún momento y le miró con ojos de pena. El italiano se puso un poco pálido, pero sonrió igualmente y le miró, acariciando su cabello.

—Es que... España...—Hizo una pausa, inspirando hondo.—Resulta que... Se ve que mi padre nos debió de escuchar ayer por la noche mientras lo hacíamos.

España se quedó pálido y callado. Estaba seguro de que en cuanto el padre de Italia le viese le iba a hacer trozos con su navaja. Se hizo un poco más pequeño, asustado.

—Me preguntó por qué había hecho eso y... Y yo le he dicho que somos pareja—continuó Italia. Ahora que se daba cuenta, quizás no había sido buena idea decirle la verdad a su padre. 

España palideció aún más hasta el punto de quedarse casi blanco por completo. Tragó saliva. No iba a salir vivo de esa casa. Y posiblemente jamás se le permitiese entrar  de nuevo.

—I-Italia...—Habló, con un hilillo de voz.—¿Cuántos problemas vamos a tener por eso?

El italiano suspiró, sintiéndose muy culpable, y se limitó a abrazarle con fuerza, enterrando la cara en su cuello.

—No te preocupes, España. Mi padre no te hará nada.

Ni siquiera él estaba seguro de ello.

(...)

Rusia se despertó al notar cómo alguien le abría uno de sus ojos.

Pegó un chillido al ver allí a  Third Reich, de pie junto a él, y con cara de querer asesinarle. El grito  del ruso sólo puso de mal humor al alemán, y no pudo contenerse: le dio una fuerte bofetada y Rusia no  se atrevió a chillar más.

—¿Qué pasa?—Preguntó el soviético, frotando su mejilla dolorida. Third Reich gruñó y se cruzó de brazos.

—Vete de mi casa. Ya. Dijiste que te quedarías a cenar y a dormir.—Hizo una breve pausa, tirando de su brazo para sacarlo de la cama con brusquedad.—Ya has cenado y has dormido. No te quiero ver por aquí.

El ruso, que había acabado en el suelo por culpa de los tirones del alemán, miró su reloj y entonces vio que apenas eran las siete de la mañana. Soltó un leve quejido para no arriesgarse a recibir otro golpe y se levantó.

—¿Me puedo despedir por lo menos de Alemania?—Preguntó Rusia, caminando hacia la puerta de la habitación. Third Reich le asesinó con la mirada.

—No. No vas a despertar a mi Alesito a las siete de la mañana—respondió el más mayor. El soviético no se atrevió a discutirle la respuesta y salió de la habitación sin decir nada. Third Reich le condujo a empujones hasta la puerta principal y la abrió.

—No vuelvas por aquí—gruñó el alemán, enfadado. Luego le cerró la puerta en las narices y le dejó en la calle con el frío del invierno entrándole entre la ropa y helándole.

Third Reich regresó a su habitación y se derrumbó sobre su colchón. En ese mismo momento le llegaron algunos mensajes. El alemán bufó. Ya sabía quiénes eran incluso sin mirar el móvil.

Imperio Japonés: REICH

Imperio Japonés: Italia y yo te necesitamos para una cosa.

Italia Fascista: Quedamos dentro de una hora en el  centro comercial. No faltes.

Third Reich no respondió. Estaba segurísimo de que esa cosa que tan importante que decían no era más que una estupidez. Pero como sabían que si decían "Reich, te necesitamos para una tontería", él no iba a acudir, decían que era importante.

En realidad no era nada muy complicado de predecir, pues siempre hacían eso. 

Bueno, faltaba una hora. Todavía podía aprovechar y dormir un poco más.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora