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Third Reich por fin se despertó de una siesta de una hora y media. Concretamente, algo le despertó. Notó una pata pisar su mejilla derecha y de inmediato pensó en Blondi. Luego se dio cuenta de que aquella pata era muy pequeña para ser de la pastora alemana. Abrió los ojos y lo que vio allí no le sorprendió lo más mínimo.

Benito tenía su pata sobre su mejilla, y olisqueaba su cara, haciéndole cosquillas al alemán. Maulló tiernamente cuando vio que su dueño se despertaba y se subió encima de su pecho, para luego empezar a lamerle la cara, lavándole como si él también fuera un gato. 

Otro gato maulló. Era Katze, que se acercó hasta el cachorro de color negro y frotó su cuerpo contra el de Benito, ronroneando. El gatito también empezó a ronronear. Luego se tumbó en las patas de Katze y maulló mirando al gato de Prusia. Este último le devolvió el maullido para después enroscarse a su lado, envolviéndole con su cuerpo como si lo quisiera proteger.

Eran adorables.

No fue hasta que apartó la vista de los felinos que se dio cuenta de que había un papel en su mesilla de noche. Suspiró y lo agarró de un manotazo, de mal humor. Estaba doblado, de manera que lo desdobló y miró qué había en él.

En aquella hoja había un dibujo de Katze y Benito enroscados y durmiendo juntos. Al lado del dibujo, en una de las esquinas ponía "Para Reichi :3". No supo de quién era la letra, pero estaba claro que aquello lo había dibujado Prusia. A Alemania también le gustaba dibujar, pero rara vez compartía con los demás lo que hacía.

Por alguna razón, le puso muy feliz el apodo que Prusia había utilizado para referirse a él. En realidad odiaba que le llamaran así, pero Prusia... Bueno, era Prusia.

Se sonrojó un poco, emocionado como si fuese un niño pequeño. Iba a guardar aquel dibujo como el mayor de sus tesoros. 

Se quedó tumbado en la cama, pensando en qué hacer. Se sentía muy culpable por haber tratado así a Prusia antes. Y no podía salir ahí fuera y comportarse como si no hubiera pasado nada sólo porque el prusiano le había regalado un dibujo.

También se sentía un poco como un niño pequeño. ¿Por qué se emocionaba tanto por un dibujo de dos gatos durmiendo?

Quizás porque era de Prusia.

Ignoró ese último y pequeño detalle. 

(...)

—Italia, deja de llevarte los jabones, colonias, toallas y sales de baño de la posada—Pidió Imperio Japonés por tercera vez porque el italiano estaba metiendo en una bolsa todo lo que encontraba en el baño, y pronto empezaría con la habitación.

—Cállate, luego me darás las gracias de que tu cuello japonés huela a rosas—respondió, acabando de meter todas las colonias que había en el baño.—Mira que son imbéciles los que trabajan aquí: reponen las cosas todos los días sin pensar que gente tan inteligente como yo puede llevárselas gratis.

Imperio Japonés bufó con paciencia. Llevaba ya dos días así y casi habían llenado toda una bolsa con provisiones del baño. 

—Bueno, ¿Y ahora qué? ¿También robarás la comida del buffet libre?—Preguntó, mientras el italiano metía en la bolsa el último bote de jabón de manos en la bolsa y salía del baño.

—Puede ser.

Imperio Japonés comenzó a maullar como un gato que era, mirando a Italia Fascista todo el rato. Al italiano le daba la sensación de que estaba hablando con él, y no parecía estar diciéndole nada muy bonito.

—Ya deja tus rollos de gato. 

—Al final va a ser verdad lo que dijo Reich de que las malas ideas siempre se te ocurren a ti—respondió. Italia Fascista le miró y sonrió. El japonés juraría que no era una sonrisa normal. Se dirigió a la mesilla de noche.

—Sí, sí. Sólo mira lo que compré en el mercadillo del otro dí...

—¿Lo compraste o lo robaste?—Preguntó Imperio Japonés, con una ceja alzada, los brazos cruzados y mirada acusadora. 

—Lo tomé prestado.—Respondió. Hizo una pausa y abrió el cajón de la mesilla de noche.—Mira esto.

El italiano metió la mano en el cajón y tras rebuscar un poco encontró lo que quería. Sonrió de forma malvada y un poco siniestra. De la mesilla de noche sacó una bandera de Polonia. 

Imperio Japonés alzó una ceja. Sabía que a su pareja le gustaba comprar (robar) todo tipo de cosas inútiles, pero... ¿Una bandera de Polonia? ¿Para qué? Eso ya era demasiado. 

—Italia—suspiró con paciencia e hizo una pausa.—¿Para qué quieres eso? Te dije que compraras sólo lo necesario. 

Italia Fascista miró mal al japonés y luego se llevó una mano al pecho, haciéndose el ofendido y listo para montar drama. 

—Sí, y por eso tú te compraste tres mangas y una figurita de Naruto—respondió. Él veía todo eso completamente innecesario. Imperio Japonés le devolvió al mirada asesina.

—A mí no me mires. Estamos en una posada en medio de un bosque desconocido, tú no me das lo mío y estoy harto de mirar una estúpida televisión donde no ponen anime. Como comprenderás, necesito entretenerme de alguna forma.—Respondió. Italia Fascista miró hacia otro lado, tratando de ignorar lo que el japonés había dicho.

 Luego alzó la bandera de Polonia y la miró con emoción, como si mirar una bandera fuera lo más divertido y emocionante que había hecho en los últimos diez años.

—Pienso darle un buen uso a esta cosa. ¿Y sabes cómo, Imperio?

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora