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Siguieron desde lejos a Third Reich y a URSS, mientras estos caminaban hacia algún lugar. Pasaron algunos minutos hasta que Imperio Japonés e Italia Fascista pudieron ver cómo el alemán agarraba del brazo al más alto y tiraba de él, llevándole hacia algún sitio. 

Third Reich se detuvo en el césped del parque y le dijo algo al ruso que ninguno de los dos amigos oyeron ni entendieron. Después se sentaron allí mismo, ambos con una sonrisa. Intercambiaron algunas palabras, y a continuación, vieron cómo el alemán metía una mano en la bolsa de tela que había estado llevando todo el tiempo, y sacaba de allí una bola de pelo blanca muy pequeña. 

Tras forzar la vista un poco, se dieron cuenta de que se trataba de un gato.

Imperio Japonés soltó un ruidoso maullido de emoción, e Italia Fascista tuvo que retenerlo con fuerza para que el japonés no saliese corriendo. Su aliado sólo maullaba, molesto.

—¡Imperio, vas a fastidiar el espionaje!—Le riñó el italiano, mientras tiraba de su brazo para llevarle detrás de algunos arbustos y no llamar la atención de Third Reich y URSS. Imperio Japonés forcejeó, soltando un bufido felino, enfadado.

—¡Pero quiero conocer a mi nuevo amigo!—Habló el medio gato y medio humano. Italia Fascista tuvo ganas de rajarle con su navaja, pero se contuvo. Al final logró tirarle detrás de algunos arbustos, jadeando. 

—¡Ya lo conocerás luego!—Habló el italiano, poniéndole el pie en el pecho para impedir que Imperio Japonés volviera a levantarse. Cuando estuvo seguro, segundos después, de que su pareja no iba a fastidiar sus planes, retiró su bota del pecho del japonés. 

Este último se levantó, malhumorado, mientras Italia Fascista se asomaba un poco para observar a su aliado y al ruso, jugando sentados con el gato blanco, con las piernas cruzadas y una sonrisa. 

Imperio Japonés le imitó, con el pelaje erizado y moviendo su cola felina todo el tiempo de un lado para otro. Eso solía indicar que estaba o enfadado, o molesto o triste. En este caso posiblemente fuesen las dos primeras.

(...)

—¡Ita!—llamó España, abrazándole con fuerza, como si fuese un niño pequeño, al reunirse con él en la calle. Italia sonrió y también le rodeó con los brazos durante algunos segundos. Después de un poco más de abrazo, el español también dejó de abrazarle. Le miró, con una sonrisa. 

—¿Cómo estás?—Preguntó el italiano, agarrándole de la mano para empezar a caminar. El español se pegó mucho a él, con una sonrisa, mientras agarraba con fuerza la mano de Italia. 

—Muy bien—habló España. Luego se puso un poco serio.—Oye... Sé que no me vas a hacer caso, pero... Quizá deberías hablar con Rusia. Sería una estupidez que dejaseis de ser amigos por eso.

Italia frunció un poco el ceño.

No me acusó de una simple estupidez. Me acusó de dañar brutalmente a Alemania. Third Reich se enteró y tuve suerte de que la pelea no pasó de insultos a golpes. Dejó a USA en un hospital a punto de morirse porque según Alemania, él le había hecho una herida en el brazo. Sólo imagina lo que me hubiese podido hacer a mí teniendo en cuenta el estado de Alemania—gruñó, apretando con fuerza la mano de España. Luego la soltó un poco al darse cuenta de que quizás le estaba haciendo daño.

España quería decir algo, pero tenía que admitir que aquello era verdad. De todos modos, decidió insistir.

—Pero, Italia, Rusia no sabía que no eras tú. USA imitaba tu voz y adoptaba tu aspecto por las noches, es normal que Alemania pensase que aquel eras tú, y también es normal que se lo dijese a Rusia.—Habló el español, mirándole con ojos de pena. Aquella era una técnica que siempre funcionaba, y rezó para que aquella vez también.

Italia le miró durante algunos segundos, y España notó cómo Italia se iba ablandando poco a poco. El italiano se relajó.

—De acuerdo—aceptó, sin mirarle. España sonrió y le abrazó con ternura.—Pero necesito tiempo, puede que...

—¡Españaaa!—Llamó una voz a lo lejos, interrumpiendo al italiano. Italia se quedó blanco. 

No podía ser verdad.

España levantó la cabeza para ver quién le había llamado. Sonrió todavía más y levantó la mano para hacer un gesto de saludo a Portugal, que se acercaba caminando hacia ellos. 

El español soltó la mano de Italia y corrió hasta llegar a Portugal. Una vez allí, le abrazó con fuerza, mientras Portugal sonreía, todo el tiempo. Segundos después, se separaron y comenzaron a hablar animadamente.

Italia gruñó levemente, y luego sonrió de la forma más verdadera que pudo, mientras se acercaba a ellos. Notó cómo Portugal le miraba de arriba a abajo como si se tratase de una cosa rara.

—Hola—saludó Italia, sonriendo, aunque sin ningún tipo de emoción. Portugal le devolvió la sonrisa falsa y también el saludo. Luego miró a España.

—España, había venido para ver si... Te apetecía que paseáramos y habláramos un rato por el parque, pero... Ya veo que estás ocupado, así que...—Italia se dio cuenta de las intenciones de Portugal en cuanto comenzó a hablar. Le lanzó una mirada asesina.

—No te preocupes—interrumpió España, emocionado.—Puedes venir con nosotros, no nos importa, ¿Verdad, Italia?

El italiano se apresuró a negar con la cabeza, mientras Portugal sonreía más que nunca. Italia tuvo ganas de estrangularlo. Así que España volvió a agarrar a Italia de la mano y comenzaron a caminar con Portugal hacia el parque. El portugués no miraba con muy buenos ojos que estuviesen cogidos de la mano, pero no dijo nada.

España y Portugal se pasaron el trayecto entero hablando entre ellos, mientras que Italia se mantenía callado, sintiéndose ignorado. La voz de España le sacó de su mundo.

—Estás muy callado, Italia—habló el español, mirando ahora a su pareja. Iba a preguntar si estaba bien, pero Italia se le adelantó, mirando mal al portugués.

—Hablaría si ese tipo me dejase.

Portugal apretó los dientes con fuerza, aguantándose para no gritarle o insultarle. Se relajó un poco sólo para que España no se diese cuenta de que él también estaba tenso.

—Bueno, tú también puedes hablar si quieres.—Dijo Portugal, con una sonrisa. Luego apretó los dientes y añadió:—no voy a callarme sólo para que tú puedas hablar de tus estupideces.

Italia frunció el ceño. Ya estaba de suficiente mal humor como para que ahora, el portugués empezase a burlarse y a meterse con él. Gruñó un poco justo antes de hablar.

—Pues deberías hacerlo más a menudo. Me harías un favor a mí y al resto de la humanidad—le soltó, con los puños apretados. Luego se acordó de que todavía iba agarrado a la mano de España y los relajó, temiendo haberle hecho daño. Vio cómo Portugal empezaba a enfadarse, pero no se arrepintió en absoluto de haber dicho eso.

El portugués iba a decirle algo, seguramente nada muy bonito, cuando España apretó levemente la mano de Italia y el brazo de Portugal, muy tranquilo.

—Mejor que os calléis los dos.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora