Ni a Portugal ni a Italia se les ocurrió hablar durante algunos minutos. Por lo general, cuando España se enfadaba, solía dar más ternura que miedo, pero ninguno de los dos quería arriesgarse.
El portugués se atrevió a agarrarle de la mano como siempre hacía, para que se calmase un poco. España miró hacia otro lado, incómodo, y, con el mayor disimulo que pudo, se soltó de la mano de Portugal, inclinándose levemente hacia Italia, y agarrando con más fuerza su mano. Estaba seguro de que el italiano no se iba a reír precisamente si les veía agarrados así.
Se preguntó cómo podía decirle a su mejor amigo que tenía pareja, y que esa pareja era Italia, sin que el portugués le cortase el cuello al italiano mientras dormía. Inspiró hondo varias veces y miró a Portugal, con el corazón a mil.
—Yo... Portugal... Tengo que decirte una cosa—habló el español. Le dirigió una mirada rápida a Italia que iba mirando hacia delante. No estaba seguro de que el italiano estuviese ni siquiera en aquel mundo. Luego volvió a mirar a Portugal, quien le miraba con curiosidad.—Esto... Yo... Tengo pareja.
Portugal sonrió con emoción, aunque en realidad se trataba de una sonrisa falsa. Luego le abrazó, "feliz".
—¡Enhorabuena, España! ¡Me alegro de que hayas encontrado a alguien que te guste y te...!—Habló Portugal, justo antes de ser interrumpido por España, quien no sonreía.
No se alegraba en absoluto.
—Y... Y esa pareja es Italia—habló el español, nervioso, mientras agarraba con más fuerza que nunca la mano del italiano. Este último, sólo entonces, giró su cabeza, algo pálido al oír su nombre junto con el último comentario de España.
Portugal se separó de inmediato, pálido y serio. Según parecía, ya no se alegraba tanto. Miró a España, incrédulo, y luego a Italia. Este último, sin saber muy bien qué hacer, soltó la mano de España y llevó la suya hasta la cadera del español, pegándose más a él.
Portugal frunció el ceño, mirando mal al italiano. Luego le señaló.
—No lo entiendo, ¿Por qué te fijas en él y no en mí?—Preguntó el portugués, frustrado, y tratando de aguantar sus ganas de tirarse encima de Italia y darle bofetadas hasta que se cansase.
El italiano también frunció el ceño. Podría darle más de quince razones por las que España se había fijado en él, pero decidió callarse para no empeorar el ambiente. El español no dijo nada, pegándose más a su pareja. Finalmente, Portugal inspiró hondo y se relajó.
Comenzó a andar de nuevo, y tanto España como Italia le siguieron. El español apartó la mano de Italia de su cadera, con una sonrisa, y luego entrelazó la suya con la del italiano. Portugal no les miró, todavía con el ceño fruncido.
España le sonrió tiernamente a Italia, y el italiano le devolvió la sonrisa.
(...)
—Awwww—soltó Third Reich, cuando el sagrado de Birmania, al que habían llamado Armin, comenzó a lavarle el cuello con su propia lengua, clavando sus uñas en el torso del alemán. URSS le observaba, a su lado. Luego acarició al cachorro, quien ronroneaba sin parar. Al alemán se le iluminó la cara.—¡Tengo una idea!
A continuación, le quitó el ushanka a URSS y lo dejó sobre el césped, bocarriba. Luego arrancó a Armin de su torso y lo dejó sobre el gorro ruso. El felino lo piso varias veces, asustado, y preguntándose qué era aquello.
Después maulló y salió corriendo del interior del gorro. Le bufó al ushanka, justo antes de correr hacia Third Reich y trepar por su pecho hasta llegar a su hombro. Una vez allí, volvió a bufarle al gorro, asustado.
—Tu plan no funcionó—se burló URSS, recuperando su ushanka y volviéndoselo a poner. El alemán gruñó, justo antes de sonreír para acariciar a Armin y que se calmase, pues el gato todavía temblaba un poco. El ruso sonrió de forma tímida y miró al más bajo, acercándose un poco más a él.—¿Quieres... Quieres que quedemos algún otro día?
Third Reich le devolvió la sonrisa, y desvió la mirada hacia otro lado, notando cómo se sonrojaba un poco.
—De acuerdo...—Habló, logrando no trabarse ni tartamudear. Luego volvió a mirarle y trató de tranquilizarse un poco. Miró el móvil y fingió que leía algún mensaje. Después lo guardó y miró al ruso.—Yo... Tengo un mensaje de Alemania. Tengo... Tengo que irme a mi casa.
Se levantó y metió a Armin en la bolsa, quien protestó con un maullido. Miró a URSS, quien también se había levantado, extrañado, y le miraba sin entender nada.
—Yo... Eh... Adiós—soltó el alemán, sin saber exactamente qué decir. Se le veía tenso. O asustado. O con prisas. Le hizo un gesto con la mano y se alejó con paso rápido, casi corriendo. URSS se preguntó si había hecho algo mal o que le había molestado. Quiso seguirle, pero se quedó quieto donde estaba, siguiéndolo con la mirada hasta que lo perdió de vista.
Se preguntó qué hacer. No esperaba que el menor se marchase tan pronto, y menos de esa forma. Todo iba bien hasta que de repente había recibido un mensaje de Alemania y se había ido. Aunque, a decir verdad, no se creía eso de "Tengo un mensaje de Alemania".
Third Reich llegó a su casa con el paso rápido. No se sentía bien. Quizá el desayuno le había sentado mal. Entró en la casa y dejó la bolsa con Armin en el sofá y se apoyó en una de las paredes del salón. Inspiró hondo varias veces, tratando de calmarse.
No sentía náuseas ni dolor de cabeza, ni tampoco de barriga. Se tumbó sobre su cama, tratando de relajarse y que se le pasase lo que fuese que le ocurriese.
Se sentía muy mal y muy bien a la vez. Se sentía muy raro.
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Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎
HumorContinuación de Rusia y sus Cinco Pretendientes 📍Esta historia no se centra en ningún ship en especial, pero sí se nombran algunos 📍No es necesario leer antes Rusia y sus Cinco Pretendientes, pero es recomendable ya que así se entenderán mejor alg...