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—Italia, ¿Puedo hablar contigo?—Preguntó Rusia, deseando con todo su alma que el italiano accediese y dejase que el ruso le explicase que sólo se trataba de un malentendido y que sentía mucho haberle tratado así.

—No—gruñó Italia, al otro lado de la línea. Rusia comenzó a explicárselo todo de forma rápida, pero fue cuestión de dos segundos que el italiano le colgase la llamada sin avisar. El ruso resopló y volvió a derrumbarse sobre el colchón. Pensó en volver a llamar a Italia, pero se dio cuenta de que con eso tan sólo conseguiría empeorar la situación.

Trató de convencerse de que tarde o pronto, al italiano se le pasaría el enfado. No podía estar toda la vida enfadado con él. Alemania volvió a abrazarle con ternura, mientras Rusia trataba de calmarse. 

No pudo evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas. Llevaba quince años siendo su amigo. 

—No te preocupes, Rusia—habló el alemán. El ruso negó con la cabeza, mientras trataba de evitar las lágrimas. Abrazó también a Alemania durante un buen rato. Luego, el menor se estiró para darle un beso en la frente y que se calmase un poco.

Apenas lo consiguió. 

Enseguida, Rusia se tapó hasta la cabeza con la colcha, negándose a salir de debajo de las mantas por mucho que Alemania se lo pedía, mientras lloraba. El alemán suspiró y agarró su móvil. Tenía que convencer a Italia para que solucionasen las cosas. Él tampoco quería ver cómo el ruso y el italiano, que llevaban siendo amigos desde los siete años, se negaban a hablarse el uno al otro y se miraban mal cada vez que se encontraban.

Llamó a Italia, deseando con todas sus fuerzas que el italiano aceptase la llamada. Pasaron algunos segundos, y enseguida, el italiano le rechazó la llamada. 

Alemania resopló. Definitivamente, cuando Italia se ponía así, no había forma de razonar con él.

Pensó en llamar a España para que, la próxima vez que viera a Italia, tratase de convencerle de solucionar las cosas con Rusia. Estaba seguro de que si era un español con cara de pena quien se lo pedía, Italia diría que sí.

(...)

Third Reich no había dejado de acariciar a su regalo de Navidad desde que URSS se lo había dado. Era la cosa más bonita del mundo. El alemán incluso sonreía ahora que tenía al sagrado de Birmania entre sus brazos.

—Entonces... ¿Lo de Tortita queda solucionado?—Preguntó el soviético con una gran sonrisa. Third Reich sonrió y asintió con energía y emoción a la vez. Casi parecía Alemania.

Dejó al cachorro sobre la mesa y le observó. Luego agarró un poco de batido con una cuchara y se la ofreció al felino, quien sólo maulló y lo olisqueó. Luego, lo probó. En cuanto dio el primer lengüetazo, se encogió un poco y retrocedió. No volvió a acercarse al batido, de manera que Third Reich supuso que no le había gustado. 

—¿Quieres que vayamos a dar un paseo?—Preguntó URSS, con emoción y también las mejillas rojas. Third Reich se mantuvo algunos segundos callado, con la vista baja, acariciando al gato, que había vuelto a atraer hacia él.

—Bueno... Estoy un poco cans...

—¡Venga, vamos!—Chilló URSS, de manera que algunas personas le miraron mal. Se levantó de golpe y agarró del brazo al alemán. 

Tiró de él para levantarle, y Third Reich casi acabó por los suelos. Apenas tuvo tiempo de meter al cachorro en la bolsa de nuevo antes de que el ruso comenzase a tirar de su brazo, dirigiéndose hacia la salida. Si dependía de lo que el alemán quisiese, jamás darían un paseo.

Third Reich no dijo nada, aunque sí resopló levemente, mientras salían del local. 

Comenzaron a caminar hacia el parque más cercano, que quedaba a tan sólo a algunos minutos de allí.

URSS, con muchísima vergüenza, y más sonrojado de lo que había estado nunca, se atrevió a deslizar su mano temblorosa por el brazo del alemán y agarrarle de la mano. Miró de reojo la reacción de Third Reich, quien sólo miró hacia otro lado, sonrojado también, fingiendo que no se había dado cuenta.

Se mantuvieron así durante algunos segundos, hasta que, al final, sin todavía mirarle, el alemán soltó su mano y la llevó a la bolsa donde estaba su regalo de Navidad, la cual llevaba abrazada contra su pecho, haciendo ver que "debía" sujetarla.

En realidad sólo había hecho eso por pura vergüenza.

URSS no trató de volver a agarrarle de la mano, simplemente se mantuvo muy cerca de él, avergonzado y sin decir nada. Llegaron al parque, donde ninguno de los dos sabía qué hacer.

No podían sentarse en un banco "a hablar" porque los dos sabían que ninguno diría nada en un buen rato. La segunda y última opción era ir al parque para niños y tirarse por los toboganes.

(...)

—Míralos, son adorables—habló el italiano, observando de lejos a Third Reich y a URSS caminar por el parque, muy juntitos. 

—¿Qué es lo que lleva Reich?—Preguntó Imperio Japonés, asomando un poco la cabeza por el arbusto, para volver a ver la bolsa de tela que llevaba el alemán. No la llevaba al salir de casa. Italia Fascista se fijó en lo que sea que llevaba su amigo, y entonces se preguntó lo mismo.

—No lo sé. Y ahora sígueme, se están alejando—habló el italiano, saliendo de detrás de los arbustos para caminar, siguiéndolos desde quince metros más atrás. Tiró del brazo de Imperio Japonés para que él también saliese de su escondite. 

Caminaron juntos lentamente, deseando que ni al alemán ni al ruso se les ocurriese darse la vuelta de pronto. Afortunadamente, estaban demasiado ocupados alargando aquel silencio incómodo que había entre ellos.

Durante algunos segundos no pasó nada. Luego vieron cómo Third Reich giraba la cabeza para mirar al ruso y le agarraba del brazo para detenerle, con una sonrisa.

URSS, sorprendido, frenó en seco y se giró para mirarle. Sonrió al ver a Third Reich sonreír. 

Vieron cómo el alemán decía algo que ninguno de los dos aliados del menor lograron oír. De todos modos, sonrieron todavía más que antes y Third Reich le agarró del brazo, tirando de él para llevarlo a algún sitio.

El japonés y el italiano no tuvieron más remedio que seguirles, intrigados.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora