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Aprovechemos que es domingo :)



—Ucrania, ve más rápido, me van a salir arrugas de tanto esperarte. Hasta Alfredito está empezando a desesperarse—se quejó Rusia, quien llevaba media hora sentado en el suelo de la habitación de su hermano mayor, y jugaba con Leopoldo II y Alfredito para distraerse en lo que el ucraniano tejía con sus propias manos la ropa para los osos.

—Aprende tú a coser y a tejer y verás si cuesta o no—le respondió, molesto. Encima que le hacía el favor de tejerle ropa a los animales, se atrevía a presionarle. Iba todo lo rápido que sus manos y su cerebro le permitían. De hecho, los dedos ya le sangraban debido a la cantidad de veces que se había pinchado con las agujas por ir tan rápido. 

—Seguro que no es tan difícil—respondió, haciendo girar sus ojos. Ucrania le habría lanzado una mirada asesina de no ser porque estaba demasiado ocupado tejiendo como si el mundo se fuese a acabar. 

—¿Entonces por qué vienes a mí y no lo haces tú solito, superdotado?—Le preguntó, con un tono molesto en su voz. Rusia le miró como si fuera lo más obvio del mundo, pero luego sonrió burlonamente.

—Porque papá dice eres gay y que venga a fastidiarte la existencia a ti.

Ucrania resopló, molesto y sin detenerse un sólo segundo. Le quedaba poco para acabar la primera prenda. Definitivamente, luego hablaría seriamente con su padre. Frunció el ceño.

—Aquí todos somos gays: a mi padre le gusta Third Reich, a ti te gusta Alemania y a Prusia le gusta Polonia.—Habló. A Rusia no le extrañó aquel comentario, pues había ojeado varias veces el álbum FBI de su hermano y de verdad que Ucrania había reunido todo tipo de información sobre todo el mundo; no faltaba ningún dato de ningún país.

—¿Y a ti?—Ucrania se sorprendió por la pregunta del ruso. Tanto que hasta se detuvo unas milésimas de segundo y miró a Rusia, para después volver a su tarea, sin decir nada.—¿Quién te gusta a ti? Alguien tiene que haber por ahí, ¿No?

—No. ¿Debería haberlo?—Preguntó, fingiendo sorpresa. Rusia le observó, burlón. En esos momentos, el ucraniano se arrepintió de haber sacado el tema precisamente con Rusia. Ahora no le dejaría en paz hasta que confesara. 

—No te hagas el sorprendido, estoy cien por cien seguro de que te gusta alguien. Venga, dímelo, no se lo contaré a nadie.—Trató de convencerle el ruso, mientras se sentaba a su lado. Ucrania siguió concentrado en su tarea, planteándose si hablar o no. Luego decidió que sí, pues Rusia iba a sospechar aún más si se quedaba callado y eso era lo que menos necesitaba. 

—Por encima de mi cadáver—respondió, dejándole bien claro que no pensaba decir una palabra sobre el tema. Rusia, aprovechando que Ucrania estaba concentradísimo en tejer y tejer, se levantó de la cama y fingió que examinaba las estanterías con falso interés. 

En un momento dado, asegurándose de que Ucrania seguía concentrado en coser, agarró el álbum con toda la información sobre los países y buscó. Tenía que haber alguna página en la que hablara de él mismo. Pasó las páginas del libro con rapidez, temiendo que en cualquier momento, el ucraniano pudiera levantar la vista y verle. Le llevó un par de segundos, pero aun así consiguió encontrar la página que buscaba.

Leyó por encima lo que ponía. Casi todos los datos que estaban escritos ahí ya los conocía, pero había algunos otros que no. Sonrió burlonamente y cerró el libro con cuidado, dejándolo de nuevo en su sitio, con cuidado. 

—¿Con que Noruega, eh?—Preguntó, mirando burlonamente a su hermano.—No está mal. 

Ucrania levantó la cabeza de golpe, con los ojos abiertos como platos, mientras notaba cómo se sonrojaba cada vez más. Avergonzado, trató de ignorar a su hermano y continuó cosiendo, como si nada hubiese pasado, a pesar de que estaba como un tomate en esos momentos. Rusia se sentó de nuevo en el suelo y agarró a Alfredito en brazos, para acariciarle mientras su hermano estaba por acabar la primera prenda (y también por desangrarse). 

Pasaron diez minutos más, y Ucrania dio por primera la primera camiseta, la que Rusia quería ponerle a Alfredito. En cuanto el ucraniano dejó la camiseta sobre la cama, Rusia la agarró para observarla antes de que Ucrania la manchara con sus dedos llenos de sangre.

—Está bien—dijo, mientras observaba la camiseta negra y amarilla que Ucrania había tejido para Alfredito. El ucraniano frunció el ceño, molesto y enfadado. 

—¿Está bien? ¿Cómo que "está bien"? ¿Me he desangrado para hacerle una camiseta a Alfredito y tú sólo dices que está bien?—Preguntó Ucrania, pues se había esforzado demasiado para tejer aquello en menos de una hora y Rusia ni siquiera lo apreciaba.

—¿Qué quieres, que me arrodille y te bese los malditos pies?—Preguntó Rusia, también con el ceño fruncido. Ucrania resopló y se sentó de nuevo en la cama, para empezar a tejer otra camiseta, esta vez para Leopoldo II. 

—Ven, Alfredito, tengo una cosa para ti—le dijo el ruso al animal, como si fuera un bebé. Alfredito, al escuchar su nombre, acudió caminando con sus cortas patitas hasta Rusia y olisqueó la camiseta con curiosidad y ternura. 

A continuación, el soviético puso al oso a dos patas y trató de ponerle la camiseta como si se tratase de una persona. Alfredito, extrañado por el comportamiento de su dueño, se quiso apartar nada más vio que Rusia trataba de ponerle una cosa rara por la cabeza.

—No, Alfredito, no, vas a romper la camiseta—ese comentario hizo que Ucrania levantara la cabeza, alarmado. No estaba dispuesto a tejer otra camiseta para el oso si este la rompía. Rusia sujetó al oso y, tras casi un minuto, consiguió ponerle la camiseta, que le venía holgada. 

El ruso soltó a Alfredito y este cayó al suelo de espaldas, de manera que se quedó patas arriba y olisqueó el aire. Luego se levantó con ayuda de Rusia y probó a caminar con la camiseta. Al principio le costó un poco porque se sentía extraño, pero luego comenzó a agradarle.

Mientras Ucrania seguía cosiendo, Rusia jugaba con Leopoldo II, y Alfredito estaba de nuevo, boca arriba sobre el suelo, jugando con su nueva camiseta.

—Alfredito tiene más estilo que tú y que yo juntos—le dijo Rusia a su hermano, al ver al osezno jugar con la prenda de ropa, feliz. Ucrania gruñó, harto de tener que coser todo el tiempo. Se sentía obligado, aunque sabía que Rusia no podía obligarle a hacer aquello. En cualquier momento podía detenerse y negarse a tejer más, aunque decidió resistir.

En cierto momento, comenzó a sentirse mareado por la pérdida de sangre, pues no dejaba de pincharse constantemente en los dedos, y ya tenía tanta sangre que parecía que había matado a alguien. 

Se vio obligado a detenerse, sintiendo que todo daba vueltas. Afortunadamente, no se desmayó, sólo necesitó un par de minutos para quitarse la sangre y relajarse un poco, para después seguir con su tarea, esta vez más despacio, aunque aun así continuaba pinchándose a menudo.

Pasaron veinte minutos y Rusia continuaba aburrido, pues Alfredito se había puesto a dormir, y Leopoldo II le había querido acompañar, de manera que no tenía nada que hacer más que ver a su hermano coser. Así que decidió sentarse a su lado y picarle en el hombro con el dedo, mientras le miraba todo el tiempo con una sonrisa y una mirada burlona.

—Y, cuéntame ¿Te gusta Noruega? ¿Piensas secuestrarle y hacer cosas con él como hizo papá con Third Reich?

Ucrania resopló, mientras se sonrojaba y continuaba cosiendo, tratando de ignorar a su hermano.

—Rusia, no olvides que tengo una aguja en la mano.

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora