Capítulo 32

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C A P Í T U L O  3 2.

IAN DEATH OR DE'ATH

En domingo por la tarde me mantuve arreglando un auto, Raúl estaba siéndome de ayuda mientras se entretenía pasándome las herramientas que necesitaba, y antes de que el cielo oscureciera Katherine llegó de visita junto con Danielle.

Me detuve un momento para observar de espaldas a Danielle y mientras lo hacía con una mueca descarada sonreí y meneé la cabeza.

Llevaba una blusa de color hueso muy ajustada y dejaba expuesto su abdomen. Sus piernas moldeadas estaban con un short corto un poco deshilachado, si una persona mayor la mirara quizás hubiese pensando que no tenía dinero para comprase ropa, pero era la nueva moda.  Sus pies estaban enfundados en unas sandalias negras de plataforma con unas delgadas y finas tiras que trepaban como enredaderas a lo largo de sus tobillos, terminando justo por debajo de sus rodillas. Su cabello estaba recogido, como casi todos los días, pero a diferencia de los anteriores días, unas delicadas trenzas lo ajustaban. Traía puestos unos grandes lentes de sol, ocultando sus ojos. Ni siquiera estaba maquillada, y no me importaba. Al natural me atraía por igual.

Limpié mis manos con un trapo y caminé hacia ella, dejando a Raúl continuar con el arreglo del auto.

Cuando ella centró su atención en mí levantó sus lentes de una manera elegante, dejándome ver sus dedos adornados por una variedad de anillos sencillos de oro. Una sonrisa fue deslizándose en su boca y ladeó la cabeza. Se puso los lentes encima de su cabeza como si de una diadema se tratara y cuando estuve lo suficientemente cerca de ella, alargó sus manos para darme un abrazo.

—Te voy a ensuciar —advertí, y rodó los ojos echándose encima de mí para abrazarme sin importarle que la ensuciara.

Katherine se metió a mi casa para dejar cargando su teléfono celular. Mi madre estaba dentro de casa, era su día de descanso en el trabajo.

—Fui a acompañar a Katherine al centro comercial —comentó, dándome respuestas del porqué estaba en mi casa. Posicioné mis manos sobre la piel descubierta de su cintura y agaché la cabeza para dejar un beso sobre su nariz —. Íbamos camino a mi casa pero decidimos llegar para darte una sorpresa. No sabía que estarías trabajando.

—No lo iba a hacer, pero a una mujer se le pinchó la llanta a una cuadra de aquí y tuve que salir a ayudarla —conté —. ¿Sabes? No sé si sea por suerte para mí, o mala suerte para ellos, pero cada semana un auto diferente se descompone cerca de aquí, y resulta, que por casualidad yo arreglo autos.

Su garganta dejó escapar una risita, y sus manos me dieron un empujón por el pecho. Me alejé de ella cuando sentí un animal bajo en mis pies.

—¿Y te alegras de que eso suceda? —cuestionó, mirándome cargar al perro de nosotros dos.

—Pues claro —admití, y le hice cariños a mi Ian versión perruno —.  Auto descompuesto es dinero asegurado.

Ella se puso de puntas sobre sus pies para mirar sobre mi hombro al auto que se le había pinchado una llanta.

Dejé a el perro que conociera los lugares y continué con la tarea de terminar de arreglar el auto. Katherine seguramente se había quedado a conversar con mi madre y por eso no salía de casa. Danielle se puso a curiosear entre las diferentes herramientas que tenía para trabajar. Tomaba una y la miraba con determinación, después se giraba en mi dirección y me preguntaba para qué servían.

También quiso que comenzara a explicar todo lo que hacía para cambiar la llanta, y mientras yo le contestaba ella escuchaba con atención.

—¿A dónde fue la dueña del auto? —preguntó, sentada y cruzada de piernas en una silla de metal.

Quiero Odiarte ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora