12

546 64 40
                                    

Tres veces en un mismo día. Me debéis un riñón cada uno, malditos    >:3

Ya había pasado un rato desde que ocurrió aquello. Prusia no tenía sueño, pero aun así se tumbó en la cama de Third Reich junto a este último.

Bueno, quitando a Blondi y Benito que estaban encima de Third Reich, y a Katze acurrucado entre los brazos del prusiano.

Ni siquiera Prusia supo cómo fue capaz de dormir. Lo que sí que sabía es que se durmió muy pegado a Third Reich, pues tenía miedo de que URSS volviera, y al alemán también le gustaba sentir a alguien cerca para calmarse un poco.

Él también tenía miedon de que URSS regresara por la noche al igual que había empezado a ocurrir hacía un montón de años.

Se sintió un poco más tranquilo al no dormir sólo. Tenía la esperanza de que Blondi detectara el más mínimo movimiento y le avisara.

Todos en aquella casa se acabaron durmiendo.

(...)

Third Reich se despertó. Gracias al cielo, cuando lo hizo ya era de día. Tenía miedo de ser despertado en plena noche al escuchar el crujido de unas pisadas, y al sentir una figura encima de él, como la última vez que había estado en aquella cabaña.

La luz entraba por la ventana e iluminaba toda la habitación. Blondi ya no estaba encima suyo, sino a sus pies, durmiendo. Aunque Benito continuaba estando acurrucado en su pecho.

Observó a Prusia, que estaba pegado a él, durmiendo y todavía con su gato en sus brazos. Le observó varios segundos. Tenía que admitir que se veía bastante bien.

Tenía el pelo despeinado y se le veía bastante tranquilo a pesar de que el día anterior habían pasado cosas tan horribles.

De repente, Prusia se movió un poco y sonrió levemente, para después alargar su brazo hasta tocar su abdomen y acariciarlo, aún con los ojos cerrados pero esa sonrisa pacífica y alegre.

Third Reich se sintió un poco incómodo y extrañado por lo que había hecho el prusiano.

—Prusia...—Habló Third Reich, en voz algo baja. El menor, nada más oír su voz apartó la mano de allí y abrió los ojos de golpe. Al ver al alemán allí, dio un pequeño respingo y se apartó un poco, sorprendido. Se sonrojó un poco al ver lo que había hecho.

—Lo siento... Pensé que eras otra persona—habló, tratando de fingir que no pasaba nada acariciando a Katze. Pero eso no le quitó la curiosidad al alemán.

—¿Quién creías que era?—Preguntó, extrañado. Prusia apartó la mirada y la llevó hasta otro lado, como si no quisiera hablar de eso.

—No es asunto tuyo.

Third Reich se dio cuenta de inmediato de que había molestado a Prusia y se apresuró a disculparse.

—Lo siento.—Se disculpó. Prusia no dijo nada y se levantó de la cama. Agarró a su gato en brazos y salió de su habitación sin decir nada más.

Tenía un poco de miedo. ¿Y si URSS se había escondido en alguna parte de la casa y estaba esperando para hacerle algo en cuanto estuviera despistado?

Trató de olvidar esa idea tan tonta. Si fuera así, Blondi ya estaría ladrando como loca para alertar a todo el mundo.

Echó un vistazo a la habitación de Alemania. El alemán dormía tiernamente sobre el colchón. Posiblemente fuera el más tranquilo de toda la casa.

Se tumbó sobre el sofá tras bajar las escaleras. No quería hacer absolutamente nada en todo el día. Tan sólo sentarse, abrazar el peluche de Polonia y quedarse observando la pared las próximas cuatro horas.

Third Reich bajó varios minutos después de él y se dirigió hasta la cocina. Hasta Prusia vio cómo al alemán mayor le recorría un escalofrío entero al pasar por al lado de las escaleras del sótano, aunque trató de disimularlo.

Las tripas de Prusia sonaron de repente. Ni siquiera se había dado cuenta de que se estaba muriendo de hambre, pues la última vez que había comido había sido el día anterior a la hora del desayuno. Y ser golpeado, quedarse inconsciente y llorar a mares durante casi una hora consumía mucha energía.

Oyó cómo Alemania bajaba cinco minutos después. Sonrió cuando vio a Prusia y tuvo que reprimir el impulso de correr hasta él para abrazarle con fuerza. Pero estaba demasiado cansado como para correr.

Le abrazó igualmente.

—¡Hola!—dijo, muy sonriente, abrazándole, sentado a su lado en el sofá. Prusia se encogió de hombros sin decir nada. Tampoco es que estuviera increíblemente mejor que ayer. Y además tenía hambre.

—¿Qué quieres que hagamos hoy?—Le preguntó, para intentar animarle y que dejara de pensar en lo ocurrido el día anterior.

—No lo sé.—Se quedó callado algunos segundos. Luego señaló con la cabeza a las escaleras que daban al sótano.—¿Adónde llevan?

Alemania pensó durante varios segundos si contarle la verdad o decir alguna excusa. O incluso cambiar de tema. Al final decidió ser sincero.

—Umm... Llevan al sótano.—Miró a Prusia durante unos cortos segundos.—Nunca vayas ahí abajo. Y ni se te ocurra hablarle de ello a mi padre porque te pegará un grito que te quedarás sordo.

Prusia asintió un poco, para luego ignorar lo que Alemania le había dicho. Tampoco es que fuera a ir precisamente al sótano.

De pronto, su teléfono, vibró, dándole un susto de muerte a ambos. Prusia comenzó a ponerse nervioso, imaginando que sería su padre.

Tanto se había esforzado por tranquilizarse y ahora URSS le volvía a mandar mensajes.

Para su sorpresa no era URSS. Era Rusia.

Bueno, tenía tantas pocas ganas de hablar con Rusia como de hablar con URSS.

Resopló, verdaderamente molesto. Eran las nueve de la mañana...

¿No le podían dejar tranquilo dos minutos?

Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora