Ucrania buscó a Noruega con la mirada por todo el parque. Se había plantado allí cinco minutos antes de la hora a la que habían quedado, y no veía la hora de que el noruego apareciese. Estaba muy nervioso.
Sintió que se iba a desmayar en el momento en que por fin lo vio. Caminó hasta él, con una sonrisa tímida y nerviosa a la vez.
Noruega, también sonriente, le hizo un gesto con la mano y se acercó a él. Ucrania notó que también se encontraba nervioso, aunque no tanto como él.
—Hola—saludó el noruego, mientras le daba un beso en la mejilla. Ucrania trató de no chillar de alegría y también de evitar su sonrojo.
—Hola—Respondió, sin saber exactamente qué hacer o qué decir ahora. Tras varios segundos de silencio incómodo, señaló a un banco que había por allí.—¿Te apetece que nos sentemos allí?
Noruega sonrió y le agarró de la mano.
—No—respondió. Ucrania iba a preguntar adónde quería ir entonces, cuando el noruego comenzó a tirar de él para llevarle a otro lugar. El ucraniano se quedó callado, muerto de curiosidad mientras se dejaba guiar.
Entraron en una zona con césped y flores, donde habían más bancos. De repente, Noruega se sentó sobre la hierba, con una gran sonrisa. Ucrania se sorprendió al principio, pero luego le imitó y se sentó a su lado.
Se sonrieron, sin tener ni idea de qué decir o qué hacer en esos momentos. Al final, Ucrania habló.
—Y... ¿Vas a ir a la feria de Navidad?—Preguntó el ucraniano, atreviéndose a pasar su brazo por los hombros del noruego, pegándose más a él. Noruega no se resistió y sonrió.
—Sí, estoy montando un puesto con España y con Portugal—respondió, muy alegre de estar con Ucrania. Este último sonrió, mientras notaba cómo Noruega llevaba su mano hasta su nuca y la dejaba allí, haciéndole cosquillas.
El más mayor sonrió y se quedó en silencio, disfrutando de la compañía del noruego. Hasta que se le ocurrió volver a hablar, pues tenía una pregunta para él y no quería quedarse con las dudas.
—Noruega—llamó Ucrania, girando la cabeza para mirarle. El noruego hizo lo mismo y sus miradas se encontraron. Sonrió un poco, mientras que el ucraniano comenzaba a ponerse más nervioso.—¿Tú me quieres?
Noruega permaneció unos segundos en silencio, hasta que al final apoyó su cabeza en el hombro del ucraniano y cerró los ojos, con una sonrisa.
—Claro que sí—respondió. A Ucrania casi le dio un ataque al corazón, aunque permaneció tranquilo. El ucraniano volvió a hablar.
—¿Desde hace cuánto?—Siguió preguntando. De nuevo, Noruega permaneció varios segundos en silencio hasta que respondió.
—Desde hace mucho.
—Y... ¿Por qué no me lo dijiste? Es decir, nunca pareció que te fijaras demasiado en mí. Nunca hablabas conmigo y no se te veía con la menor intención de acercarte a mí—dijo Ucrania, con una ceja alzada. Noruega suspiró.
—Hubo un tiempo en el que no lo oculté, porque me daba igual que la gente lo supiese. Luego... Mis hermanos empezaron a molestarme y a burlarse de mí, diciendo todo el tiempo que tú me gustabas para hacerme rabiar. Así que tuve que empezar a actuar como si te odiase para que me dejaran en paz.—Explicó, en voz baja porque se sentía algo culpable.
Ucrania no dijo nada durante algunos segundos. Luego le abrazó con fuerza para que no se sintiese mal. Noruega se dejó. Si no le hubiese importado lo que sus hermanos dijeran, seguramente él y Ucrania ya llevarían juntos un tiempo.
—Hace frío—volvió a hablar Noruega, pues, al fin y al cabo, ya era diciembre. Encogió las piernas para conservar el calor y las rodeó con los brazos. El ucraniano comenzó a pensar en formas para que su Noruega no pasase frío.
Al final, Ucrania decidió, esperando que al menor no le importase, sentarse detrás de él, con Noruega entre sus piernas, y luego rodear el cuerpo del noruego con los brazos, pegado a él para darle calor.
Luego, los dos se quedaron en silencio.
(...)
Todos habían traído decoraciones para su puesto de comida, lo cual emocionó mucho a Alemania. Este, a quien le encantaba decorar, fuese lo que fuese, se dirigió con Rusia de la mano hacia el puesto que habían montado el día anterior.
—¡Venga, vamos!—Dijo el alemán, emocionado. Comenzó a sacar las decoraciones de la bolsa. Entre ellas había pintura, trozos de cartón para los carteles, rotuladores, tijeras y etc. Parecía que tuviese una papelería en su casa.
—Yo no pienso decorar si alguien no me ayuda—dijo Italia, mirando a España disimuladamente con una sonrisa.
El español entendió lo que aquello quería decir y sonrió tímidamente, mientras empezaba a acercarse al italiano para agarrarle del brazo y tirar de él para empezar a decorar antes de que Alemania se lo ordenase.
De pronto, Italia sintió como alguien le agarraba de la mano y tiró de él hacia el puesto. Giró la cabeza, con una sonrisa. La sonrisa se esfumó se inmediato.
—Yo te ayudaré—dijo Italia Fascista, malhumorado por las miradas que su hijo y España se dirigían, mientras tiraba de Italia para llevárselo de allí. El menor miró a su padre con desagrado y se soltó de su agarre,
—¡Papá! Por si no lo habías entendido, con "alguien" me refiero a España, no a ti—le dijo. Italia Fascista observó, en silencio, cómo su hijo agarraba de la mano al español y comenzaban a dirigirse hacia el puesto de comida para decorarlo juntos.
El mayor, de repente, se sintió muy solo. Desearía que su hijo volviese a ser pequeño para poder pasar tiempo con él. Pues ahora ya apenas pasaban ratos juntos, debido a que Italia ya era mayor y se pasaba el día fuera. Aunque... Al menos tenía a Japón y a Imperio Japonés.
Pero él quería a Italia.
Dio media vuelta y se fue de allí sin decir nada a nadie, con ganas de llorar.
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Rusia y su único pretendiente ☆ ❀ CountryHumans ✔︎
HumorContinuación de Rusia y sus Cinco Pretendientes 📍Esta historia no se centra en ningún ship en especial, pero sí se nombran algunos 📍No es necesario leer antes Rusia y sus Cinco Pretendientes, pero es recomendable ya que así se entenderán mejor alg...